lunes, 5 de agosto de 2013

Discutir la Crisis

  




Por Francois Chenais
Herramienta 



Estamos todavía en la fase inicial de una crisis que será muy larga. Desde el punto de vista capitalista, la solución esencialmente está en Asia. Marx decía que este tipo de crisis, eran las crisis que marcaban los límites históricos del capitalismo, en las que se conjugan el conjunto de sus contradicciones. Actualmente, la expresión de estos límites históricos estará íntimamente ligada con una crisis de civilización, puesto que su desarrollo prolongado y sus sobresaltos se conjugarán con la aceleración del impactos, en diferentes puntos del mundo, de la crisis por el calentamiento climático. Se ha entrado en un período en el que la crisis de civilización integrará estas dos dimensiones.
Para los propietarios de los medios de producción, para el capital, estarán planteadas cuestiones agudas y nuevas para la reproducción de la dominación, que serán abordadas bajo formas de concertación común o de agudas rivalidades inter-imperialistas. Y el hecho de que China sea parte de la dominación inter-imperialistas jugará su rol.
Es muy importante no limitarse a las dimensiones financieras de la crisis, y considerarla la en su dimensión más amplia: la cuestión "¿Socialismo o barbarie?" está planteada de manera inmediata. Este momento coincide con el agotamiento completo de todas las formas de organización políticas y sindicales surgidas del combate de la clase obrera desde fines del siglo XIX.
Se está en una situación en la que, más que nunca y jamás en tal grado, los explotados no pueden contar más que con sus propios recursos.
Debemos asumir una situación inédita y grave.
¿Cómo interpretar la forma que la crisis ha tomado hasta ahora y cómo prever sus futuras formas de desarrollo?.
La crisis del sistema financiero asentada principalmente en el sistema bancario es el resultado de un proceso cuyos inicios se remontan a fines de los años 1960, cuando el capital portador de intereses (al comienzo bajo la forma de bonos del tesoro, después de acciones) comenzó a reconstituirse y a adquirir ritmos específicos de acumulación como capital de inversión o de colocaciones,[i] después de haber sido en gran medida desplazado tras la crisis de los años 30 y posteriormente puesto en muchos países en manos del estado capitalista.
De esta forma pasó a ser el elemento dominante en el seno del capitalismo y dio a los gobiernos directamente a su servicio medios de acción para poner en marcha la revolución conservadora.
El origen más remoto de esta crisis se encuentra en la reconstitución de un capital dinero de préstamo concentrado. El conjunto de los desarrollos que luego se produjeron en las políticas imperialistas apuntaron a darle cada vez más poder, pero también a poner en marcha un proceso mediante el cual este capital se alimentaba con intereses y dividendos manteniéndose acantonado en la esfera de los mercados financieros, pero manteniendo sin embargo la pretensión de llegar a compartir la ganancia, de tomar una fracción creciente de los presupuestos públicos, y estas pretensiones aumentaron al mismo tiempo que aumentaba su carácter ficticio.
La crisis es muy difícil de leer si se rechaza (como hacen muchos economistas) la noción de capital ficticio. El capital ficticio se presenta dos veces. Una vez como capital realmente invertido, y la segunda vez como su sombra que toma la forma particular de activos negociables e intercambiables en el mercado con la pretensión de incrementarse independientemente de la economía. La gente piensa que tiene capital, cuando no tiene más que títulos.
Entre los años 80 a 90, se asiste al formidable desarrollo de este tipo de capital que debía alimentarse, al menos parcialmente, con una plusvalía realmente producida en alguna parte y es acá donde interviene la China y en menor medida la India: el proletariado chino fue quien aportó a Wall Street y a la City los flujos de plusvalías a través de las operaciones internacionales.
Al comienzo del siglo XXI, a despecho de la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio, se ha profundizado la distancia entre la cantidad efectiva de plusvalía centralizada y la magnitud de las necesidades del sistema orientado hacia la satisfacción de las pretensiones de llegar a compartir de manera rentista la masa de plusvalía. Tendencialmente, no hay suficiente el plusvalía como para satisfacer las pretensiones del capital financiero.
Entre 2001-2002 se experimentó un salto en el tipo de operaciones destinadas ofrecer ganancias financieras. Esto se produjo sobre una doble base: por una parte, un formidable impulso dado en los Estados Unidos y en el Reino Unido al crédito para los hogares, por otra parte una cadena de encajes entre los bancos y fondos especulativos de acciones potencialmente portadoras de ganancia (que eran de hecho títulos con acreencias hipotecarias incobrables), exclusivamente factores de insolvencia.
Una explicación aparentemente semejante de la crisis, proveniente de la ortodoxia de la extrema izquierda (es por ejemplo la que ofrece Michel Husson) es la siguiente: serían los cambios en la repartición del valor agregado (a la ganancia del capital) lo que habría conducido a este recurso masivo al crédito. Pero esta explicación no toma en cuenta a la economía mundial como un todo, y borra completamente el hecho de que el desarrollo del crédito y el mismo cambio en la repartición del valor agregado son el resultado de este largo período de acumulación de un capital que se valoriza en los mercados financieros y conduce al incremento de los capitales ficticios.
La crisis a estallado y se ha desarrollado en estos sectores a través de pequeños pasos que representan otros tantos peldaños (negativa de los bancos a prestarse entre sí, quiebra de la banca Northern Rock en Gran Bretaña, y luego la de Bearn Stearns en los Estados Unidos). Durante todo el tiempo en que hubo inyección de dinero, es decir apertura por los bancos centrales de líneas de crédito que daban mayores facilidades de descuento con tasas de interés inferiores a la tasa de inflación (específicamente es lo que hizo la Fed después de septiembre de 2007).
En agosto-septiembre de 2008: aceleración de la cantidad de empresas financieras cercanas a la quiebra (la presencia de estos activos envenenados en sus "balances bis" es una gran fuente de insolvencia). Y las autoridades estadounidenses vuelan a socorrerlas, comprando estos activos "tóxicos".
Señalemos al pasar que estos activos "tóxicos" no son a priori reconocibles, lo que es parte del problema.
La crisis se agudiza entre los días 15 a 17 de septiembre, cuando el Departamento del Tesoro estadounidense dirigido por un antiguo ejecutivo de Goldman Sachs, toma la decisión, ya sea por ortodoxia republicana, ya sea para terminar con una casa rival, de no sostener a la empresa Lehman Brothers (la cual había efectuado préstamos 30 veces mayores que sus propios fondos, una proporción que, sin embargo, estaba preconizada por los especialistas...). Esta decisión llevó a que las otras sociedades financieras, que habían ocultado su verdadera posición financiera, la revelaran inmediatamente (por ejemplo AIG) y el Tesoro norteamericano desbloqueo miles de millones de dólares (85 mil millones el 17 de septiembre, y luego un agregado de 38 mil millones a la semana sólo para AIG que, mientras tanto, había recompuesto cuentas!), y luego se votó el Plan Paulson de 700 mil millones de dólares, porque el desbloqueo semejante suma exigía una ley dado que compromete a los contribuyentes.
En lo inmediato, estos 700 mil millones son operaciones contables, de capital ficticio diseñado para ir al salvataje de capital ficticio acumulado. Más adelante, si una parte de estos activos puede ser vendida en uno o dos años, la factura para el contribuyente será un poco menos salada, pero existirá de todos modos una punción a través de los impuestos sobre el ingreso corriente del país (como ya ocurriera cuando la crisis en los años 80 de las pequeñas cajas de ahorro estadounidenses, a un costo de 50 millones de dólares para los contribuyentes norteamericanos). A mediano plazo, habrá por lo tanto una punción sobre el poder de compra.
De igual modo, con el nombre de "nacionalización" se han planteado mecanismos que sólo representan diversas formas de injerencia de funcionarios de las finanzas y otros departamentos del estado en la gestión de las empresas. El término es abusivo: se trata del salvataje por los estados, comprometiendo presupuestos futuros, de instituciones financieras que van a continuar funcionando de la misma manera que antes, en un sistema sin cambios. En Francia, después de la Segunda Guerra Mundial, la nacionalización del sistema de crédito en su conjunto (bancos y sistema financiero), implicaba que aquel estado controlaba de punta a punta el destino del crédito, por medio del Comisariado del Plan que decidía a que sectores de la economía y a que empresas se beneficiaría: se estaba entonces en el marco de relaciones de producción capitalista y un estado que controlaba totalmente el destino del crédito. No existe ahora semejante configuración. Que nadie lo sueñe. La prensa especializada se ha tomado además mucho cuidado en precisarlo, insistiendo en el hecho de que se trata de una ayuda pasajera para los bancos acordada por estados cuya preocupación común es que salgan lo más rápido posible, y con las manos más libres que nunca. "Sí a una re-regulación, decía J-C Casanova éste mismo mediodía en la pantalla de France Culture, pero no demasiado!". Habrá representantes de los bancos centrales en los edificios de lo bancos auxiliados por los estados, pero no estarán allí para dirigirlos.
La crisis comenzó en el sistema financiero y afecta al sistema de crédito, pero la aplastante mayoría de los bancos corrientes tenían filiales con haberes puramente especulativos. No hay barreras insuperables entre los diferentes mercados y en un sistema totalmente internacionalizado, los intermediarios estadounidenses han propuesto a los bancos del mundo entero activos tóxicos. Y en el marco de la crisis bancaria, un proceso específico de concentración / centralización está en marcha (ver por ejemplo la compra de Fortis por la BNP) e irá acelerándose. De ahí la inquietud de los alemanes, por ejemplo, ante una concentración bancaria de la que no serían beneficiarios.
La restricción del crédito a los particulares y a las empresas se hizo sobre la base de la economía norteamericana, ordenada en torno al sector inmobiliario y financiero. Una recesión mundial esta en marcha. Desconocemos todavía muchos factores (¡nadie los conoce!): ¿podrá evitarse el hundimiento del sistema financiero? ¿A qué ritmo se prepagará la recesión mundial? ¿Se producirá un salto cualitativo? En Asia, Corea (que estuvo en el corazón de la fase final de la crisis asiática) logró reconstituir un aparato de producción muy dependiente del mercado mundial ¿Tendrá un exceso de capacidad? ¿Con qué consecuencias? Y la Argentina, que después del 2002 se recuperó sobre la base de las exportaciones de materias primas hacia China ¿será afectada?. En Alemania, debido a la disminución en la demanda china de bienes de equipamiento, apareció la recesión.
Tenemos por delante un momento necesario: el proceso de propagación de la recesión se transformará en una brutal crisis de superproducción (en los Estados Unidos, prefigurando este proceso, ya comenzó "la guerra de precios"de los juguetes infantiles, que representan el 80% de las exportaciones chinas).
En lo que concierne a China, uno de los leitmovs de las revistas especializadas es el razonamiento de que los chinos tienen posibilidades de compensar con su mercado interior lo que no puedan colocar en el extranjero, y que tienen reservas de cambio suficientes como para estimular el consumo interno. Todo el mundo espera que ellos lo hagan. Pero muchos piensa que no es seguro que los dirigentes chinos sean capaces de lograrlo, dada (y es acá donde política y economía están interconectados) las relaciones antagónicas que existen entre la población y sus dirigentes. Estos temen que dar cualquier señal en tal sentido podría ser interpretada como una muestra debilidad y sería el signo de partida para múltiples reivindicaciones y contestaciones que los superarían. Son sin embargo las únicas medidas estabilizadoras posibles del capitalismo mundial: que la plusvalía producida en China se realice en el mismo mercado chino y no en el mercado mundial. La lucha de clases en China será uno de los elementos determinantes en el futuro.
Esta es la piedra de toque de la actual situación: la evolución y la gravedad de la crisis nos remite a la lucha de clases.

 Chesnais, François. Profesor emérito en la Universidad de París 13-Villetaneuse. Destacado marxista, es parte del Consejo científico de ATTAC-Francia, director de Carré rouge, y miembro del Consejo asesor de Herramienta, con la que colabora asiduamente. Es autor de La Mondialisation du capital y coordinador de La finance mondialisée, racines sociales et politiques, configuration, conséquences. La finance capitaliste, último libro bajo su dirección, acaba de ser publicado por Ediciones Herramienta. E-mail: chesnaisf@free.fr

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