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miércoles, 14 de mayo de 2008

PAIS MINERO O EMPRESAS MINERAS?

El Perú es un país minero.
En los últimos años las inversiones
mineras en
nuestro territorio han sido
grandes y se han puesto en
marcha proyectos de explotación que
están entre los más grandes de América
Latina.
Si en 1992 se extrajeron 25 mil Kg.
de oro fino, para el 2005 se produjeron
nada menos que 220 mil Kilogramos
por un valor de US$ 3 mil millones
de dólares. Este crecimiento de la producción
de oro está liderado por empresas
extranjeras o controladas por inversionistas
extranjeros, como la Minera
Yanacocha, que opera en Cajamarca
y es responsable de más de la mitad
de la producción nacional de oro.
Con respecto al cobre, la producción
vale más de US$ 3,600 millones de dólares.
La proporción de cobre producido
por las empresas mineras extranjeras
supera el 90%, siendo las principales
productoras Southern Peru, Antamina,
BHP Billiton y Cerro Verde.
La producción del zinc también aumentó
considerablemente, pasando
de 600 mil a 1 millón 200 mil toneladas
métricas finas de 1992 a 2005.
El valor sumado de la producción
de oro, cobre y zinc en el 2005 ascendió
a US$ 8,000 millones de dólares.
Dicho monto equivale a dos veces y
medio lo que gastó el Estado en educación
primaria y secundaria, salud,
protección y seguridad social para todos
los peruanos.
Sin embargo este crecimiento ha
sido liderado por las empresas transnacionales,
y hoy en día ni el Estado
ni la ciudadanía, tienen mayor control
sobre la explotación y destino de nuestras
riquezas.
La minería peruana ha pasado por
un proceso de crecimiento considerable.
En los últimos años los altos precios
internacionales han promovido
un nuevo auge de exploraciones. La
pregunta del millón es donde están todas
esas riquezas, si la pobreza sigue
afectando a la mayoría de peruanos.

AUTOR:ARTICULO PUBLICADO EN BAJO LA LUPA,AGOSTO 2007 #1

LA MITA EN EL TAHUANTINSUYO

La mita (trabajo por turnos) podría tener su origen según los arqueólogos en el horizonte medio (fusional), durante el desarrollo de la civilización Huari, conocida como el primer imperio andino; sin embargo la mita recién se aprecia claramente durante la época imperial del incario (siglo XV).
Según las fuentes históricas referidas a la mita incaica (vistas y crónicas) esta empezaría con el advenimiento del Sapa Inca Pachacutec, el primer emperador del Tahuantinsuyo. La mita era un trabajo obligatorio para el estado inca, que consistía en la explotación de la mano de obra de los ayllus dominados.
El modo de producción incaico era el Comunal-Tributario (según Waldemar Espinoza) éste tenía como base la mita, los hatun runas que pertenecían a ayllus autosuficientes tenían que brindar su fuerza laboral al estado a modo de tributo (en el Tahuantinsuyo no había moneda), para que el estado reciba la entrega de mano de obra tenía que dar muestras de reciprocidad frente a las comunidades proveedoras de mano de obra. El nexo entre las comunidades y el Estado era el Curaca o jefe étnico.
Entre las principales características de la mita tenemos que era un trabajo colectivo, rotativo y planificado.Los mitayos (los que hacían la mita) durante el Tahuantinsuyo eran los hatun runas u hombres grandes ("libres") de 18 a 50 años. La mita se podía realizar de diversas formas, a través de servicios domésticos, cultivo de tierras, construcción de caminos, servicios de correo (chasquis), en el ejército (esta era la mita mejor "remunerada" si el runa tenía un papel destacado), etc.
Debemos de recordar que cuando el Inca enviaba a un grupo de mitayos a cultivar las tierras del Estado les daba herramientas, semillas y les cubría sus necesidades básicas durante el tiempo que se le trabajase, mientrás que cuando se enviaba a un runa a producir textiles el Inca daba la lana de sus ganados; en otras palabras el estado Inca sólo usaba la fuerza de trabajo del hatún runa.
La mita luego fue reconfigurada por el virrey Francisco de Toledo en el siglo XVI, de esa forma se convirtió en la base para la riqueza de la corona española, mucho se ha dicho de las riquezas del Perú colonial (minas de plata) , pero estas no serían nada sino fuese por la mano de obra indígena.
AUTOR: JUAN CANDELA ALVA,CRONICAS DE PERU,5/9/2008

PERU : OCASO DE LA OLIGARQUIA

Perú entra en los años sesenta, bajo el gobierno de Manuel Prado y Ugarteche, en medio de una severa crisis económica y de extrema agitación política y social. El general Manuel Odría tuvo que celebrar elecciones y retirarse, debido a la presión popular.Prado enfrenta un país en ebullición. Han terminado las dictaduras militares de derecha y el país está en proceso de transformación. El pueblo ha luchado veinte años por la apertura política y la democratización del país. Sectores estudiantiles, populares y de la pequeña burguesía empobrecida se han radicalizado y crece un pujante movimiento popular sindical, estudiantil y campesino en demanda de cambios. Las huelgas, por cuestiones salariales, son constantes y los conflictos de tierra en la sierra se dan en dimensiones sin precedentes. Los más graves ocurren en 1959 y 1960 en Casa Grande y Paramonga, dos grandes ingenios azucareros, en propiedades de la compañía norteamericana Copper Corporation, y en la hacienda Torreblanca. Terminan en combates con la fuerza pública y en baños de sangre. Pero el gobierno ha estado del lado de los propietarios nacionales y empresas extranjeras.Prado llega al poder con una alianza con Haya de la Torre, jefe máximo del APRA, el partido más importante y de mayor arraigo popular. Esa alianza, que ellos llaman la «convivencia», es de mutuo beneficio. Haya de la Torre quiere su legalización y abrir canales para llegar al poder. El APRA ha oscilado entre la legalidad y la ilegalidad decretada por gobiernos militares y oligárquicos que lo persiguen por temor a su fuerza popular. Es una lucha constante, muchas veces sangrienta.Prado y el importante sector oligárquico que lo apoya creen necesario tener al APRA de su lado. Haya de la Torre se compromete a abandonar sus posiciones radicales a cambio de programas y medidas del gobierno que aseguren una distribución justa del ingreso y amplíen los beneficios sociales a los sectores populares.Haya de la Torre, nacionalista, no comunista, de extracción oligárquica, igual llega ad portas del poder que a la cárcel o el exilio. Igual obtiene el triunfo electoral –siempre frustrado por las oligarquías y los militares– o a la derrota con frecuencia fraudulenta. Miembros del APRA rechazan la alianza con Prado y con la oligarquía. Sectores estudiantiles y de la clase media se retiran del partido, crean el APRA Rebelde y luego el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), como grupo armado. Otros sectores se unen a Acción Popular –partido de Fernando Belaúnde Terry– a la Democracia Cristiana, al Movimiento Social Progresista y al Partido Comunista que ha resurgido. El APRA pierde fuerza y Haya de la Torre prestigio. No obstante sigue siendo la mayor fuerza política del país.Por primera vez las masas campesinas, populares y de barrios marginales entran en la arena política con banderas nacionalistas, antioligárquicas y de reivindicación social. Piden reforma agraria, vivienda, empleo, salarios justos, educación y salud. Son demandas justas que den a sus necesidades y son apoyados por sectores militares, estudiantiles y por la Iglesia.Sectores oligárquicos también están en proceso de cambio. «La presencia de de las barriadas pobres en la capital son motivo de preocupación para las clases pudientes y para las clases medias. Ven que esa miseria, que contrasta con el lujo limeño, es una amenaza latente. Los planes de asistencia social no son suficientes para cerrar esa brecha». Los grandes diarios, cuyos dueños o directores son de la oligarquía, por primera vez se ocupan de temas sociales y recomiendan cambios.Medidas del gobierno en favor de la transnacional petrolífera, International Petroleum Company (IPC), norteamericana, y el alza del precio de la gasolina provocan un agitado debate político en la Cámara de Representantes contra la IPC, por la nacionalización del petróleo defensa de la soberanía nacional. Manifestaciones populares y estudiantiles, con banderas antiimperialistas, la piden. Lo mismo hacen militares y de la Iglesia. Éste es el tema crucial de esa década.En las elecciones presidenciales de 1962 triunfa Raúl Haya de la Torre, candidato del APRA, por catorce mil votos. Belaúnde Terry, su contendiente, la oligarquía y los militares alegan fraude. A la semana- antes de que Prado entregue la presidencia- los militares dan el golpe.Toma el poder una Junta militar (1962-1963). Anuncia que pondrá orden a la agitación política y social que convulsiona al país y dará solución a los problemas derivados de esa sociedad injusta, pues presión no se acallará el malestar del pueblo. En efecto, la Junta importantes medidas de corte social: expide una ley de reforma agraria, legaliza la toma de tierras por los campesinos, les reconoce el «control de facto» de las tierras que han ocupado, pero exige que sean pagadas. Nunca lo hacen. No obstante, reprime a los campesinos en la sierra para mantener el orden público. En corto tiempo-como lo había prometido- celebra elecciones. Se retira con prestigio. Ha realizado reformas importantes y cumple con su palabra de entregar el poder.Fernando Belaúnde Terry (1963-1968) es elegido presidente. Derrota a Haya de la Torre. Belaúnde ofrece medidas reformistas, lleva gente nueva al gobierno y promete dar solución al problema con la IPC en noventa días. La nacionalización del petróleo ha sido uno de los temas centrales de su campaña.El pueblo ve en Belaúnde una promesa de renovación y de cambio. los primeros noventa días presenta una ley ejecutiva sobre reforma agraria pero el Congreso, dominado por una alianza mayoritaria del APRA y UNO (Unión Nacional Odriísta) la modifica para no afectar intereses de poderosos latifundistas nacionales y extranjeros. Sus propieda-des quedan intactas. La reforma sólo se aplica en zonas de conflicto en la sierra. Campesinos e indígenas esperan que Belaúnde cumpla con su pro-mesa de dar solución a los problemas de tierra. El gobierno envía a la sierra -comisiones de expertos en reforma agraria, cooperativas, préstamos estatales e investigadores sociales con el propósito de atender sus demandas. La cuestión no se arregla. A mediados de 1963 en todos los departamentos de la sierra -con excepción de Puno- ocurre una ola de tomas violentas de tierras con la consigna «Tierra o Muerte». En éstas parte cerca de trescientos mil campesinos, comuneros, colonos y trabajadores. Son reprimidas con violencia y algunas terminan en baños sangre. El movimiento campesino toma fuerza con el apoyo de estudiantes, de militares en retiro y de abogados que les ayudan a crear organizaciones comunitarias y sindicales.El gobierno de Belaúnde pierde apoyo y prestigio en amplios sectores. -Tiene al Congreso en contra. Sus medidas reformistas son bloqueadas por la la Alianza del APRA y UNO frustrando las esperanzas del pueblo. Reacciona con violencia cuando ocurre una inesperada devaluación de la moneda en un 44 por ciento -Belaúnde había asegurado que no se haría- y no ha resuelto el problema con IPC como prometía. En la el MIR y el ELN, grupos armados surgidos bajo su gobierno, están atizando el fuego. Belaúnde promete liquidados.La opinión pública se entera de que Belaúnde ha realizado negociaciones secretas con la IPC y que ha llegado a un acuerdo. Lo hace público. Dice que la IPC entregará pozos a cambio de condonarle una deuda de alrededor de doscientos millones de dólares (otros afirman que seiscientos millones) con el compromiso de ampliar y modernizar instalaciones. Continuaría con el monopolio de la gasolina por un periodo de cuarenta años. El gobierno le otorga en concesión un mi-llón de hectáreas para nuevas exploraciones de petróleo.Líderes políticos comprueban que tales acuerdos son lesivos de los intereses nacionales y que Belaúnde ha ocultado partes importantes. Acción Popular, su partido, le retira su apoyo, el APRA se lava las manos y el influyente diario El Comercio arremete contra el presidente y le pide al ejército hacerse cargo de la situación. El gobierno naufraga en una profunda crisis de legitimidad, envuelto en ese escándalo y en otro de contrabando, a gran escala, en el que aparecen implicados congresistas, altos funcionarios y miembros de las fuerzas armadas. Es la corrupción a alto nivel. El engaño de Belaúnde al país y el comportamiento de las mayorías del Congreso que por mezquinas razones políticas han bloqueado importantes reformas sociales y han manejado irresponsablemente los fondos públicos son intolerables para muchos y en especial para los militares. Comparten el clima antioligárquico que se afianza en el país y toman el poder para realizar el cambio. El 3 de octubre de 1968 el general Juan Velasco Alvarado derroca a Belaúnde y lo deporta a Buenos Aires.La insurgencia de los años sesentaLa situación de Perú, económica y social, es caldo de cultivo de la insurgencia y de la lucha armada revolucionaria. La Revolución cubana les sirve de estímulo. Es una sociedad semirrural en la que las mayorías, campesinas e indígenas -descendientes de los incas-, analfabetas, están sumidas en la miseria, en el total abandono y son explotadas como bestias por gamonales y terratenientes. Al otro lado de la escala social está la reducida clase aristocratizante y antidemocrática, dueña de extensos latifundios, que tiene control de los principales sectores económicos y de los grandes diarios y cuya enorme influencia juega un papel determinante en los destinos del país.Con el apoyo de estudiantes y de sectores de clase media y de la pequeña burguesía, los campesinos y los obreros continúan organizándose en sindicatos. La figura principal del movimiento campesino e indígena en la sierra es Hugo Blanco, un «disciplinado trotskista», que se instala allí para impulsarlo. Ayudados por abogados cuzqueños, comienzan a vincularse a la Federación de Trabajadores del Cuzco, dominada por el Partido Comunista.Blanco quiere que el Movimiento Sindical Campesino se convierta en una fuerza democrática que pueda enfrentarse al poder patronal, manejado por gamonales. No pretende alentar la lucha revolucionaria por el poder (así lo afirma en 1964 desde la cárcel), pues lo considera prematuro. Su objetivo es dar solución al problema de tierras, defender a los campesinos e indígenas en las ocupaciones de tierra e impedir que sean atropellados por el ejército, por gamonales y por terratenientes. Alarmados con los levantamientos campesinos y por la toma de tierras, los terratenientes, los gamonales y la prensa limeña -portavoz de la oligarquía- piden al gobierno reprimirlos e impedir que continúen organizándose. La prensa comienza a alertar sobre la labor de Hugo en la sierra.En 1963, en una gran ofensiva contra el movimiento campesino –bajo el gobierno de Belaúnde-, Blanco y casi toda la cúpula diri-gente campesina e indígena son detenidos. No obstante, la lucha continúa. -En las ciudades las corrientes populares toman impulso y ganan espacio político. La respuesta a esos conflictos, que más de una vez se originan en empresas transnacionales, es la violenta represión con sal-dos de muertos y de heridos.A pesar de la represión, las fuerzas populares, estudiantiles, intelectuales -y de Izquierda, cada día más radicalizadas, siguen luchando por la apertura política y democrática. La contienda ideológica chino-sovié-tica del momento produce las consabidas controversias político-ideoló-gicas y el fraccionamiento de los partidos de izquierda. De éstos surgen grupos armados. Del APRA surge el Comité de Defensa de los Prin-cipios Apristas y de la Democracia Interna, el APRA rebelde y más tarde el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y Vanguardia Re-volucionaria. Y el Frente de Izquierda Revolucionaria (FIR) y el Ejér-cito de Liberación Nacional (ELN), ambos dirigidos por cuadros que salen del Partido Comunista y de la juventud comunista.Al ELN, procastrista, lo conforman estudiantes, intelectuales, políticos, -obreros comunistas y algunos campesinos. Es de tendencia «foquis-ta» y su proyecto político es el gobierno popular, la expulsión de los monopolios extranjeros, la revolución agraria, la soberanía nacional y la amistad con todos los pueblos. El ELN es «infiltrado» y sufre desercio-nes y delaciones. De sus filas salen los mejores informantes del ejército y los peores enemigos de la guerrilla. En 1965 el ejército provoca un enfrentamiento con el ELN que es un desastre para la guerrilla.El MIR siempre está en convulsión, en polémicas, en pugnas y en luchas internas y con una estrategia errada según Héctor Béjar, uno de sus militantes. Pretende, sin hombres suficientes, crear tres frentes para obligar al ejército a dispersarse. Pero la superioridad numérica del ejército – tiene cincuenta mil hombres en armas- le permite llevar la guerrilla simultánea en varios frentes y lo golpea duramente. A pesar de las discrepancias conceptuales, políticas y estratégicas entre el ELN Y el FIR, hacen esfuerzos para unirse y coordinar la acción. No lo logran. Sin saberlo dan combates más o menos simultáneos contra el mismo objetivo. El MIR y Blanco tampoco logran superar sus discrepancias, que no eran insuperables, comenta Béjar.A nivel político la situación de la izquierda no es mejor. En 1961, Juan Pablo Chang y un grupo que no milita en ningún partido crean la Asociación para la Unificación de la Izquierda Revolucionaria (APUIR), cuyo objetivo es crear el Partido Único de la Revolución con las organizaciones y partidos de izquierda y dar un fuerte apoyo a la lucha campesina y a Hugo Blanco, que en 1961 aún está en la sierra sin soporte político. En 1963 el ejército lo captura. Los partidos ignoran ese llamado a la unidad y los pocos que apoyan a Blanco no le dan lo que más necesita en ese momento que es dinero, hombres y armas.Un factor negativo en la lucha insurreccional peruana es el comportamiento político de la «nueva izquierda». Está desunida, fraccionada, se atacan unos a otros públicamente y no tiene planteamiento ideológicos y políticos coherentes. No estudia a fondo la complejidad de la realidad peruana, escribe Béjar. Esa desunión y discordia política también se da en las organizaciones campesinas. Su lucha se debilita y es más vulnerable frente al ejército.En siete meses de intensos combates el ejército desarticula los movimientos armados, liquida sus frentes y encarcela a sus máximos dirigentes. Muchos guerrilleros se pasan al bando enemigo y facilitan su tarea. Los «nasseristas» criollosEl general Juan Velasco Alvarado (1968-1975) prepara el golpe contra Belaúnde con un grupo de oficiales sin consultar con nadie. Cuando toma el poder negocia con los altos mandos. Anuncia que el «gobierno revolucionario» - así lo denomina - será colectivo de las fuerzas armadas, liderado por una Junta Revolucionaria, integrada por los generales más antiguos y de más alto rango. Conforma el gabinete con la más alta jerarquía castrense. Los militares del gobierno revolucionario son progresistas, nacionalistas, antiimperialistas y antioligárquicos. Por esa tendencia – ajena a las dictaduras militares del continente - se les llama «nasseristas». El gobeirno no es represivo, pero mantiene el orden con la fuerza, no incluye los sectores populares en el gobierno pero les da participación política a través de cooperativas y de organizaciones comunales y sindicales. Da tierra a los campesinos y a los trabajadores rurales para explotarlas de forma asociativa. Los partidos políticos siguen funcionando pero ya no tienen peso frente al gobierno. No toca a la prensa, bastión de la oligarquía, pero en 1974 la estataliza.Este gobierno militar pone fin al largo período de la alianza de militares y las oligarquías que por primera vez carecen de fuerza política. Las nuevas fuerzas son las clases media y popular que entran a la escena política. Es un hecho revolucionario -escribe el historiador Pease García-, pues genera el cambio de clases. Los nasseristas son también una nueva clase militar, distinta a la que rige los destinos del país en los últimos veinte años. Comienzan a modernizarse, a depurarse y a prepararse profesionalmente en el Centro de Altos Estudios Militares (CAEM), creado en 1956. Allí los oficiales reciben preparación científica y analizan y estudian los problemas nacioles. El objetivo del centro es la formación de cuadros para la ejecución de planes nacionales de desarrollo y de política exterior, de modernización del país y del fortalecimiento de Perú en la arena internacional. La mayoría de la oficialidad, de clase media, es conciente de la situación de desigualdad de la sociedad peruana, de la pobreza del pueblo y del abandono de las masas populares y campesinas por parte de los gobiernos. Entiende que tal situación es la causa del malestar general y de la insurgencia. Entiende que la represión, sin tratar de dar solución a los problemas que originaban el malestar social, es errada y un camino peligroso. Su diagnóstico sobre la situación del país es pesimista: el subdesarrollo peruano es más agudo que el de los países vecinos, el poder real está en manos de latifundistas, agroexportadores, banqueros y empresas extranjeras - la mayoría norteamericanas - cuyos intereses en general no son los del pueblo ni los del país. El desarrollo debe ser planificado. En 1969 la poderosa prensa tiene el primer choque frontal con el gobierno cuando intenta controlarla. Sus directores acusan a Velasco de comunista, de atentar contra la propiedad privada y hacen fuertes críticas a su reforma agraria. Cinco años después Velasco la estataliza.El gobierno monopoliza el manejo de la economía, de los latifundios agroindustriales, del comercio exterior y de la banca. En 1969 expide la Ley de Reforma Agraria para dar tierra a campesinos e indígenas y ampliar la producción de alimentos para cortar el drenaje de divisas. Expropia latifundios nacionales y extranjeros y con la Ley de Reforma Industrial «peruaniza» las empresas privadas, las convierte en empresas mixtas y ensaya el sistema de cogestión obrera siguiendo el modelo yugoslavo.La expropiación a manu militari - a los seis días del golpe - del complejo petrolífero de la IPC, la nacionalización de plantas industriales, de ingenios azucareros, de plantas de productos químicos, de papel - pertenecientes a la W. R. Grace - y de la Corporación Cerro de Pasco – norteamericana -, con sus grandes reservas de cobre, estaño, oro y plata, son aplaudidas por el país. Tal respaldo le da una sustantiva legitimidad al gobierno y le permite avanzar en sus programas de cambio de la estructura económica para centralizar su manejo. La pequeña burguesía intelectual y política apoya al gobierno y algunos colaboran y ocupan cargos de significación.Tal política le reporta enormes tensiones con Estados Unidos. El gobierno teme que le aplique sanciones como lo hace con Cuba. Washington teme a su vez que un tratamiento semejante pueda llevar a la «cubanización» de Perú y actúa con cautela. Nixon envía un representante para tratar la cuestión de la IPC sin ningún éxito. Pero cuando la armada peruana captura barcos pesqueros norteamericanos en aguas territoriales, le corta la ayuda militar y le suspende la venta de armas. El gobierno peruano, en represalia, expulsa la misión militar deEstados Unidos y no permite que la Comisión Rockefeller, en gira por el continente por encargo de Nixon, entre en Perú.La política exterior de Velasco Alvarado es tercermundista, independiente y de apertura. Estrecha relaciones con los países comunistas. En 1971 reestablece relaciones con Cuba y lidera un movimiento regional para que la OEA levante las sanciones que le impuso en 1964. En 1974 Perú ingresa en el Movimiento de Países No Alineados.En 1975 comienza una grave crisis económica provocada por la recesión mundial, la caída de los precios de sus principales productos de exportación y la reducción de sus exportaciones. La deuda externa, el déficit fiscal y de la balanza de pagos y la inflación van en ascenso. En contra de su retórica tercermundista, Velasco se somete a las exigencias del Fondo Monetario Internacional.Esta crisis provoca movilizaciones populares, protestas sindicales y huelgas -el gobierno las «ilegaliza»-, una de la policía deja Lima sin control policial. Tal situación es aprovechada por miles de maleantes para saquear el comercio. Esta huelga es sofocada con máximo rigor. La tensión crece con conflictos fronterizos con Bolivia y Chile en julio y agosto de 1975.Los militares están descontentos con la situación y el 29 de agosto lo obligan a renunciar. Velasco sale solo del palacio presidencial, inadvertido para el pueblo limeño. Se va, pero deja un nuevo Perú, Le ha dado el vuelco. Ha favorecido a las masas y ha reducido el poder de las oligarquías. Pero las graves dificultades económicas, sociales y políticas que afectan a todo el país abren las puertas a la oposición, tanto de izquierda como de derecha. Todos están descontentos. El general Francisco Morales Bermúdez (1975-1980), su sucesor, entierra la Revolución nasserista y el país regresa a lo de antes. Es el final de una experiencia extraordinaria, manejada por militares progresistas, con conciencia social, que ha despertado grandes esperanzas en las masas peruanas y es admirada más allá de sus fronteras.Tomado de: "Los amos de la guerra. El intervencionismo de Estados Unidos en América Latina. De Eisenhower a G. W. Bush". Barcelona: Debate, 2005, pág. 194-203.

AUTOR: CLARA NIETO, PUBLICADO EN EL REPORTERO DE LA HISTORIA, OCTUBRE 2007

PORQUE SE FUNDO LA REPUBLICA?

El Perú moderno (lo hemos dicho muchas veces) debe a la época pre-hispánica la base territorial y parte de la población; de la época hispánica provienen también la base territorial, otra parte de la población y el contacto con la cultura de Occidente; y la época de la Emancipación aporta el sentido de la independencia y de la soberanía. Mas en esta última etapa, madura asimismo un elemento psicológico sutil que puede ser llamado la promesa.El sentido de la independencia y de la soberanía no surge bruscamente. Dentro de una concepción estática de la historia el período de tiempo comprendido entre 1532 y 1821 se llama la Colonia. Para una concepción dinámica de la historia, dicha época fue la de la formación de una sociedad nueva por un proceso de rápida “transculturación”, proceso en el cual aparecieron como factores descollantes la penetración de los elementos occidentales en estos países, la absorción de elementos de origen americano hecha por Occidente, el mestizaje, el criollismo y la definición de una conciencia autonomista.Los americanos se lanzaron a la osada aventura de la Independencia no sólo en nombre de reivindicaciones humanas menudas: obtención de puestos públicos, ruptura del monopolio económico, etc. Hubo en ellos también algo así como una angustia metafísica que se resolvió en la esperanza de que viviendo libres cumplirían su destino colectivo. Nada más lejos del elemento psicológico llamado la promesa que la barata retórica electoral periódica y comúnmente usada. Se trata, de algo colocado en un plano distinto de pasajeras banderías. Aún en los primeros momentos de la independencia así quedó evidenciado. Los llamados separatistas o patriotas entraron en discordias intestinas demasiado pronto, antes de ganar esa guerra, aún antes de empezar a ganarla. Se dividieron en monárquicos y republicanos y los republicanos, a su vez, en conservadores y liberales, en partidarios del presidente vitalicio y del presidente con un período corto de gobierno, en federales y unitarios. Y sin embargo, a pesar de todo el fango que con tal motivo mutuamente se lanzaron, y a pesar de la sangre con frenesí vertida entonces, para todos ellos esa victoria en la guerra de la Independencia al fin lograda después de catorce años, apenas si fue un amanecer. Bolívar y San Martín, Vidaurre y Luna Pizarro, Monteagudo y Sánchez Carrión, por hondas que fuesen sus divergencias, en eso estuvieron de acuerdo.Las nacionalidades hispano-americanas tienen, pues, un signo dinámico en su ruta. Su antecedente inmediato fue una guerra dura y larga; su origen lejano, un fenómeno de crecimiento espiritual dentro del proceso vertiginoso de la “transculturación” de la civilización occidental en este suelo simbólicamente llamado el “Nuevo Mundo”. Y por eso se explica que en el instante de su nacimiento como Estados soberanos, alejaran su mirada del ayer para volcarla con esperanza en el porvenir.Esa esperanza, esa promesa, se concretó dentro de un ideal de superación individual y colectiva que debía ser obtenido por el desarrollo integral de cada país, la explotación de sus riquezas, la defensa y acrecentamiento de su población, la creación de un “mínimun” de bienestar para cada ciudadano y de oportunidades adecuadas para ellos. En cada país, vino a ser en resumen, una visión de poderío y de éxito, para cuyo cumplimiento podrían buscarse los medios o vehículos más variados, de acuerdo con el ambiente de cada generación.En el caso concreto del Perú, sin saberlo, la promesa recogió algunos elementos ya conocidos en el pasado trasformándolos. Los incas para sus conquistas inicialmente procuraron hacer ver a las tribus cuya agregación al Imperio buscaban, las perspectivas de una vida más ordenada y más próspera. Más tarde, incorporado el Perú a la cultura occidental, su nombre sonó universalmente como fascinador anuncio de riqueza y de bienestar. Al fundarse la Independencia, surgió también, un anhelo de concierto y comunidad: “Firme y feliz por la Unión”, dijo, por eso, el lema impreso en la moneda peruana. Y surgió igualmente en la Emancipación un anuncio de riqueza y de bienestar proveniente no sólo de las minas simbolizadas por la cornucopia grabada en el escudo nacional sino también por todas las riquezas que el Perú alberga en los demás reinos de la naturaleza, que el mismo escudo simboliza en la vicuña y en el árbol de la quina. Un fermento adicional tuvo todavía la promesa republicana que el “quipu”, inca y el pergamino colonial no pudieron ostentar porque ambos correspondían a un tipo de vida socialmente estratificada: el fermento igualitario, o sea el profundo contenido de reivindicación humana que alienta en el ideal emancipador y que tiene su máxima expresión en el “Somos libres” del himno.Lágrimas de gozo derramáronse en la Plaza de Armas de Lima el 28 de julio de 1821; con majestad sacerdotal se sentaron los hombres del primer Congreso Constituyente en sus escaños; heroicamente fueron vertidos torrentes de sangre tantas veces, estentóreos sonaron los gritos de tantas muchedumbres incluyendo las que vocearon su solidaridad con México, Cuba y Centro América amenazados y las que combatieron cantando el 2 de mayo de 1866. Y sin embargo ¡cuán pronto se escucha también en nuestro siglo XIX quejas y protestas, voces de ira y desengaño, recitaciones vacías, loas serviles, alardes mentidos, y se ven al mismo tiempo, encumbramientos injustos, pecados impunes, arbitrariedades cínicas y oportunidades malgastadas!A pesar de todo, en los mejores, la fuerza formativa e inspiradora de la promesa siguió alentando. Dejarla caer implicó el peligro de que otros la recogieran para usarla en su propio beneficio, quizás sin entender bien que el destino dinámico de estas patrias, para ser adecuadamente cumplido, necesita realizarse sin socavar la cohesión nacional y los principios necesarios para el mantenimiento de su estabilidad. Porque careciendo de otros vínculos históricos, algunos de estos países tienen como más importante en común sólo su tradición y su destino.En aquel ámbito de la vida republicana sobre el cual resulta posible intentar un juicio histórico, llaman preferentemente la atención dos entre los diferentes modos como se intentó el cumplimiento de la promesa: el debate entre las ideas de libertad y autoridad y el afán de acelerar el progreso material.El dilema libertad-autoridad no estuvo felizmente planteado por los ideólogos del siglo XIX. Los liberales se dejaron llevar por la corriente de exagerado individualismo que después de la Revolución Francesa surgió en Europa. Tuvieron de la libertad un concepto atómico y mecánico. No miraron a la colectividad como a una unidad orgánica. En las Constituciones de 1823, 1828, 1834, 1856 y 1867 intentaron el debilitamiento del Ejecutivo y pusieron en todo instante una fe excesiva en el sufragio, cuya máxima ampliación buscaron. Por su parte, los conservadores fueron incrédulos ante la ilusión del sufragio, criticaron la acción del Poder Legislativo (léanse, por ejemplo, las páginas de “La Verdad” en 1832 y las notas de Bartolomé Herrera al texto deDerecho Público de Pinheiro Ferreira) y quisieron fortalecer el Ejecutivo. Pero a veces les caracterizó su falta de espíritu de progreso, su carencia de fe en el país y su poca cohesión. Los liberales, en cambio, tuvieron seducción en su propaganda, optimismo, inquietud por los humildes. Cabe pensar, por eso, que el ideal habría sido “encontrar, una fórmula que recogiendo los matices mejores de ambas concepciones fuese hacia un Estado fuerte pero identificado con el pueblo para realizar con energía y poder una obra democrática” (Son palabras de quien escribe también estas líneas, incluidas en un estudio titulado “La Monarquía en el Perú”, que se publicó en 1928).El afán exclusivo por el progreso material se plantea por primera vez en gran escala por acción de Enrique Meiggs hacia 1870. Este hombre de negocios norteamericano había vivido en Estados Unidos durante el rápido tránsito de dicho país desde la vida agrícola hacia la vida industrial. Había visto Meiggs, por lo tanto, surgir y desarrollarse aquella exuberancia de energía, aquella actividad casi frenética que siguió a la guerra de Secesión, mediante las construcciones de ferrocarriles, la difusión del teléfono y del cable y las especulaciones osadas de los bancos y bolsas comerciales. Modelar el continente para beneficio del hombre y participar en las grandes ganancias que de allí resultan: ese fue el ideal de dicha época. Meiggs quiso aplicar bruscamente la misma panacea en el Perú. De allí la febril construcción de ferrocarriles, los grandes empréstitos, “el vértigo comercial que arrastró a los hombres de negocios a toda clase de negocios”. Bien pronto sin embargo vinieron la formidable oposición ante la nueva política económica, la tragedia de los hermanos Gutiérrez, la crisis que precedió a la guerra con Chile. La experiencia evidenció así que el desarrollo material del país no debía ser una meta única. Evidenció también que este mismo desarrollo, para ser sólido, necesita basarse no sólo en la hacienda pública sino también en una permanente estructura industrial y comercial, y que en la administración fiscal preciso es dar importancia, al lado del aumento de las rentas y de los gastos, a un maduro y sistemático plan económico.¿Para qué se fundó la República? Para cumplir la promesa que en ella se simbolizó. Y en el siglo XIX, una de las formas de cumplir esa promesa pareció ser durante un tiempo la preocupación ideológica por el Estado y más tarde la búsqueda exclusiva del desarrollo material del país. En el primer caso, el objetivo por alcanzar fue el Estado eficiente; en el segundo caso, fue el país progresista. Mas en la promesa alentaba otro elemento que ya no era político ni económico. Era un elemento de contenido espiritual, en relación con las esencias mismas de la afirmación nacional. ¿Comprendieron y desarrollaron íntegramente y de modo exhaustivo ese otro matiz de la promesa los hombres del siglo XIX que, por lo demás, no malograron ni la estabilidad del Estado ni el integral progreso del país? He aquí lo que un peruano, también del mismo siglo escribió: “Como individuo y como conjunto, finalmente, el hombre necesita tener un ideal que perseguir, una esperanza que realizar. Por ese ideal y conforme al que se trazan, se hacen los hombres y los pueblos. Cuando carecen de él se arrastran, como nosotros, perezosos, desalentados, perdidos en el desierto, sin luz en los ojos ni esperanza en el corazón. Crearlo digno y levantado y mantenerlo siempre viviente para los individuos y para el conjunto es suprema necesidad de todo el pueblo y misión encomendada a los que lo guían”.(*)
AUTOR : JORGE BASADRE
LA PROMESA DE LA VIDA PERUANA Y OTROS ENSAYOS;editorial juan mejia baca,1958

LOS DERECHOS HUMANOS PRIMERO

El derecho internacional de los derechos humanos (DDHH) es rotundo al subrayar su primacía sobre cualquier otro tipo de obligación internacional. Esa primacía debe respetarse, en especial, durante la negociación y celebración de tratados internacionales ligados al comercio internacional que hacen hincapié en la promoción y protección de los “derechos” de empresas e inversionistas, en contraste con los tratados de DDHH que protegen los derechos de todas las personas por igual, prevén una protección especial a los sectores vulnerables y mecanismos internacionales para asegurar su efectividad.
La mayor parte de estos tratados enfatiza el interés de las empresas transnacionales, y el de los gobiernos que las representan, en favorecer no solo la libre circulación de mercancías, sino también la desregulación y limitación de la intervención de los Estados en la economía con el objeto de someter la actividad económica al poder de quienes controlan los mercados. Ignoran así que ni el mercado ni la competencia pueden, por sí mismos, garantizar la vigencia de los DDHH, ya que esta depende, esencialmente, de la capacidad estatal para garantizar y responsabilizarse por la vigencia de estos derechos.
La primacía de los DDHH se encuentra establecida en el artículo 103 de la Carta de la ONU, conforme al cual en caso de conflicto entre las obligaciones contraídas por los Miembros de las Naciones Unidas en virtud de su Carta y sus obligaciones contraídas en virtud de cualquier otro convenio internacional, prevalecerán las obligaciones impuestas por la Carta. También lo esta en Declaraciones como la de la Conferencia Mundial de DDHH de 1993, en la que 171 Estados aprobaron la Declaración y Programa de Acción de Viena, cuyo punto resolutivo primero deja en claro que la promoción y protección de los DDHH es la primera responsabilidad de los Estados1.
Lo mismo ocurre en la OEA, cuya misión histórica es, según su carta constitutiva, ofrecer a los hombres y mujeres de América una tierra de libertad y un ámbito favorable para el desarrollo de su personalidad y la realización de sus justas aspiraciones; así como un régimen de libertad individual y de justicia social, fundado en el respeto de sus derechos esenciales y la consolidación de las instituciones democráticas, reafirmando los principios y propósitos que la Humanidad confió a las Naciones Unidas2. Criterio ratificado cuando se adoptó la Carta Democrática Interamericana (2001), mediante la cual se reconoció el respeto a los DDHH y las libertades fundamentales, como elemento esencial de la democracia3.
Si el derecho mercantil internacional ha adquirido proporciones y características que amenazan la vigencia de muchas de las obligaciones asumidas por los Estados en materia de DDHH, es imperativo actuar para que los procesos de integración y liberalización del comercio no continúen ignorando la primacía de los DDHH. Con mayor razón cuando nuestros países, en la Comunidad Andina, viene negociando un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea.
Para lograr este objetivo es necesario insertar en estos acuerdos una Cláusula Democrática (CD) que, en calidad de esencial y predominante de los mismos, asegure un marco de protección para los DDHH y el respeto del Estado Democrático de Derecho en cada una de las partes contratantes. Como contrapartida, toda violación a los DDHH o a los principios democráticos debe generar la pérdida o suspensión de los beneficios del tratado, tal como ya se prevé en algunos de los acuerdos que la propia UE, aunque de manera aún insuficiente, ha acordado con otros países y regiones, como es el caso de México, Chile y Cotonú (Asia, Caribe y el Pacífico).
1 ONU, “Conferencia Mundial de Derechos Humanos”, A/CONF.157/23 , 12 de julio de 1993
2 Artículos 1º y 2º de la Carta de la OEA.
3 Artículo 3 de la Carta Democrática Interamericana.

AUTOR : JAVIER MUJICA, ACTUALIDAD ECONOMICA DEL PERU,5/14/2008

UN TIGRE QUE ERA OTORONGO

Cuatro niños menores de cinco años han muerto en estos últimos días en Huancavelica.Han muerto de neumonía, que es el azote de las alturas y la especialidad cuchillera de las heladas.En lo que va del año, sólo en ese departamento se han reportado 7,846 casos pediátricos de enfermedades respiratorias agudas.Mientras nos enterábamos de esa noticia –pura cacofonía informativa en la agenda de nuestra “economía emergente”–, el ministro de Agricultura, el muy próspero banquero Ismael Benavides, tenía que reconocer, enfrentado a la prensa extranjera de visita gracias a la Cumbre, que en Huancavelica la pobreza actual llega al 88 por ciento de la población.No sólo eso: encarado por las cifras, Benavides hubo de admitir una redundancia que parece plaga bíblica: que la pobreza ha aumentado en la miseria. Traducción toponímica: Ayacucho, Pasco y Huancavelica son ahora, si cabe, más pobres que hace tres años.Y al sur del país, el que casi le da el triunfo a Ollanta Humala, Benavides le dedicó una generalización que sólo el cuarto mundo puede arropar: 70 por ciento de pobreza, 30 por ciento de desnutrición.Ese es el rostro por lo general negado del Perú. Hay que reconocerle a Benavides el coraje que a otros les es negado. Habría que preguntarle, sin embargo, qué está haciendo él, como encargado del sector agrícola, para pelearle a la muerte la propiedad de tanto territorio y la desaparición precoz de tantos niños. Y la verdad es que es muy poco lo que Benavides puede hacer si se piensa que el doctor Alan García ya apostó por la agroexportación, desdeñando el concepto de la autosuficiencia alimentaria en un país que, mucho antes de los García o los Benavides o los Hildebrandt, pudo alimentar a su pueblo engriendo a la tierra, guardando sus frutos en las cadenas de frío de los nevados y sembrando en las laderas colgantes de la montañería. Y es que la derrota de los precolombinos fue también el acabóse de la agricultura como centro del hombre. Los forasteros ignoraban que el verdadero Potosí estaba en las semillas que ellos mandaron descuidar.Ayer, primer día de la Cumbre sobreestimada, los peruanos nos hemos dado un baño helado de realismo. Antes de que Benavides nos hablara del avance de la pobreza en las sierras donde Sendero Luminoso ensayó sus primeras lecciones de marxismo mutante y maoísmo armado, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) nos había lanzado a la cara otros números hostiles: el Producto Bruto Interno (PBI) del Perú sólo ha crecido 5,5 por ciento en el mes de marzo, el rango más bajo de los últimos dos años. Es cierto que el promedio de incremento del PBI en el primer trimestre del 2008 sigue siendo muy alto (9,27%), pero ningún experto pudo prever un bajón tan drástico como el de marzo.Además, como para que siguiera lloviendo sobre la fogata, el INEI también dijo que la inflación, medida en los últimos doce meses de marzo del 2007 a marzo del 2008, ha trepado al 9,1 por ciento, cifra que ya empieza a preocupar a los más optimistas. Si a esto le agregamos el dato de que el sector agropecuario creció –también en marzo– sólo 0,42 por ciento, estaremos frente a una diversidad de síntomas que apuntan a que el piloto automático del modelo ultraliberal peruano ha dejado de funcionar, lo que debería imponer una navegación manual y unas correcciones de rumbo que nos eviten la tormenta.¿Querrá García tomar los controles de este avión ensamblado en los viejos hangares del Consenso de Washington?Lo más probable es que no. Converso como Constantino, inflexible como Sixto V, milagrero como San Bonifacio, García y su nueva iglesia viven todavía una luna de miel sin sobresaltos. García debe estar convencido de que una mano decisiva (y claro que invisible) lo sacará del apuro y lo devolverá al hit parade de las economías anabolizadas por la inversión extranjera y los tratados de libre comercio.En todo caso, ayer por la mañana, entre las cifras de la pobreza ­acrecentada y las del crecimiento decrecidas, los peruanos supimos que es muy difícil ser indefinidamente el tigre sudamericano que crece a tramos chinos y que “The Economist” recomienda como vacaciones para inversionistas. Ayer, como si nos despertáramos de un sueño borgiano, volvimos a parecer el otorongo que nos es tan cercano.

AUTOR : CESAR HILDEBRANT, DIARIO LA PRIMERA,5/14/2008