Por Randall Wray
¿Hemos aprendido algo, 5 años
después de la quiebra de Lehman’s? En una palabra: no.
O no mucho, al menos. Aunque
sería agradable creer que Larry Summers tiene que retirarse de la carrera por
llegar a ser el jefe de la Fed dado su fundamental papel en la creación del
colapso financiero global, pienso yo que su retirada tiene más que ver con lo
desmesurado del personaje. Ante de que empiecen ustedes a celebrar su derrota,
recuerden que Goldman Sachs todavía tiene que dar el visto bueno a cualquier
candidato y que el presidente Obama todavía puede elegir a alguno de los
ungidos por Goldman, antes que Janet Yellin.
Para saber mucho más sobre Larry
Summers y el asalto de Goldman Sachs a la administración Obama, véase el artículo de Greg
Pallast publicado la semana pasada en SinPermiso.
La consigna en la Casa Blanca
desde los días del presidente Clinton es: “¿Qué pensaría Goldman Sachs?”.
Diaríase que toda política ha de pasar por la prueba del “examen Goldman”: ¿es
buena para Goldman Sachs? Si no, se deja caer.
Lo que sigue a continuación son,
pues, mis ideas sobre lo que deberíamos haber aprendido cuando se cumple el
quinto aniversario del acontecimiento que disparó la crisis. Un entrevistador
me pidió identificar las tres lecciones
más importantes, cuestión para mí demasiado ambiciosa. Me conformaré con
tres lecciones importantes.
Primera
lección
La crisis reveló descarnadamente
la peligrosa e ilegal cultura imperante en las instituciones financieras más
grandes del mundo. Ahora sabemos, más allá de toda duda, que fue un fraude de
abajo a arriba. Por ejemplo, todos y cada uno de los pasos en el negocio de títulos
hipotecariamente respaldados eran fruadulentos. Los contratos hipotecarios
originarios eran fraudulentos (los iniciadores del préstamo mintieron a los
prestatarios respecto de los términos del contrato para trapichear, luego de que
los prestatarios hubieran firmado, con el papeleo a fin de emperorar las
condiciones del préstamo. Los evaluadores de la propiedad inmobiliaria
falsearon los valores de las casas. Los bancos de inversión engañaron respecto
de la calidad de las hipotecas a medida que estas eran titulizadas. Los
directivos mintieron a los compradores de titulos acerca de la documentación en
su poder. A instancias de la creación del propio sector que fueron los MERS
[Mortage Electronic Registration Systems (Sistemas de Registro Hipotecario Electrónico)],
los bancos extraviaron o destruyeron los registros de propiedad, haciendo
imposible que nadie pudiera llegar a averiguar quién posee qué y quien debe a
quién. Los servidores hipotecarios “perdieron” pagos hechos y deshauciaron
ilegalmente basándose en documentos fabricados por “firmantes-robot”, echando
equivocadamente de sus casas incluso a propietarios de vivienda que ni siquiera
tenían una hipoteca. Ahora esos hogares se están vendiendo en grandes bloques a
fondos buitre de cobertura a céntimos el dólar, de modo que puedan realquilarse
a los antiguos propietarios que ahoran viven en la calle. No es exagerado decir
que el deshaucio y la desposesión fueron el resultado deseado por lo que el
presidente Bush llamaba la “sociedad de propietarios”: desplazar toda la
riqueza hacia el 1% de la población en la cúspide. Y me he limitado a dar un
ejemplo; pueden ustedes encontrar un nivel parecido de criminalidad en
cualquier línea de negocios emprendida por los mayores bancos, desde la
manipulación de los mercados de bonos hasta la fijación interesada de las tasas
del LIBOR, desde la manipulación de los precios de las materias primas
hasta la inversión ventajista en
acciones y la puesta en almoneda de información de acceso privilegiado.
Segunda
lección
La crisis demostró que una
reforma real sólo puede llevarse a cabo en plena crisis. Una vez Wall Street
fue rescatada a puerta cerrada por la Fed y el Tesoro estadounidenses (¡costó
29 billones de dólares!), no había ya la menor esperanza de reforma. Las entidades
más grandes, se hicieron todavía más grandes. Están ya volviendo a hacer las
mismas cosas que hacían en 2007. Ni siquiera las debilísimas reformas
Dodd-Frank llegaron a ponerse en práctica: Wall Street desplegó verdaderos ejércitos
para retrasar, desleír y, eventualmente, prevenir la realización de
cualesquiera cambios que pudieran restringir las prácticas financieras que
causaron la crisis. Franklin Roosevelt lo hizo bien en los años 30: declaró
“vacaciones” bancarias, exigiendo la dimisión de todos los máximos ejecutivos y
se negó a permitir la apertura de los bancos hasta que tuvieran un plan para
recuperar la solvencia. Casi todas las reformas del sector financiero a que
procedió el New Deal fueron puestas por obra en el momento culminante de la crisis.
La importante lección que habría debido aprenderse: en la próxima crisis, no
podemos permitir que la Fed y el Tesoro se reúnan a puerta cerrada para
rescatar a los “calamares vampiro” que están destruyendo la economía. Tenemos
que atravesarles el corazón con la estaca en su momento de mayor debilidad.
Tercera
lección
La crisis dejó a la vista de la
opinión pública la larga tendencia hacia la “financiarización” de toda la
economía. La amalgama del sector financiero, el de seguros y el de bienes
raíces representa un 40% de los beneficios de las grandes empresas y un 20% del
valor añadido. Es decir, sencillamente un locura. Todo ha llegado a
financiarizarse, desde la educación universitaria (los préstamos a los
estudiantes montan un billón de dólares) hasta los hogares, la atención
sanitaria (la reforma de Obama empeora las cosas en este respecto) y aun la
muerte (en las llamadas compensaciones mortales y en los seguros médicos
campesinos, los empleadores apuestan a que sus trabajadores morirán tempranamente).
Wall Street ha financiarizado la energía y aun las cosechas. Ha vuelto las pensiones
de los trabajadores contra los propios tranajadores, sirviendose de sus fondos
de jubilación para apostar al alza sobre el precio de la gasolina en los puntos
de venta y el pan en las panaderías. ¡Es sólo cuestión de tiempo que los fondos
de pensiones se utilicen para aumentar el precio del agua en el contador
casero!
En un sentido muy importante
yerra quien dice que lo que siguió a Lehman’s provocó una crisis. La vida en la
cúspide he mejorado tremendamente desde 2007, puesto que el elevado desempleo
ha debilitado a los trabajadores a medida que el ingreso y la riqueza seguían
desplazándose hacia el 1% en la cúspide.
Huelga decir que para el 99% de
abajo es una crisis, pero no una crisis financiera. Y no empezó en 2007, sino a
comienzos de los 70. Es una crisis de empleo a largo plazo. Es una crisis
salarial a largo plazo. Es una crisis a largo plazo de la educación, la
vivienda y la asistencia sanitaria: una crisis que arraiga en el hecho de que
se pone a las necesidades un precio que está más allá del alcance del grueso de
la población trabajadora.
¿Qué
hay que hacer?
¿Por dónde empezar? Yo soy
pesimista a medio plazo, porque no creo que se pueda hacer mucho hasta que se
desplome Wall Street y cerremos la “sucia docena” de las mayores entidades
financieras globales. Están atravesadas en el camino de cualquier reforma
substancial. Necesitamos disminuir el tamaño de las finanzas en unos dos
tercios o tres cuartos, tal vez acaso en un 90%. Obvio es decir que eso no
puede ocurrir hasta el próximo desplome. Soy razonablemente optimista al
respecto, porque creo que eso ocurrirá en un futuro no demasiado lejano.
Pero cuando sea posible hacer una
reforma económica real, ¿qué necesitamos?. Lo primero, puestos de trabajo. No
podemos confiar en el sector privado para generarlos. El futuro es el
crecimiento sin puestos de trabajo, de modo que no podemos confiar en el
crecimiento para generar los puestos de trabajo que necesitamos. El Estado
tiene que implicarse. Afortunadamente, hay mucho por hacer: infraestructura
pública, reactivación de la educación y la asistencia sanitaria, restauración
medioambiental, cuidado de los ancianos y mejora de los espacios públicos.
Necesitaremos un programa de Garantía Permanente de Empleo (o empleador de
último recurso: GPE/EUR) para asegurarnos de que puedan participar todos
quienes deseen trabajar. En segundo lugar, y en relación con lo primero,
necesitamos salarios decentes, lo que significa incrementos salariales
substanciales para los dos o tres quintiles más bajos. Tampoco en eso se puede
confiar en el sector privado, que siempre se hallará en una dinámica de
“carrera hacia el abismo”. El Estado debe desempeñar un papel fijando niveles
altos para los salarios mínimos, elevando los beneficios del bienestar y
mejorando las condiciones de trabajo. Eso resultará fácil de hacer, uan vez que
funcione el programa GPE/EUR, puesto que su paquete compensatorio marcará de facto el nivel mínimo.
Todos estamos estupefactos.
Resulta estupefaciente que Washington no haya perseguido a los delincuentes de
Wall Street. Pero en realidad no resulta estupefaciente en absoluto. Los zorros
de Wall Street andan sueltos y dispersos por toda la administración Obama, dirigen el tesoro y la Fed de
Nueva York y están copiosamente representados en todas las agencias que tienen
algún poder de supervisión sobre Wall Street. Mientras Wall Street chupe el 40%
de los beneficios de las grandes empresas, allá estará el dinero, y Washington
funciona con dinero. Con tamaños zorros guardando el gallinero, hay que ser
bobo para creer que la administración Obama podría perseguir a ningún alto
ejecutivo de los mayores bancos.
Randall Wray es
uno de los analistas económicos más respetados de Estados Unidos. Colabora con
el proyecto newdeal 2.0 y escribe regularmente en New Economic Perspectives y en Economonitor.com.
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