sábado, 14 de abril de 2012

¿Por qué tienen que decidir los banqueros quién paga el desastre en que está Europa?

Por Aditya Chakrabortty *



Lo que van a leer, lo reconozco, suena a una teoría conspirativa. Comprende gente poderosa que se reúne en despachos particulares, cientos de miles de millones de euros y arreglos clandestinos que determinan el destino de países enteros. Lo único que falta es un montículo de hierba [uno de los enigmas del asesinato de Kennedy] o una banda errante de illuminati. Hay, sin embargo, dos diferencias cruciales: estos acontecimientos todavía se están desarrollando…y son más preocupantes que cualquier fantasía acerca de quien-mató-a-JFK que yo haya oído.
Volvamos mentalmente a las conversaciones sobre la crisis del euro el año pasado, cuando se estaba decidiendo el futuro de Grecia. Cuánto debía pagar Grecia a sus alguaciles en los bancos, en qué condiciones, y las penurias que habrían de soportar los griegos del común como resultado.
Hubo momentos en que el conjunto de 2011 pareció una larga cumbre europea, cuando se oía hablar de Papandreu y Merkozy más de lo que era estrictamente necesario. Pero lo más probable es que no encontraran ustedes muchas referencias a Charles Dallara y Josef Ackermann.
Se trata de dos de los banqueros más veteranos del mundo, de los que están entre el 1% del 1% más alto. Dallara trabajó en el Tesoro con Ronald Reagan, antes de pasar a Wall Street, en tanto que Ackermann es alto ejecutivo del Deutsche Bank. Pero su papel en las negociaciones del euro, y a la hora, por tanto, de decidir el futuro de Grecia, consistía en actuar como representantes del Instituto Internacional de Finanzas [Institute of International Finance,
www.iif.com].
El IIF es un grupo de presión de 450 de los mayores bancos del mundo, entre cuyos miembros se cuentan Barclays, RBS y Lloyds. Dallara y Ackermann y sus colegas estuvieron presentes a lo largo de esas cumbres del euro, y disfrutaron de un singular y pasmoso acceso a los jefes de Estado europeos y otros responsables políticos. Los funcionarios de la UE y el FMI consultaron a los banqueros respecto a cuánto debería pagar Grecia, el comisario de Asuntos Económicos Olli Rehn compartió multiconferencias con ellos.  
Se pueden unir todas las piezas estudiando con detalle las informaciones de los medios de comunicación, aunque están avisados: les hará falta un elevado umbral de tolerancia a la televisión europea y las agencias de información financiera. Pero Dallara y compañía también están muy felices de hacer sonar sus trompetas. Tras llegar a un acuerdo el pasado Julio, el IIF publicó una nota en la que se jactaba de su papel de   "catalizador" y vindicando que su oferta "forma parte integral de un paquete completo".
A estas alturas ya habrán captado la gracia del chiste: ese acuerdo de julio fue terrible para los griegos y brillante para los banqueros. Fue duramente criticado en su momento, por cercenar solamente un 21% del valor de los préstamos a Grecia, cuando Angela Merkel y muchos otros convinieron que los financieros deberían estar asumiendo un impacto mayor. Tal como señaló más tarde el asesor económico del gobierno alemán,  Wolfgang Franz, en una entrevista: "Si se echa un vistazo al 21% y a nuestra exigencia de una participación de un 50% de los acreedores particulares, el sector financiero ha tenido mucho éxito". Otra forma de expresarlo sería afirmar que los banqueros dominaron incluso al Estado más fuerte de Europa.
Nada de esto era inevitable. Islandia había dejado claro que el suspender sencillamente pagos no llevaba al apocalipsis económico. En toda Grecia hubo protestas repetidas y masivas sobre los enormes recortes de gasto que sufrirían sus ciudadanos para poder pagar a Goldman Sachs y los demás. Y se registró un movimiento creciente en Grecia y Portugal y Francia, entre otros países, cuestionando la legitimidad de algunos de estos préstamos.
Ninguno de estos votantes, ninguna de estas opiniones consiguió siquiera una fracción de la consideración, y no digamos ya una videollamada, concedida a Dallara y Ackermann. En el Observatorio de la Europa Empresarial [Corporate Europe Observatory, www.corporate.org , cuyo lema es "denunciar el poder del cabildeo empresarial en la UE"] de Bruselas, Yiorgos Vassalos ha ido siguiendo el rastro de las negociaciones sobre Grecia: según sus estimaciones, sólo el IIF consiguió ese acceso tan personal e íntimo. Eran éstas cumbres que establecían cuánta penuria habría que imponer al pueblo griego, y no hubo sindicatos o grupos de las sociedad civil que pudieran decir algo. "Los únicos actores clave en esas reuniones eran los gobiernos europeos y los banqueros", afirma Vassalos.
Consciente de las apariencias, la UE ha estado mucho menos dispuesta a reconocer la influencia del grupo de presión de los banqueros. Cuando a los funcionarios europeos les preguntó por vez primera el Observatorio de la Europa Empresarial sobre el alcance del acceso del IIF, respondieron que se limitaba al gobierno griego. Sólo cuando se apuntó que el Wall Street Journal y la agencia de noticias Bloomberg estaban informando de que Dallara se había reunido a medianoche con Merkel y Nicolas Sarkozy en una cumbre de octubre para ultimar una mayor reducción del valor de la deuda griega, se desdijeron los funcionarios: el IIF, reconocieron, había estado negociando con una serie de gobiernos sobre toda una serie de temas relacionados con Grecia.
De manera que los banqueros cuyos excesos contribuyeron a que Europa acabase en este desbarajuste consiguen entonces sentarse en torno a la mesa grande de la UE, como cualquier otro gobierno, y deciden quién debería pagar por ello. Y la respuesta, como no ha de sorprender, es: ellos, no. La pregunta de calado todavía mayor es: ¿por qué se le ha otorgado ese poder a las finanzas? En un trabajo a punto de publicarse titulado Deep Stall [Atasco profundo] el Centro de Investigación del Cambio Sociocultural [Centre for Research on Socio-Cultural Change, de The University of Manchester/Open University  www.cresc.ac.uk ] proporciona una razón: porque tantos países de toda Europa, tanto en su sector público como privado, dependen tanto de los financieros de otros países por lo que respecta al crédito. Entre ellos se cuenta Gran Bretaña, que depende de diez países de la eurozona en préstamos por valor de más del 70% de su renta nacional anual, una proporción mayor incluso que la de Italia. La historia del IIF y de cómo logró tener tan influyente voz en el destino de los griegos del común constituye verdaderamente un capítulo de un relato mucho más amplio: de qué modo a los gobiernos de todo el mundo occidental se los tragó su sector financiero. 

 
Aditya Chakrabortty es columnista y editorialista de economía del diario británico The Guardian. *

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