lunes, 28 de mayo de 2012

Alemania o Grecia: ¿quién tiene de verdad la sartén por el mango en la eurozona?

 Por Marshall Auerback *


Dada la vieja aversión del electorado alemán al "libertinaje fiscal" y a una economía de moneda débil (que, se dice, conduciría inexorablemente a una hiperinflación estilo Weimar), uno se pregunta cual fue el motivo real por el que Alemania se adhirió a una Unión Monetaria Europea tan "grande y amplia",  que incluyó a países como Grecia, Portugal, España y Italia. Para entenderlo, es útil observar el país a través del prisma de las tres Alemanias, del que ya hemos hablado en otros artículos:

Las tres Alemanias
La Alemania 1 es la Alemania del Bundesbank: la parte del país que conserva hasta el día de hoy fobias enormes ante la posible reaparición de una inflación al estilo de Weimar y sigue creyendo de manera casi teológica en una moneda fuerte, con la correspondiente hostilidad a la inflación. Es la Alemania de las "finanzas" como Dios manda y de la "disciplina monetaria". En muchos sentidos, este sector de alemanes son fanáticos economistas de la escuela austríaca. En el fondo de su corazón, a muchos les encantaría probablemente volver al patrón oro como sistema internacional.
La Alemania 2 es el sector internacionalista del país, liderada en su día por Helmut Kohl. Kohl y sus sucesores son probablemente los más destacados exponentes de la idea de que Europa puede librarse del "problema alemán" de una vez por todas, si Alemania se compromete firmemente con los "Estados Unidos de Europa" y sigue construyendo instituciones que vayan empujando en este sentido a la UE. Es discutible si esta visión ha sobrevivido con cierto peso más allá del período de gobierno de Helmut Kohl.
Es fácil percibir la tensión inherente entre estas dos Alemanias. La Alemania del Bundesbank nunca permitiría que ambiguas aspiraciones internacionalistas diluyeran los objetivos de una moneda fuerte, baja inflación y disciplina fiscal. Lo que resulta casi obvio dada la mirada de recelo que dedica al Tratado de Maastricht y las amenazas implícitas en esos ideales.
Lo que nos lleva a la tercera variable clave en la política alemana: la Alemania 3, la Alemania industrial, la Alemania de Siemens, Daimler, Volkswagen, de las grandes empresas siderúrgicas y químicas, de los fabricantes de bienes de capital. Es evidente que estas empresas se han beneficiado enormemente con la orientación económica de instituciones como el Bundesbank, así como del amplio consenso entono a la economía social de mercado de Erhard. Pero también reconocen las ventajas que se derivan de un mercado europeo completamente abierto e integrado (destino de la mayor parte de sus ventas). La unión monetaria, incluso con la participación de manirrotos fiscales como Italia y España, también minimiza la amenaza de una devaluación competitiva de la moneda, dado el carácter paneuropeo del euro (en contraposición al espacio mucho menor de unión monetaria en cuyos estrechos limites se desplegaba el internacionalismo del Bundesbank). La Alemania industrial había percibido certeramente que una zona euro amplia, que incorporase a devaluadores crónicos de moneda como Italia, afianzaría permanentemente su ventaja competitiva. Y con el apoyo de este sector clave de la sociedad alemana, el Canciller Kohl fue capaz de embarcarse en la enorme transformación institucional implícita en el Tratado de Maastricht.
¿Hizo la "Alemania # 3" una mala apuesta?
Hace unos meses parecía que las encuestas de opinión en Alemania mostraban una tendencia positiva de la demanda interna que dejaba atrás el peligro de una recesión. Fue corroborado por un vigoroso crecimiento del empleo en Alemania, que se sitúa en su punto más bajo en veinte años. 
Es verdad que desde entonces se han conocido algunos datos más débiles sobre la producción industrial y las ventas minoristas. Lo que junto al gran descenso en el PMI (Purchasing Managers Index) manufacturero ha reavivado los temores de recesión.
Pero este paquete de datos preocupantes sobre la economía alemana parece desplazado a segundo plano por una nueva oleada de datos positivos con revisiones al alza. Los datos sobre pedidos de fábrica y ventas reales son mucho mejores ahora. Hace unas semanas se publicaron los datos de producción industrial de marzo en Alemania. Mostraban  un importante crecimiento de la producción industrial del 2,8% en marzo; además, hubo una revisión al alza de un punto en relación con los meses anteriores.
Considerando el conjunto de los datos económicos alemanes –ventas minoristas reales, pedidos de fábrica, producción industrial, empleo total y el PMI en el sector servicios (que sigue estando muy por encima de 50)—, no es sorprendente que los datos preliminares del crecimiento del PIB del primer trimestre en Alemania lleguen a un 2%. Sí, es verdad que la periferia continua siendo un desastre; pero Alemania sigue creciendo. También es cierto que la desaceleración en Europa podría llegar el núcleo y que la preocupante pérdida de momentum económico en China acaben por mellar en el futuro la tendencia positiva al crecimiento económico de Alemania. Pero por ahora, no existe ninguna restricción fiscal importante que se pueda mencionar (a diferencia, por ejemplo, de España o Grecia), las tasas de interés internas son extraordinariamente bajas y el empleo ha crecido rápidamente. En definitiva, es probable que, tras absorber un choque de origen comercial y de expectativas que emanaba de la periferia europea, se haya reanudado el crecimiento, empujado por la demanda interna.
La cuestión no es celebrar el modelo económico alemán per se, sino simplemente resaltar que, a pesar de todo, el crujir de dientes y las quejas sobre "el coste" que tiene para Berlín "rescatar" continuamente a la "periferia despilfarradora", la realidad es que a Alemania le ha ido excepcionalmente bien con la zona euro y continúa yéndole bien.
El ilusorio "éxito" de la contrarreforma alemana del estado social
"Alemania # 3" hizo por lo tanto la apuesta correcta: al  bloquear a los devaluadores crónicos en la Unión Monetaria –haciendo imposible que puedan recurrir a  la formula tradicional de devaluar la moneda para recuperar la competitividad de sus exportaciones—, Berlín ha impuesto en la práctica su arraigado modelo mercantilista alemán y consolidado su predominio como la superpotencia comercial de Europa. Las ventajas son evidentes, habida cuenta de los datos contrastados de flujos entre Alemania y los PIIGS.
Por supuesto, uno puede escuchar ya a los apologistas de Alemania proclamando que este éxito es el resultado de tomar "decisiones difíciles" en los primeros años de este siglo, en particular, las llamadas "reformas Hartz". Los alemanes siempre han estado obsesionados con la competitividad de sus exportaciones. Antes del euro, devaluaban el marco alemán para poder aumentar las exportaciones de sus productos a sus vecinos. Pero cuando los alemanes perdieron el control de la tasa de cambio al integrarse en la Unión Económica y Monetaria (UEM), se les acabó el truco. Tuvieron que manipular otras variables del "coste" para vender sus productos baratos. Desde 2002, se concentraron en la congelación de salarios y en los recortes a la red de seguridad social para los trabajadores a través del llamado paquete Hartz de "reformas del estado de bienestar", bautizado así en honor de Peter Hartz, un importante ejecutivo del fabricante automovilístico alemán Volkswagen.
A diferencia del estadounidense Henry Ford, que creaba puestos de trabajo bien pagados porque sabía que una clase media satisfecha era esencial para tener un mercado para sus coches, Peter Hartz tiene una concepción muy distinta de la relación entre los salarios y la economía. En su opinión, la forma de mantener un país "competitivo" es exprimir a sus trabajadores, que es precisamente lo que hicieron sus "reformas". Y tuvo consecuencias desastrosas para el resto de la eurozona -(ver aquí ) [Como un inciso, el otro pequeño inconveniente de las tan cacareadas "reformas" Hartz es que carecen de cualquier tipo de legitimidad democrática. Posteriormente se descubrió que Peter Hartz sólo había conseguido la aquiescencia de los trabajadores alemanes vía el pago ilegal de corruptelas a sus poderosos comités de empresa, (ver aquí ), por lo que fue condenado a una pena de dos años de inhabilitación.]
Las propuestas de Hartz han tenido enormes consecuencias en la redefinición de las políticas de "reforma" del mercado laboral, que durante varias décadas se había caracterizado por su estabilidad. Bill Mitchell y Ricardo Welters han subrayado que, si bien las reformas aparentemente tuvieron éxito a principios de 2003, con una gran cantidad de creación de empleos, hubo un inconveniente: "una vez tocado suelo a mediados de 2003, en el fondo del ciclo, el empleo creció mucho menos rápidamente que en anteriores reactivaciones. Y gran parte del aumento lo fue como "mini empleos" –empleos a tiempo parcial con salarios inferiores a los 400 euros al mes, independientemente de las horas trabajadas". Como Mitchell y Welters señalan, las "reformas" supusieron una disminución real del número de empleos regulares. Los trabajadores quedaron atrapados en los denominados trabajos "mini/midi": una nueva forma de empleo a tiempo parcial con salarios bajos. Sus defensores celebraron su "flexibilidad" y "eficiencia", mientras que sus detractores, como Mitchell, denunciaban que eran empleos a tiempo parcial, más inseguros, con salarios reducidos y pobres condiciones de trabajo.
Es más,  Alemania se benefició de la llamada "ventaja del precursor" (FMA), aplicando las reformas en el contexto de una economía crecientemente globalizada. Exigir contención salarial en medio de una recesión mundial hace prácticamente inviable dicha "reforma", para no hablar de los problemas derivados de la "falacia de composición", cuando todos los demás países pretenden recortar sus salarios para ganar una competitividad exportadora crecientemente esquiva.
La irrupción de una izquierda radical inteligente en Grecia: Syriza, una nueva carta esencial
Y todo ello en un contexto cada vez más amenazante, habida cuenta de las renovadas perturbaciones que azotan la euro zona. La inoportuna erupción democrática en Grecia ha puesto sobre la mesa un nuevo comodín: Syriza, la Coalición de la Izquierda Radical, se ha convertido en una carta esencial. Su nuevo líder Alexis Tsipras, hasta el momento un desconocido parlamentario de izquierda, ha dirigido la Coalición hasta ser el segundo partido más votado en las recientes elecciones legislativas del 6 de mayo con la promesa de repudiar los acuerdos del rescate que los anteriores dirigentes de Grecia firmaron en febrero.
Este horrible brote de auténtica democracia nace, nada más ni nada menos, que en la misma cuna de la democracia. No hay ni que decir que los eurócratas, en el más puro estilo bruselense, están poniendo el grito en el cielo. Una vez más agitan histéricos el "Grecia tiene que salir", a pesar de que la mayor parte de los economistas no se cansan de advertir con todas sus fuerzas que Grecia necesita el Euro y que la alternativa es caer al abismo. Lo que esperan con todas sus fuerzas es que las próximas elecciones les proporcionen un nuevo Quisling griego, que ponga felizmente por obra el feroz y destructivo paquete de "reformas" de ajuste de la Troika, que no ofrecen ninguna esperanza de recuperación a Atenas o al resto de la zona euro. Por el contrario, Syriza representa una amenaza real para la orientación actual de la política fiscal.
Alexis Tsipras, el primer político griego dispuesto a utilizar todos los resortes con los que cuenta su país en la negociación con sus acreedores.
Alexis Tsipras es un gran tipo. A lo menos, es un excelente jugador de póker. Todavía no ha capitulado a esta orquestada presión masiva y dejó claro desde el principio, en la edición alemana del Wall Street Journal, que el pueblo griego tiene otras opciones, aunque no les gusten a los alemanes: Tsipras es, en definitiva, el primer político griego dispuesto a utilizar todos los resortes con los que cuenta su país en la negociación con sus acreedores.
Regla número 1 en las negociaciones: demostrar a la contraparte que, en su caso, tienes opciones creíbles si rompes las negociaciones. Entre otras cosas, Tsipras se ha limitado a señalar que el Estado griego está bastante cerca de un superávit primario. Todo lo que se necesita son unas pequeñas reducciones en salarios y pensiones y el sector público griego se podría financiar en un futuro previsible. Si saliera del euro, el problema de Atenas se convertiría de repente en el problema de la zona euro.
Sí, Grecia sólo constituye un mero 2% del PIB de Europa. Y sí, las autoridades de la zona del euro dicen que están haciendo "preparativos" en el caso de un "Grexit". Pero también Lehman era un pequeño banco de inversión y casi provoca el derrumbe del sistema bancario mundial cuando se permitió que quebrara. Y conviene recordar que la quiebra de Lehman ocurrió varios meses después del rescate de Bear Stearns. En teoría, las autoridades tuvieron tiempo de sobra para hacer "preparativos" cara a esa eventualidad, como ahora ante la posible salida de Grecia de la zona del euro.
¿Sería más eficaz hoy el cortafuegos a la hora de "cauterizar" la herida griega y prevenir el contagio de Portugal, España, Italia y del propio núcleo? Es evidente que Tsipras lo tiene claro, y bien podría ser el próximo Primer Ministro de Grecia. Haría falta toda la capacidad de fuego del BCE, con una intensidad que, hasta ahora, ha sido reacio de utilizar.
Entretanto, el resultado electoral griego ha provocado una creciente y masiva retirada de depósitos  y activos bancarios en la zona euro. Desde hace semanas se produce una constante fuga de depósitos de los bancos en los PIIGS hacia otros en Alemania y Europa del Norte (y quizás hacia algunos bancos fuera de Europa). Las cifras sobre el Objetivo 2 de financiación de estas huidas de depósitos de los países de origen aparentemente han crecido en los primeros cuatro meses de este año, antes de las elecciones francesas y griegas. Un reciente comunicado de las autoridades griegas sugiere que la huida de depósitos de los bancos griegos se ha acelerado, tal vez enormemente, después de las elecciones griegas. Aunque se ha desmentido, no hay que creer nunca en desmentidos oficiales.
El diario madrileño El Mundo informó a finales de la semana pasada que los depositantes habían retirado mil millones de euros del banco español Bankia tras su nacionalización parcial por el Gobierno el 9 de mayo. Lo más probable es que estas retiradas de depósitos tengan tanto o más que ver con la retirada en general de depósitos de los bancos españoles que con el miedo a la seguridad de los mismos en un banco intervenido por el Gobierno. En otras palabras, puede ser una señal de que el temor a una salida del euro se ha extendido de manera significativa también a España. Por supuesto, las autoridades lo niegan, pero ¿quién cree a las autoridades en estas circunstancias?
La propia existencia de la unión monetaria facilita el pánico bancario
Paradójicamente, la misma existencia de la unión monetaria facilita estas huidas de los bancos. Si es usted depositante en un banco español en Barcelona, nada le impide retirar su dinero y recolocarlo en la sucursal de un banco alemán en la misma calle. No hay controles fronterizos ni controles de capital que valgan. ¡ Ni riesgo de tipos de cambio! Quienes tienen cuentas corrientes en todos los países de la periferia temen ante todo acabar volviendo a las antiguas monedas que valdrían mucho menos que el euro. Sus depósitos acaban en bancos alemanes y europeos de núcleo duro, que luego reciclan los fondos a través del BCE y los bancos centrales nacionales para acabar volviendo a los bancos de los PIIGS de donde han huido.
Al parecer esta huida de depósitos y su retorno a los bancos en la periferia en peligro se aceleró en los primeros meses de este año, antes de las elecciones francesas y griegas. Pero podría haberse acelerado aún más después.
En efecto, el sistema de bancos centrales europeos está involucrado en un creciente y masivo ejercicio de rescate que no reconocen públicamente. ¿Cuál ha sido la respuesta alemana hasta ahora? "Vaya, este tío nos esta chantajeando. ¿Qué hacemos?" Porque Alemania como nación acreedora sufrirá grandes pérdidas si el sistema bancario en su conjunto empieza a sufrir la presión, para no decir nada del fin de su tan cacareado wirtschaftwunder (milagro económico) si toda la eurozona implosiona. Grecia, por el contrario, ha experimentado ya cinco años de austeridad económica permanente. El país ha quedado reducido prácticamente a una economía de trueque. ¿Qué tiene que perder en esta coyuntura si se niega a plegarse ante la troika?
Porqué Alemania tiene las de perder
Es verdad que los alemanes podrían hartarse y decir: "¡basta ya!" y salir de la zona euro (lo que muy probablemente destruiría la unión monetaria). El resultado previsible de una salida de Alemania sería una enorme revalorización del nuevo marco alemán. Como consecuencia, todo el mundo devaluaría en relación al nuevo marco, desplazando la responsabilidad de la reflación fiscal a quién hasta ahora ha sido el oponente más explicito del activismo fiscal. Alemania probablemente tendría que rescatar a sus bancos (especialmente los Landesbanken). Lo que podría ser políticamente más apetecible que rescatar a los bancos griegos (al menos desde la perspectiva de la población alemana), pero no dejaría de tener un importante coste económico a corto plazo para Berlín. Y en el ínterin, el probable trauma monetario bloquearía el mecanismo exportador, dado que los mecanismos integradores implícitos en la zona euro desaparecerían en el caso de que Alemania vuelva a un nuevo marco.
Por una elemental ecuación contable, una caída del superávit externo de Alemania significaría un gran aumento de su déficit presupuestario (a menos que el sector privado comenzase a crecer rápidamente, lo que es dudoso en el escenario descrito anteriormente), por lo que Alemania sufriría déficits presupuestarios mucho mayores. Si intenta reducir los efectos de un colapso en su superávit por cuenta corriente, se convertiría en un estado "despilfarrador" más. ¡Que cambio de suerte!
¿Quién tiene de verdad la sartén por el mango en la eurozona?

 *Marshall Auerback, destacado representante de la llamada Nueva Teoría Monetaria y uno de los analistas económicos más respetados de los EEUU, es miembro consejero del Instituto Franklin y Eleanor Roosevelt, en donde colabora con el proyecto de política económica alternativa new deal. 2.0.
 

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