Por Paul Krugman *
"¿Hay una entrada VIP? Somos VIP”. Ese comentario, hecho por un patrocinador que esperaba para entrar en una de las recientes fiestas para recaudar fondos celebradas en los Hamptons, resume bastante bien la actitud de la élite adinerada de Estados Unidos. La base electoral de Romney —olvidémonos del 1% con ingresos más altos, estamos hablando del 0,01% superior o más alto— está compuesta por gente que se considera muy importante.
Concretamente, se trata de personas que creen que son, como decía otro patrocinador de Romney, “el motor de la economía”; que debería valorárseles y que los impuestos que pagan, que ya son los más bajos en 80 años, deberían rebajarse aún más. Por desgracia, decía otro patrocinador diferente, las “personas corrientes” —por ejemplo, las manicuras— simplemente no lo entienden. Vale, es fácil burlarse de estas personas, pero la verdad es que son ellos los que se ríen de nosotros, somos el blanco de las bromas. Porque la panda del “somos VIP” se ha apoderado por completo del Partido Republicano moderno, hasta el punto de que los líderes republicanos consideran que la utilización notoria por parte de Romney de cuentas en paraísos fiscales para evadir impuestos federales no solo es aceptable sino loable. “Es genuinamente estadounidense evitar pagar impuestos, legalmente”, declaraba la senadora Lindsey Graham, republicana por Carolina del Sur. Y hay, claro está, bastantes posibilidades de que los republicanos controlen tanto el Congreso como la Casa Blanca el año que viene. Si eso sucede, seremos testigos de un giro radical hacia las políticas económicas basadas en la premisa de que tenemos que ser especialmente solícitos con los superricos (perdón, los “creadores de empleo”, quería decir). Así que es importante comprender por qué eso no está bien.
"¿Hay una entrada VIP? Somos VIP”. Ese comentario, hecho por un patrocinador que esperaba para entrar en una de las recientes fiestas para recaudar fondos celebradas en los Hamptons, resume bastante bien la actitud de la élite adinerada de Estados Unidos. La base electoral de Romney —olvidémonos del 1% con ingresos más altos, estamos hablando del 0,01% superior o más alto— está compuesta por gente que se considera muy importante.
Concretamente, se trata de personas que creen que son, como decía otro patrocinador de Romney, “el motor de la economía”; que debería valorárseles y que los impuestos que pagan, que ya son los más bajos en 80 años, deberían rebajarse aún más. Por desgracia, decía otro patrocinador diferente, las “personas corrientes” —por ejemplo, las manicuras— simplemente no lo entienden. Vale, es fácil burlarse de estas personas, pero la verdad es que son ellos los que se ríen de nosotros, somos el blanco de las bromas. Porque la panda del “somos VIP” se ha apoderado por completo del Partido Republicano moderno, hasta el punto de que los líderes republicanos consideran que la utilización notoria por parte de Romney de cuentas en paraísos fiscales para evadir impuestos federales no solo es aceptable sino loable. “Es genuinamente estadounidense evitar pagar impuestos, legalmente”, declaraba la senadora Lindsey Graham, republicana por Carolina del Sur. Y hay, claro está, bastantes posibilidades de que los republicanos controlen tanto el Congreso como la Casa Blanca el año que viene. Si eso sucede, seremos testigos de un giro radical hacia las políticas económicas basadas en la premisa de que tenemos que ser especialmente solícitos con los superricos (perdón, los “creadores de empleo”, quería decir). Así que es importante comprender por qué eso no está bien.