Por Dean Baker
No llegar
a la fecha límite de enero sólo significa que quienes quieren conservar los
recortes de impuestos de Bush a los super ricos pierden capacidad de influencia
política.
Las élites
de Washington se han pasado buena parte de las últimas tres décadas histéricas
por el déficit presupuestario, pero se están superando en el actual punto
muerto del presupuesto que han denominado “abismo fiscal”. La historia que
cuentan es que los aumentos de impuestos programados a finales de 2012, unidos
a los recortes de gasto autorizados harán caer en la recesión a la economía si
el Congreso no toma medidas antes de que concluya el año.
El relato
de terror que va ligado a esta fecha límite del 1 de enero depende en lo
fundamental de representar torcidamente la realidad. Hay proyecciones de la
Oficina Presupuestaria del Congreso y otros analistas de predicciones que
muestran que la combinación del aumento de impuestos y recortes de gasto le
amputaría más de un 3,5% al crecimiento del PIB. Este golpe supondría una
economía contraída e impulsaría de nuevo la tasa de desempleo por encima del
10%.
Sin
embargo, la parte que generalmente se minimiza en este auténtico relato de terror,
o se deja fuera por completo, es que la proyección de una recesión no se basa
en no llegar a la fecha límite del 1 de enero. La proyección asume que los
tipos impositivos más elevados y los niveles más bajos de gasto se mantengan
tal cual a lo largo del año, una hipótesis que casi nadie considera
plausible.
Una
hipótesis más realista sería que el Congreso y el presidente alcanzasen
rápidamente un acuerdo con el nuevo año, ampliando la mayoría de los recortes
de impuestos y limitando la caída del gasto. Esto supondría que alguna gente
puede ver algunos impuestos extra deducidos de una o dos nóminas, pero se les
reembolsaría el dinero en cheques subsiguientes. El efecto previsto sobre el
consumo sería casi equivalente a cero.
Por el
lado del gasto, el presidente Obama dispone de un enorme control sobre el ritmo
de gasto. Si cree que es inminente un acuerdo sobre el ritmo de gasto, no hay
razón para que recorte el gasto por debajo de un ritmo congruente con la
cantidad que espera acordar con el Congreso.
En
resumen, el golpe directo a la economía que se deriva de no llegar a la fecha
límite del 1 de enero es casi nulo.
Sin
embargo, los correveydiles de la crisis del déficit forman una pandilla
persistente. Si no pueden presentar una defensa basada en la economía, recurren
a su buena amiga
"el
hada de la confianza". La historia que se nos presentaba en una columna
[de Neil Irwin] del Washington Post era que la gente de negocios se
aterraría si no hubiera acuerdo el 1 de enero y que a los mercados financieros
les entraría el pánico. El columnista David Brook, del New York Times,
[“Obama the Dealmaker”, del 12 de noviembre] tocaba la misma tecla en una
columna publicada a principios de semana.
Esta
suerte de aviso, que proviene de gente con un historial casi perfecto de
haberse equivocado en todo lo que dicen de la economía, sería de ordinario
risible. Por desgracia, estas advertencias proceden de gente que disfruta de
una posición destacada en los debates de política nacional. Por lo tanto, es
probable que esos avisos se tomen en serio.
Los
halcones del déficit quieren dar la sensación de crisis, pues resulta esencial
para hacer avanzar su orden del día. Si pasa la fecha límite del 1 de enero, el
terreno político se moverá hacia quienes quieren que se supriman los recortes
fiscales de Bush a los ricos: pasado el 1 de enero, habrán expirado los
recortes de impuestos de Bush.
Esto
significa que cuando el presidente Obama impulse su campaña para mantener los
recortes de impuestos de Bush para el 98% de los hogares, pedirá al Congreso
que rebaje los impuestos del 98% de la gente, no que suba los del 2%. Hasta
para un Congreso republicano sería difícil negarse a este recorte fiscal.
Los
halcones del déficit quieren evitar desesperadamente este resultado, debido
tanto a que muchos no quieren que suban los impuestos a los ricos como a que
avizoran que la crisis de este punto muerto fiscal les proporciona una
excelente oportunidad para recortar la seguridad social y Medicare. Por esta
razón, los halcones hacen todo lo que pueden por convencer a la opinión pública
de que aguardar al 1 de enero para llegar a un acuerdo supondría un desastre
económico.
Por
supuesto, ninguno de nosotros puede predecir el futuro con certeza, lo que
significa que es posible que los mercados financieros les entre el pánico y la
economía se tambalee si fallamos en la fecha final de del 1 de enero. Sin
embargo, sumada al terrible historial de la "panda de la crisis", hay
otra importante consideración que tener en cuenta. La repercusión inmediata de
las fluctuaciones en los mercados financieros sobre la economía es bastante
limitada.
La
economía no responde a las alzas y bajas diarias del mercado de valores. Ni
siquiera el crac de octubre de 1987 impidió que la economía creciera a
un 7% anual en el cuarto trimestre del año. Esto significa que si los mercados
están, de hecho, dominados por los Minis de Pollo [inversores asustadizos] que
corren a protegerse si no se llega a la fecha límite del 1 de enero, entonces
es probable que inversores más serios le devuelvan la estabilidad un mes o dos
después de que se llegue a un acuerdo y el mundo siga en vilo. Lo probable es
que el efecto neto sobre la economía sea mínimo, aunque puedan haberse hecho y
perdido algunas fortunas con esa volatilidad.
Dean Baker es co-director del Center for
Economic and Policy Research (CEPR). Es autor de Plunder and Blunder: The
Rise and Fall of the Bubble Economy and False Profits, Berret-Koehler
Publishers, 2009.
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