Dada la caída en las encuestas, algo que empieza a caracterizar a la actual administración gubernamental es el desarrollo de campañas publicitarias en los medios de comunicación. Aparte de la saturación que tales campañas generan en la población, el punto es que la exacerbación de expectativas en los ciudadanos, puede ser totalmente contraproducente para los propios fines de estas; ello sin considerar el inútil gasto de dinero de todos nosotros, es decir los contribuyentes. Miremos con algún detalle estos asuntos.
Un primer ejemplo, se refiere a los efectos derivados de las denominadas cumbres presidenciales, correspondientes tanto a las reuniones ALC-UE como también a la APEC. Observando la primera, que se inicia esta semana (aunque la inauguración y clausura de la reunión de Presidentes es sólo el viernes 16), es claro que estas reuniones posibilitaran por unos días, alguna mayor presencia de nuestro país en medios de comunicación internacionales (aunque en Europa este encuentro no ha despertado mucho interés, cuestión de observar no mas algunos medios de comunicación de allá) y por supuesto que los extranjeros conocerán algo de la cultura y gastronomía peruana con el añadido de algún encuentro entre empresarios, siempre que los extranjeros aporten la módica suma de US$ 1,150 y los nacionales US$ 500 (creo que en el caso de los nacionales debió de darse algún tipo de subsidio cruzado, puesto que 500 dólares no representan lo mismo para Telefónica que para una microempresa). Pero de allí dar a entender en la publicidad oficial que esto generará un desembalse de inversiones y soluciones al problema de la pobreza, desigualdad e inclusión, como también a los problemas de medio ambiente, efectos del cambio climático (sobre esto último se hará el anuncio de la constitución de un pequeño fondo por parte de la UE) y energía; hay una distancia bastante grande. Lo que sí habrá que duda cabe es mucha foto, varias declaraciones de buenas intenciones (que desde ayer se han comenzado a elaborar) y unos minutos de gloria para algunos funcionarios gubernamentales.
Un segundo ejemplo se refiere al TLC suscrito por nuestro país con los EE. UU. Está claro que este permitirá a nuestros productores, el ingreso permanente de sus productos a un mercado muy grande como el norteamericano, y la paulatina incorporación de tecnología de punta en nuestros procesos productivos, incrementándose la competitividad de nuestros productos en el mediano plazo; pero también, a diferencia de lo que ocurre hasta hoy, en que bajo la cobertura del ATPDEA (con carácter temporal) nuestros productores ya pueden ingresar sus productos a dicho mercado, la efectivización del TLC a partir de enero del 2009 posibilitará el ingreso de productos norteamericanos a nuestro mercado, abaratados por los menores aranceles y por la devaluación del dólar, ello sin contar con los niveles de calidad y competitividad con que cuentan dichos productos.
El caso es, que la economía norteamericana ha venido desacelerándose, así en el primer trimestre de este año esta creció en sólo 0.6% respondiendo este resultado básicamente a la acumulación de inventarios y exportaciones y no a una recuperación en la confianza de los consumidores, que es quizás lo que indicaría el inicio de una real recuperación de dicha economía, por ello, sería plausible asumir que hacia inicios del próximo año, el TLC se efectivizará con una economía desacelerada, con una menor capacidad de importación y una mucho mayor capacidad exportadora, lo que significaría desde la perspectiva de nuestra economía, que el cambio en nuestras exportaciones en el marco de este tratado sea bastante menor respecto al incremento de las importaciones provenientes de dicho país
En términos macroeconómicos significa la ocurrencia de un choque adverso de demanda, es decir existe la posibilidad que la efectiva entrada en vigencia del TLC en vez de propulsar nuestra producción vía el intercambio comercial con los EE.UU., signifique exactamente lo inverso. Al respecto bien harían las autoridades gubernamentales en advertir sobre esta posibilidad y no seguir insistiendo que inexorablemente y desde un principio el TLC se constituirá como un factor impulsor de la demanda y actividad económica en nuestro país. Creo que se necesita algo menos de exageración y mucho más realismo.
AUTOR: KURT BURNEO
PUBLICADO EN ACTUALIDAD ECONOMICA DEL PERU, 5/13/2008
Mostrando las entradas con la etiqueta 5/13/2008. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta 5/13/2008. Mostrar todas las entradas
martes, 13 de mayo de 2008
LA ERA DE LAS VENTAJAS ABSOLUTAS
Cuando Ricardo creó la teoría de las ventajas comparativas tuvo quizás como
motivación fundamental explicar un universo que caía fuera del campo donde
operaba la ley del valor, es decir, descubrir las leyes que regulan el comercio
internacional. Pocos, sin embargo, se preguntan por qué Ricardo postuló,
para los mercados internacionales, una teoría que no era consistente con la
teoría del valor, desarrollada en los primeros capítulos de su obra. ¿Por qué
consideró necesario introducir una molesta inconsistencia en su sistema y no
se limitó a usar los mismos principios que le habían permitido analizar la determinación
de los valores en el interior de una nación? La respuesta tiene
mucho que ver con otra creación de los tiempos modernos: el Estado nación,
una construcción que no puede ser pensada sin un espacio donde rijan supremas
las regulaciones que de éste emanan , y, que se manifiestan en la libre
movilidad de los factores de producción, capital y trabajo, en el territorio
controlado por éste. Sin libre movilidad de factores al interior de un territorio
no es concebible un Estado nación. Como la esfera donde se manifestaban
los flujos de comercio internacional escapaba del territorio donde indisputable
regía la regulación del estado. No había, por esta razón, ninguna inconsistencia:
la función que la teoría de las ventajas comparativas en el sistema de
Ricardo era hacer explícita las leyes naturales de un espacio pensado como
diferente al espacio interior; tan diferente que las leyes naturales que regulaban
los fenómenos que se manifestaban se basaban en principios diferentes a
los propios del espacio interno y, por esta razón, podía extraerse de los mismos
conclusiones también diferentes.
Pero, ¿se mantiene, en los tiempos en que nos ha tocado vivir, esta drástica
y radical separación? ¿Acaso, podemos negar la característica más pervasiva
del proceso de globalización, la disolución del espacio económico controlado
por el estado nación en el espacio internacional o del espacio de los estados
nación más débil en el espacio de otros más poderosos? No lo creo. Se
hace, por esta razón, indispensable revisar la teoría de Ricardo; e introducir
en ella los nuevos procesos que parecen caracterizar la vida económica en
esta nueva era de la economía mundial.
Ya, en el siglo XIX, era posible constatar cuán poco apropiado podía ser
este postulado de disociación. La expansión colonial europea hacia todo el
mundo fue, en realidad, acompañada e incluso reforzada por inversiones de
capital en las colonias europeas y de fuerza de trabajo. De hecho el desarrollo
económico de Estados Unidos, Sudáfrica, Argentina, Canadá o Australia, con
la teoría del comercio internacional de Ricardo, pero el fenómeno en modo
alguno provocó, la sustitución de ésta por otra alternativa, ya que éstos fueron
interpretados como desarrollos excepcionales; interesantes, sin duda alguna,
pero que de ninguna manera ponían la separación que Ricardo uso
para construir su sistema. ¿Por qué los economistas podían argumentar de
esta manera y considerar como curiosidad los movimientos internacionales
de los factores de producción? Por varias razones. En primer lugar, el fenómeno
poseía, en realidad una importancia secundaria y no parecía afectar ni
alterar las principales tendencias del desarrollo económico de los principales
estados europeos. En segundo lugar, la movilidad del siglo XIX era, en lo fundamental,
movilidad de capital y no de fuerza de trabajo; de hecho, las conclusiones
de la teoría de Ricardo, pueden mantenerse si sólo existe este tipo
de movilidad factorial. En tercer lugar, y ésta constituye con toda probabilidad
la razón fundamental, el desarrollo de las fuerzas productivas, en el siglo
XIX, todavía no permitía la formación de un espacio económico global. En
efecto, la tecnología del siglo XIX aún no había alcanzado el desarrollo requerido
para volver económicamente viable una construcción de esta naturaleza,
ya que la misma requiere para operar como lo hace un espacio económico
nacional no sólo el libre comercio de bienes sino el de servicios y de factores
de producción. Esto es de una importancia fundamental, ya que todo parece
indicar, dos siglos después de la aparición de la Teoría de las Ventajas Comparativas,
que el desarrollo de la tecnología hace, por primera vez en la historia
de la Humanidad, viable un único espacio económico. Pero, ¿cuáles son
los lindes que hacían imposible en el siglo XIX la creación de un espacio global para la operación de la ley del valor? ¿Por qué las potencias europeas no
podían ejecutar un proyecto total que agrupara al “Hombre” en un imperio
extendido en el planeta y tenían que contentarse con la inevitable fragmentación
del mismo en distintas esferas de influencia? ¿Por qué el “Hombre “al
mirarse en un espejo no podía abarcar toda la superficie de la tierra sino sólo
un espacio limitado y tenía, a pesar de sus afanes, soportar que otros “Hombre”
al ejecutar un acto similar vieran en el espejo un lugar también limitado
pero diferente? Dionisio, el dios griego de la vida colectiva, lo hacía mejor;
éste, cuando se contemplaba en el espejo, veía no sólo a todos los hombres
sino a toda la Vida. ¿Era, entonces, Dionisio, superior al “Hombre”?
¿Cuáles fueron los poderosos impulsos que llevaron al poderoso intelecto
de Ricardo a postular dos leyes diferentes para explicar un fenómeno tan
esencial como el valor, a introducir en su sistema, dos sistemas de pensar,
cuya mutua consistencia, en modo alguno, estaba asegurado? Quizás, la observación
elemental que , en ese entonces, existían en todas las economías,
importantes industrias que funcionaban aisladas de los flujos de comercio internacional;
no obstante constituir parte vital del espacio económico interior
y, por esta razón, estar sujetas a las determinaciones de la ley del valor. En
efecto, a principios del siglo XIX, no permitía el desarrollo de la tecnología
superar las barreras naturales al comercio y eran éstas las que convertían a
varias mercancías en productos no transables. Pero, hay otra razón, más profunda
y misteriosa, una característica peculiar del proceso de producción de
ciertas mercancías; un exigencia de la realidad física que establece, en ciertos
sectores, sólo de pueda ejecutar un proceso de producción si concurren en el
mismo espacio tanto el consumidor como el productor. Era esta exigencia de
presencia simultánea, la que, en la práctica, aislaba a casi todo el sector terciario
de una economía de los efectos del comercio internacional. No es, en
efecto, el sector servicios una parte accesoria del aparato productivo de una
economía; de hecho, en muchos países, es el sector más importante, tanto en
la generación del producto nacional y el nivel de empleo.
¿Eran, acaso, las bases que justificaban la peculiar inconsistencia del sistema
de Ricardo , sólidas y fuertes en el grado necesario, parar mantenerse inmunes
ante el avance, por momentos avasallador, de la tecnología y de la Razón
Instrumental? En otras palabras, ¿ha hecho más fuerte el progreso técnico
la separación entre el espacio económica interior , controlado por el estado
nación y regido por la ley del Valor, y el espacio internacional, caótico
porque él no puede regir suprema la voluntad de ningún estado nacional y
tampoco la ley del valor, o , ha sido uno de sus sesgos esenciales mellar la
base material que soportaba esta drástica disociación ? Aunque muchos , especialmente
aquellos que aborrecen los resultados aún no definidos, podrían
sentirse tentados a contestar de forma afirmativa esta pregunta, su respuesta
podría influenciada em demasía por lo que puede ser una fase inicial de la
nueva revolución tecnológica de la información. Si bien en una primera impresión,
las nuevas tecnologías de transporte aparecidas a finales del siglo
XIX y en la primera mitad del siglo XX, y, en especial, la nueva revolución informativa
de los últimos años de siglo XX, parecer neutralizar toda esta disociación,
y , por ello, poseen el potencial, para neutralizar toda distinción en
un espacio económico nacional e internacional , esta puede , sin embargo, el
resultado de un desarrollo desigual de las tecnologías de administración y
control social.
De hecho, la tecnología a finales del siglo XX, parecía reunir todos los elementos
requeridos para abolir la separación postulada por Ricardo. En efecto,
los avances en las tecnologías de transporte , aunque favorecen las zonas planas
del planeta y perjudican las regiones montañosas, neutralizan el impacto
de las barreras naturales al comercio. De otro lado, las revolución de la información,
al mostrar que el aislamiento, es decir el requisito de concurrencia
espacial, puede ser superado sustituyendo la presencia virtual por la real y
así permitir el comercio internacional de la mayor parte de los servicios. E incluso,
como lo demuestra el nuevo fenómeno del «Outsourcing» , levantar las
barreras legales que en estos momentos impiden la plena movilidad internacional
de la mano de obra; pues éste, el «Outsourcing» no es sino la sustitución
del desplazamiento real por el virtual de este factor de producción.
Con ello, parecía, en principio claro, si en los próximos años no se desarrollaran
nuevas tecnologías de gobierno que le permitan recuperar a los Estado
nación, parte de su capacidad de soberanía, qué estos podrían ser una institución,
en principio, obsoleta , especialmente, si su único soporte era sólo el
económico. Su voluntad local de poder entorpece el proceso de disolución de
los espacios económicos internos e impide una asignación mundial eficiente
de recursos al volver más lenta la «perecuación» mundial de las remuneraciones
de los factores de producción – trabajo y capital. Ello es así porque la
nueva matriz tecnológica parece requerir una división internacional del trabajo
basada en el principio de ventajas absolutas y no , en el principio ricardiano
de ventajas comparativas.
¿Qué potente criatura puede sustituir a la más noble creatura de la Ilustración?
¿Esta ya dispuesta , parada en el fundamento del Mundo,para extender
su prepotente alma sobre la faz del espacio; cuando éste , vacuo, vacío, y sin
propósito, clame por forma? No los sabemos, pero lo realmente curioso es
que esta Ignorancia Absoluta no debe , en modo alguno, ser sorpresa; pues
ésta, después de un lapso que dura tanto como el esplendor de una ola consumida
en espuma, muta en ansia y el ansia en miedo y el miedo en estulticia; y
ésta puede ser peor vicio que el hybris; ya mientras éste último es la arrogancia
de quién pretende ser algo que por naturaleza no le corresponde y aunque
destructiva perdura , al menos como recuerdo; la estulticia, conduce a la
misma destrucción, pero no posee la misma cualidad del hybris, es decir, la
estupidez no se transforma, se disuelve. ¿Y, no son los recuerdos, el único
consuelo de las desgraciadas criaturas que los poetas griegos encontraban
tan similares a las hojas otoñales del los árboles ?.
AUTOR : BRUNO SEMINARIO, CEUP
motivación fundamental explicar un universo que caía fuera del campo donde
operaba la ley del valor, es decir, descubrir las leyes que regulan el comercio
internacional. Pocos, sin embargo, se preguntan por qué Ricardo postuló,
para los mercados internacionales, una teoría que no era consistente con la
teoría del valor, desarrollada en los primeros capítulos de su obra. ¿Por qué
consideró necesario introducir una molesta inconsistencia en su sistema y no
se limitó a usar los mismos principios que le habían permitido analizar la determinación
de los valores en el interior de una nación? La respuesta tiene
mucho que ver con otra creación de los tiempos modernos: el Estado nación,
una construcción que no puede ser pensada sin un espacio donde rijan supremas
las regulaciones que de éste emanan , y, que se manifiestan en la libre
movilidad de los factores de producción, capital y trabajo, en el territorio
controlado por éste. Sin libre movilidad de factores al interior de un territorio
no es concebible un Estado nación. Como la esfera donde se manifestaban
los flujos de comercio internacional escapaba del territorio donde indisputable
regía la regulación del estado. No había, por esta razón, ninguna inconsistencia:
la función que la teoría de las ventajas comparativas en el sistema de
Ricardo era hacer explícita las leyes naturales de un espacio pensado como
diferente al espacio interior; tan diferente que las leyes naturales que regulaban
los fenómenos que se manifestaban se basaban en principios diferentes a
los propios del espacio interno y, por esta razón, podía extraerse de los mismos
conclusiones también diferentes.
Pero, ¿se mantiene, en los tiempos en que nos ha tocado vivir, esta drástica
y radical separación? ¿Acaso, podemos negar la característica más pervasiva
del proceso de globalización, la disolución del espacio económico controlado
por el estado nación en el espacio internacional o del espacio de los estados
nación más débil en el espacio de otros más poderosos? No lo creo. Se
hace, por esta razón, indispensable revisar la teoría de Ricardo; e introducir
en ella los nuevos procesos que parecen caracterizar la vida económica en
esta nueva era de la economía mundial.
Ya, en el siglo XIX, era posible constatar cuán poco apropiado podía ser
este postulado de disociación. La expansión colonial europea hacia todo el
mundo fue, en realidad, acompañada e incluso reforzada por inversiones de
capital en las colonias europeas y de fuerza de trabajo. De hecho el desarrollo
económico de Estados Unidos, Sudáfrica, Argentina, Canadá o Australia, con
la teoría del comercio internacional de Ricardo, pero el fenómeno en modo
alguno provocó, la sustitución de ésta por otra alternativa, ya que éstos fueron
interpretados como desarrollos excepcionales; interesantes, sin duda alguna,
pero que de ninguna manera ponían la separación que Ricardo uso
para construir su sistema. ¿Por qué los economistas podían argumentar de
esta manera y considerar como curiosidad los movimientos internacionales
de los factores de producción? Por varias razones. En primer lugar, el fenómeno
poseía, en realidad una importancia secundaria y no parecía afectar ni
alterar las principales tendencias del desarrollo económico de los principales
estados europeos. En segundo lugar, la movilidad del siglo XIX era, en lo fundamental,
movilidad de capital y no de fuerza de trabajo; de hecho, las conclusiones
de la teoría de Ricardo, pueden mantenerse si sólo existe este tipo
de movilidad factorial. En tercer lugar, y ésta constituye con toda probabilidad
la razón fundamental, el desarrollo de las fuerzas productivas, en el siglo
XIX, todavía no permitía la formación de un espacio económico global. En
efecto, la tecnología del siglo XIX aún no había alcanzado el desarrollo requerido
para volver económicamente viable una construcción de esta naturaleza,
ya que la misma requiere para operar como lo hace un espacio económico
nacional no sólo el libre comercio de bienes sino el de servicios y de factores
de producción. Esto es de una importancia fundamental, ya que todo parece
indicar, dos siglos después de la aparición de la Teoría de las Ventajas Comparativas,
que el desarrollo de la tecnología hace, por primera vez en la historia
de la Humanidad, viable un único espacio económico. Pero, ¿cuáles son
los lindes que hacían imposible en el siglo XIX la creación de un espacio global para la operación de la ley del valor? ¿Por qué las potencias europeas no
podían ejecutar un proyecto total que agrupara al “Hombre” en un imperio
extendido en el planeta y tenían que contentarse con la inevitable fragmentación
del mismo en distintas esferas de influencia? ¿Por qué el “Hombre “al
mirarse en un espejo no podía abarcar toda la superficie de la tierra sino sólo
un espacio limitado y tenía, a pesar de sus afanes, soportar que otros “Hombre”
al ejecutar un acto similar vieran en el espejo un lugar también limitado
pero diferente? Dionisio, el dios griego de la vida colectiva, lo hacía mejor;
éste, cuando se contemplaba en el espejo, veía no sólo a todos los hombres
sino a toda la Vida. ¿Era, entonces, Dionisio, superior al “Hombre”?
¿Cuáles fueron los poderosos impulsos que llevaron al poderoso intelecto
de Ricardo a postular dos leyes diferentes para explicar un fenómeno tan
esencial como el valor, a introducir en su sistema, dos sistemas de pensar,
cuya mutua consistencia, en modo alguno, estaba asegurado? Quizás, la observación
elemental que , en ese entonces, existían en todas las economías,
importantes industrias que funcionaban aisladas de los flujos de comercio internacional;
no obstante constituir parte vital del espacio económico interior
y, por esta razón, estar sujetas a las determinaciones de la ley del valor. En
efecto, a principios del siglo XIX, no permitía el desarrollo de la tecnología
superar las barreras naturales al comercio y eran éstas las que convertían a
varias mercancías en productos no transables. Pero, hay otra razón, más profunda
y misteriosa, una característica peculiar del proceso de producción de
ciertas mercancías; un exigencia de la realidad física que establece, en ciertos
sectores, sólo de pueda ejecutar un proceso de producción si concurren en el
mismo espacio tanto el consumidor como el productor. Era esta exigencia de
presencia simultánea, la que, en la práctica, aislaba a casi todo el sector terciario
de una economía de los efectos del comercio internacional. No es, en
efecto, el sector servicios una parte accesoria del aparato productivo de una
economía; de hecho, en muchos países, es el sector más importante, tanto en
la generación del producto nacional y el nivel de empleo.
¿Eran, acaso, las bases que justificaban la peculiar inconsistencia del sistema
de Ricardo , sólidas y fuertes en el grado necesario, parar mantenerse inmunes
ante el avance, por momentos avasallador, de la tecnología y de la Razón
Instrumental? En otras palabras, ¿ha hecho más fuerte el progreso técnico
la separación entre el espacio económica interior , controlado por el estado
nación y regido por la ley del Valor, y el espacio internacional, caótico
porque él no puede regir suprema la voluntad de ningún estado nacional y
tampoco la ley del valor, o , ha sido uno de sus sesgos esenciales mellar la
base material que soportaba esta drástica disociación ? Aunque muchos , especialmente
aquellos que aborrecen los resultados aún no definidos, podrían
sentirse tentados a contestar de forma afirmativa esta pregunta, su respuesta
podría influenciada em demasía por lo que puede ser una fase inicial de la
nueva revolución tecnológica de la información. Si bien en una primera impresión,
las nuevas tecnologías de transporte aparecidas a finales del siglo
XIX y en la primera mitad del siglo XX, y, en especial, la nueva revolución informativa
de los últimos años de siglo XX, parecer neutralizar toda esta disociación,
y , por ello, poseen el potencial, para neutralizar toda distinción en
un espacio económico nacional e internacional , esta puede , sin embargo, el
resultado de un desarrollo desigual de las tecnologías de administración y
control social.
De hecho, la tecnología a finales del siglo XX, parecía reunir todos los elementos
requeridos para abolir la separación postulada por Ricardo. En efecto,
los avances en las tecnologías de transporte , aunque favorecen las zonas planas
del planeta y perjudican las regiones montañosas, neutralizan el impacto
de las barreras naturales al comercio. De otro lado, las revolución de la información,
al mostrar que el aislamiento, es decir el requisito de concurrencia
espacial, puede ser superado sustituyendo la presencia virtual por la real y
así permitir el comercio internacional de la mayor parte de los servicios. E incluso,
como lo demuestra el nuevo fenómeno del «Outsourcing» , levantar las
barreras legales que en estos momentos impiden la plena movilidad internacional
de la mano de obra; pues éste, el «Outsourcing» no es sino la sustitución
del desplazamiento real por el virtual de este factor de producción.
Con ello, parecía, en principio claro, si en los próximos años no se desarrollaran
nuevas tecnologías de gobierno que le permitan recuperar a los Estado
nación, parte de su capacidad de soberanía, qué estos podrían ser una institución,
en principio, obsoleta , especialmente, si su único soporte era sólo el
económico. Su voluntad local de poder entorpece el proceso de disolución de
los espacios económicos internos e impide una asignación mundial eficiente
de recursos al volver más lenta la «perecuación» mundial de las remuneraciones
de los factores de producción – trabajo y capital. Ello es así porque la
nueva matriz tecnológica parece requerir una división internacional del trabajo
basada en el principio de ventajas absolutas y no , en el principio ricardiano
de ventajas comparativas.
¿Qué potente criatura puede sustituir a la más noble creatura de la Ilustración?
¿Esta ya dispuesta , parada en el fundamento del Mundo,para extender
su prepotente alma sobre la faz del espacio; cuando éste , vacuo, vacío, y sin
propósito, clame por forma? No los sabemos, pero lo realmente curioso es
que esta Ignorancia Absoluta no debe , en modo alguno, ser sorpresa; pues
ésta, después de un lapso que dura tanto como el esplendor de una ola consumida
en espuma, muta en ansia y el ansia en miedo y el miedo en estulticia; y
ésta puede ser peor vicio que el hybris; ya mientras éste último es la arrogancia
de quién pretende ser algo que por naturaleza no le corresponde y aunque
destructiva perdura , al menos como recuerdo; la estulticia, conduce a la
misma destrucción, pero no posee la misma cualidad del hybris, es decir, la
estupidez no se transforma, se disuelve. ¿Y, no son los recuerdos, el único
consuelo de las desgraciadas criaturas que los poetas griegos encontraban
tan similares a las hojas otoñales del los árboles ?.
AUTOR : BRUNO SEMINARIO, CEUP
EL LABERINTO DEL MINOTAURO
Di, quibus imperium est animarum, umbraeque silentes
et Chaos et Phlegenton, loca nocte tacentia late,
sit mihi fas audita loqui, sit numine vestro
pandere res alta terra et caligene mersas Virgilio, Eneida, VI, 264-267**
I
¡Qué lejanas pueden resultar hoy para los observadores de la coyuntura
económica mundial ciertas declaraciones de Alan Greenspan, pronunciadas
meses antes del segundo conflicto con Irak, para advertir al Mundo sobre los
peligros de una inminente deflación! Aun más extrañas resultan las reaccio
Fórmula ritual que invoca a los dioses del inframundo y solicita su permiso para revelar los
misterios del mundo de las sombras. Equivalente en castellano de los versos a continuación:
¡Dioses que tenéis el imperio de las almas!
¡Sombras silenciosas!
¡Caos y Flegetonte! ¡Vastas moradas silenciosas de la noche!
Séame lícito narrar lo que he oído, séame dado revelar con vuestro permiso,
las cosas en las profundidades de la tierra y en la oscuridad.**
nes de las personas enteradas, los economistas reputados, las instituciones
internacionales y la prensa en general, que por semanas discutió y concedió
cierta plausibilidad a esta oportuna advertencia. Después de todo, era fácil
comprobar cómo el fenómeno derrumbaba la otrora brillante economía japonesa
para colocar a la segunda economía del mundo en una prolongada recesión.
¿No habían caído uno tras otro en rápida sucesión todos los castillos financieros
ligados a la nueva economía de la información, y con ellos muchas
fortunas y esperanzas sin sustento? ¿No imitaban, como siempre, los participantes
de esta acalorada discusión, las costumbres aprendidas de los hombres
maduros y prudentes que tienden a evitar todo riesgo innecesario, cuando
en el fondo ya conocían que las cosas habían dejado de ser como antes
porque quizás aún no existían en el ambiente y el comportamiento general
signos suficientes para dar inicio a un nuevo comportamiento consistente
con el cambio? Parecía imposible imaginar que, justo en esos momentos, el
presidente del país mas poderoso de la Tierra, encerrado con sus asesores, ya
planeaba la segunda invasión de Irak para solucionar el obvio problema estructural
de la economía americana: el severo desempleo, las burbujas en los
mercados de activos financieros –acciones, bonos e hipotecas-, la manipulación
de los precios del petróleo, la sobre inversión en las industrias de alta
tecnología, y el arriesgado juego financiero, ligados a la “irracional exuberancia”
de la década de los noventa.
¿Quién, al prender la televisión los días previos al estallido de la guerra,
fue capaz de encontrar algún propósito a lo que veía y escuchaba? Las imágenes
de Bagdad transmitían una transparente sensación de irrealidad, como si
un maestro fabricante de ilusiones hubiese lanzado una masiva campaña publicitaria
para promocionar un nuevo juego que permitía la destrucción selectiva
de ciudades sin afectar la vida de los habitantes y solo la de los enemigos.
Confuso fue el desarrollo mismo del conflicto, expuesto con sesgos tan
evidentes por las grandes cadenas de noticias, que permitía confirmar la sospecha,
hasta ahora atribuida a los excéntricos creyentes en misteriosas y universales
conspiraciones. Fue la opinión de muchos hombres sensatos, en esos
curiosos días, que quizás, después de todo, los illuminati y otras oscuras hermandades
secretas dominaban el flujo internacional de información. ¿Estarían,
acaso, perdiendo el juicio, o habría que aceptar que, después de todo, los
excéntricos tenían algo de razón? Y, finalmente, ¿no anunciaban las protestas
en las principales capitales del planeta y la guerra verbal entre Europa y
Estados Unidos, el epitafio sobre la tumba del siglo veinte y el inicio de nuevos
tiempos, eventos por venir, impredecibles consecuencias, movimiento,
desconcierto, confusión, y, en el fondo, la evidencia más profunda de que la
historia aún no había terminado, a pesar de los rumores que, hasta entonces,
continuaban circulando?
Y cuando todo hubo concluido con el resultado predecible, todavía hubo
varios que se fueron a dormir, abrigando una esperanza vana de que todo podía
retornar a la normalidad. Sin embargo, eventos subsecuentes les demostraron
cuán equivocados estaban. Al principio, el rumor comenzó a aparecer
en los principales servidores de noticias de Internet: algo extraño ocurría en
China. Una misteriosa enfermedad, imposible de curar, provocaba la muerte
repentina de las primeras victimas humanas. Contagiosa en extremo, amenazando
en convertirse en una nueva universal y fatídica pandemia. ¿Quién no
pudo, cuando menos, sentir un instintivo pavor al comprobar cómo los habitantes
de las grandes urbes chinas comenzaban a realizar sus actividades diarias
refugiados bajo mascaras, en vano intento de evitar el contagio ineludible?
¿Y no se hizo aún más intenso este temor cuando, en los días siguientes,
imágenes semejantes se replicaron en las ciudades canadienses? Y cuando las
cosas parecían haber retornado a la tan anhelada normalidad, nos enteramos
de que las vacas y los pollos transmitían también peligrosas y aterradoras enfermedades
con nombres aún ignotos, como la encefalopatía espongiforme
bovina, y una curiosa mutación de la familia Orthomyxoviridae, que a falta de
un buen nombre, fue denominada por los científicos como influenza aviana
tipo A. ¡Y quien podría imaginar que la historia narrada en Terminator III pudiese
replicarse en una pequeña villa italiana, donde, como lo indican las noticias
aparecidas en varios diarios europeos, se ha presenciado la primera batalla
entre los hombres y las maquinas! En efecto, en Canneto di Caronia, pequeño
poblado de la isla mediterránea, desde mediados de enero, decenas de
aparatos eléctricos, cuyos cables se encontraban desenchufados, y piezas de
mobiliario arden espontáneamente sin explicación científica aparente. Aterrorizados
italianos se han visto obligados a recurrir a la ayuda de exorcistas,
que atribuyen dicho fenómeno a la posesión demoníaca de los aparatos electrodomésticos.
Incluso los platillos voladores parecen haber abandonado la
forma que les dio su nombre, para convertirse en huevos, cigarros, triángulos
y extrañas criaturas ameboidales. Y, para terminar, los últimos reportes científicos
anuncian una eminente catástrofe, debido a la influencia que las sociedades
industriales poseen sobre la atmósfera: en los próximos cincuenta
años, como lo demuestran las fotos de los satélites, se fundirán los polos
cuando las grandes masas de hielo se conviertan en gigantescos iceberg ,y
luego provoquen una elevación general del nivel del mar, la alteración de las
corrientes submarinas en el Atlántico norte, el desplazamiento de tornados y
huracanes, y la desertificación de las principales tierras agrícolas del planeta.
Lo más dramático es que el cambio, hasta hace poco entendido como de lenta
operación, parece haberse convertido en abrupto, y, quizás, irreversible. Un
enigmático informe del Pentágono lo considera como la peor amenaza que
debe enfrentar la humanidad desde las grandes inundaciones que se produjeron
hace quince mil años, cuando terminó la era glacial, y que asocian comúnmente
las leyendas como las historias del diluvio. En suma, tiempos revueltos,
confusión, caos, anomia.
Extraña sensación, aplastante presentimiento: estar en el mismo centro de
un gigantesco laberinto. Quizás se metieron en él sin saberlo siquiera: caminaban
por la calle, y justo cuando torcían por la esquina para regresar a su
casa, tomaron la dirección equivocada. ¿Quién puede sentirse a gusto en medio
de la más absoluta confusión? ¿Quién puede moverse con soltura cuando
la Razón abandona este mundo en que vivimos para ser sustituida por un
multiforme no se qué? Es desconcertante detenerse para reconocer que quizás
lo que vemos ahora es solo un anticipo, impreciso y brutal, de lo que veremos
en el poco tiempo que nos ha sido concedido.
Es, sin embargo, difícil para el espíritu humano asimilar con tanta rapidez
el cambio abrupto y repentino, sin propósito ni dirección, ya que, en el fondo,
queremos evitar perdernos. Por esta razón, aunque ya reconocemos haber
traspasado los imperceptibles linderos del laberinto donde vive el minotauro,
nos negamos a admitirlo.
¿Cómo salir entonces, cuando finalmente reconocemos que no sabemos
donde estamos? ¿Es que recién logramos detenernos para encontrar un nuevo
patrón que nos oriente y sosiegue nuestro ánimo? Para ello, intentamos
ordenar la confusión y encontrar, nuevamente, las huellas que nos permiten
retornar al curso principal.
Pero, ¿qué criterio seguir para ordenar esta confusión, para eliminar el detalle
innecesario y descubrir los puntos esenciales? ¿Cuáles son los fenómenos
culturales, sociales y económicos que están empezando a afectar nuestras
vidas y determinarán nuestro futuro? Actualmente, se pueden identificar
tres puntos esenciales que sirven para entender la dinámica que seguirá
la historia humana dentro de los próximos cien años. El primero de ellos es la
tercera revolución industrial: la inclusión China y de la India, economías que
se encuentran en tránsito de un sistema agrario a uno industrial, en la economía
mundial está generando la reestructuración masiva del aparato productivo mundial, y alterando los flujos de comercio internacional. Un segundo fenómeno,
íntimamente relacionado con el anterior, aunque en un nivel más
abstracto, es el cambio en el proceso de circulación de los excedentes financieros
globales, cuyo desempeño parece sugerir el fortalecimiento de un sistema
parecido a Bretton Woods. Dada la complicación de la competencia implícita
entre los dos principales centros de la cultura occidental –Estados Unidos
y la Unión Europea-, y dados los conflictos que se han manifestado luego
de la crisis asiática, que en vez de mitigarse se intensificarán en el tiempo, el
mencionado proceso de circulación influirá de manera más o menos decisiva
en la dinámica de corto plazo de los mercados. El tercero se refiere al fuerte
impacto cultural de la red de comunicaciones mundiales establecida en la década
de los noventa. Si bien los efectos comúnmente atribuidos a la consolidación
de dicha red son la difusión de contenidos y noticias, y la facilitación
del comercio a distancia por vías electrónicas, gradualmente se está comenzando
a emplear como un elemento eficaz para coordinar acciones humanas
colectivas en los diferentes lugares del mundo. Muestra de ello son las manifestaciones
que tuvieron lugar durante el desarrollo de la guerra contra Irak.
En este sentido, constituye un instrumento ideal para alterar el funcionamiento
de los tradicionales métodos de control del flujo de información, basados
en la monopolización de las vías de comunicación, pues permite el acceso
fácil y rápido a los grupos excluidos del proceso.
II
Confusos y extraviados parecen los sentimientos más íntimos de los comentaristas
occidentales cuando tienen que referirse a China. ¡Qué curiosa y
multiforme colección! ¿Cómo encontrar una palabra para denotar el juvenil
entusiasmo de los especuladores, la euforia de las grandes empresas que efectúan
enormes proyectos de inversión en el mismo país de las maravillas, la
fingida indiferencia de los informes producidos por las agencias financieras
internacionales, y ese escondido horror de los analistas de inteligencia?
Los cambios económicos en Asia, particularmente los ocurridos en el este
del continente, fueron unos de los acontecimientos más importantes ocurridos
en el mundo en la segunda mitad del siglo veinte. Este proceso comenzó
en Japón en los años cincuenta, y, durante mucho tiempo, se tomó a esta sociedad
como el ejemplo que debían imitar los otros países, ya que se trataba
del primer país no occidental que había logrado ejecutar con un proceso exitoso de modernización. Sin embargo, el proceso se extendió en la década de
los ochenta a los cuatro “tigres asiáticos”: Hong-Kong, Taiwan, Corea del Sur
y Singapur, y, posteriormente, a China continental, Malasia, Tailandia e Indonesia.
Por esta razón, el interés por Japón disminuyó y aumentó en compensación
el interés por Asia en general. En efecto, todos estos países han mantenido
durante varias décadas tasas medias de crecimiento entre 8% y 10%.
Conjuntamente, ha tenido lugar una expansión espectacular de comercio, en
primer lugar, entre Asia y el resto del mundo, y, en segundo, al interior mismo
de Asia. En la actualidad, la segunda y la tercera economía del mundo son
asiáticas, y el éxito de la economía china causa asombro y consternación entre
los principales comentaristas económicos.
En los años noventa, este desarrollo económico generó un sentimiento de
euforia entre muchos observadores que veían a toda la costa del Pacífico unida
mediante redes comerciales en constante expansión y a una nueva economía
mundial cuyo núcleo dinámico se trasladaba desde el Atlántico hacia el
Pacífico. Aquella fue la época en que los expertos en administración de todas
las fábricas del mundo decidieron emular las técnicas de gestión japonesa y a
criticar fuertemente las americanas. Con tal devoción asumieron los peruanos
estas nuevas pautas orientales, que, para inaugurar la última década del
siglo veinte, decidieron conceder la gestión del país al entonces desconocido
Fujimori, anhelando que el país lograse finalmente salir del subdesarrollo y
creciera, como los japoneses, al estilo nipón. Sin embargo, en 1997, la crisis
asiática demostró cuán frágiles habían sido estas esperanzas. Los observadores,
ante este desencanto, intentaron encontrar las causas del colapso de la
otrora maravilla oriental. No tardaron los expertos en identificar que, principalmente,
se debió a un conjunto de factores, tales como el subdesarrollo y la
poca transparencia de las instituciones financieras, la asignación ineficiente
de recursos resultante de las políticas industriales aplicadas, y el obsesivo
“ethos” colectivista de la civilización asiática que le impedía emular propiamente
a las sabias instituciones occidentales. No obstante estas críticas, la
fortaleza económica de Asia era mayor de lo que a primera vista se creyó. En
efecto, el continente inició, a partir de 1997, un sólido proceso de reestructuración,
guiado por dos características básicas. En primer lugar, si bien anteriormente
la mayor parte del comercio de la región estaba dirigida hacia
afuera del continente, luego de la crisis, cambió de dirección y comenzó a
concentrarse al interior de la misma, con lo cual disminuyó la dependencia
respecto de la economía americana. En segundo lugar, el papel de economía
dominante, antes desempeñado por Japón, se trasladó, pasada la crisis, hacia
China continental, país de proporciones gigantescas -a diferencia del primero-,
que cuenta con los potenciales humano y económico suficientes como
para oponerse, en el largo plazo, a la potencia dominante. En efecto, el crecimiento
de la economía china durante los últimos años ha sido sorprendente,
y ha concentrado los principales flujos de inversión extranjera en el mundo.
El sobrio y frío análisis del World Economic Outlook 2004, publicado por el
Fondo Monetario Internacional, concluye la información transcrita a continuación:
“En los últimos veinte años, después de un largo período de aislamiento, el
rol de China en la economía global se ha incrementado drásticamente. Actualmente,
una tasa de crecimiento promedio anual mayor al nueve por ciento
sitúa a China como la sexta economía más grande del mundo. Por otro
lado, el incremento de su participación en el comercio mundial desde menos
del uno por ciento hasta cerca del seis por ciento la ubica en el cuarto lugar
en el ranking de los países con mayor comercio en el nivel mundial. No solo
sus exportaciones han ganado una mayor porción de los mercados internacionales,
sino que también la rápida tasa de crecimiento de sus importaciones
ha apoyado el fuerte desempeño de las economías vecinas y ha contribuido al
reciente dinamismo de los precios mundiales de las materias primas.
Es probable que la importancia económica de China y su integración en la
economía mundial continúen creciendo con rapidez, siempre y cuando las
reformas estructurales necesarias –inclusión de los sectores financieros y
empresariales, mercados laborales, y redes de seguridad social- sean implementadas.
Si bien es probable que los efectos sobre el mundo en general sean
positivos, el impacto podría ocurrir de manera diferenciada sobre los diferentes
países, sectores industriales, y grupos socioeconómicos. Por ejemplo,
mientras que las exportaciones de países industrializados, particularmente
las de aquellos bienes que son intensivos en mano de obra calificada y tecnología,
continuarían aumentando, ciertos sectores podrían experimentar pérdidas
de empleo a medida que se incrementa la cuota de mercado de las empresas
chinas. De modo similar, los países en desarrollo que enfrentan la expansión
de las competencia podrían experimentar una erosión es su participación
en el mercado de manufacturas intensivas en mano de obra calificada.
Además, el rápido crecimiento de China podría incrementar significativamente
los precios mundiales de la producción agrícola y los productos energéticos.
Resulta importante identificar quién se verá beneficiado y sobre quién recaerán
los costos de la emergencia china, con el fin de discutir qué políticas
deberán adoptarse para maximizar los beneficios y minimizar los costos de
ajuste. Para ello, es relevante plantearse las siguientes interrogantes
- ¿Cómo se comparan el crecimiento y la integración de China a la economía
mundial con episodios históricos previos de carácter semejante?
- ¿Cómo afectará la integración de China al resto del mundo? ¿Qué características
estructurales determinan que un país se beneficie o perjudique con
el crecimiento de China?
- ¿Cómo puede cada país maximizar sus propias ganancias de la expansión
china? ¿Qué acciones podría emprender la comunidad internacional para
ayudar a los perjudicados?”
El rápido crecimiento de China afectará a todos los países del mundo a través
de dos canales: comerciales y financieros. En efecto, el incremento en la
oferta china de manufacturas intensivas en mano de obra producirá una reducción
de su precio relativo en los mercados mundiales, en beneficio de
aquellos países que son importadores netos de los mismos. Además, el crecimiento
en China permitirá a aquellos países que exportan bienes y servicios
complementarios, tales como alimentos, energía, bienes intermedios y servicios,
verán sus precios incrementados. Sin embargo, la expansión puede perjudicar
a todos aquellos países en vías de desarrollo que, al igual que China,
poseen una oferta relativamente abundante de trabajo no calificado, pues
tendrán que competir con ella en mercados que experimentarán una coyuntura
de precios bajos. Asimismo, todos aquellos países que importan las mismas
materias primas de las que requiere China pueden también experimentar
pérdidas significativas. Por estos motivos, los cambios descritos en los
precios relativos pueden tener un profundo impacto sobre la composición de
la producción y la distribución del ingreso en muchos países, ya que es probable
que ocurra un fuerte incremento en las tasas de retorno del capital y
del trabajo calificado, así como una disminución en las remuneraciones percibidas
por el trabajo no calificado. Así, estas tendencias pueden sugerir que
estrategias de desarrollo basadas en la exportación de bienes intensivos en
mano de obra quizás dejen de ser una alternativa óptima en la integración a
la nueva economía mundial.
Por otro lado, la emergencia de China puede también afectar a otros países
a través de canales financieros. En efecto, algunos países en vías de desarrollo
tendrán que competir en el futuro con China para atraer a los flujos internacionales
de capitales, y, quizás, experimentar una reducción de los mismos.
Sin embargo, la magnitud de los flujos futuros hacia y desde China es bastante
difícil de predecir. Por un lado, la participación de este país en los mismos
puede continuar incrementándose, pero cuando las tasas de formación de capital
chinas retornen a un nivel normal, esta podría disminuir. Además, las
empresas chinas naturalmente tenderán a expandir su portafolio y efectuarán
inversiones directas afuera. La rapidez y fuerza de estos efectos dependerá
de la forma precisa de la estrategia de las autoridades chinas para avanzar
en el proceso de liberalización de su cuenta de capitales. Por otro lado, la
emergencia de China podría tener efectos adicionales que, aunque no fácilmente
cuantificables, pueden llegar a cobrar importancia. De este modo, el
crecimiento chino afectará los incentivos a la inversión y las tasas de productividad
en varios países, reforzando así su impacto directo. Además, el incremento
en la participación porcentual de China en la economía mundial y la
escasa correlación que muestra esta con otras economías industriales del
mundo pueden ayudar a amortiguar las frecuentes ondas cíclicas que afectan
a la economía del planeta.
III
La economía de los Estados Unidos experimentó, durante toda la década
de los noventa, una notable expansión. Fueron tres los factores que posibilitaron
este proceso: en primer lugar, la brillante política monetaria ejecutada
por Alan Greenspan; en segundo, la expansión del Internet y el dinamismo de
las industrias de alta tecnología; y, por último, el boom financiero generado
por la globalización y los cambios en la tecnología financiera. En efecto, el dinamismo
económico impulsó el empleo y los salarios reales; el boom financiero
posibilitó un incremento en la riqueza y el patrimonio personal de la
mayor parte de las familias norteamericanas; la aparición continua de nuevos
artículos de consumo y la difusión masiva del Internet facilitó la mejora en la
calidad de vida.
A finales del siglo XX, los Estados Unidos proclamaron en viva voz su victoria
militar sobre Rusia y el comunismo. Sin embargo, pocos fueron aquellos
que supieron leer entre líneas que, además, había logrado también imponerse
sobre las naciones capitalistas que amenazaban su predominio económico:
Japón y Alemania. Las élites se sintieron, finalmente, triunfadoras y, repitiendo
el ejemplo de otros intelectuales de imperios ya desaparecidos, proclamaron
el Fin de la Historia. Acompañó, por esta razón, a la prosperidad, una in22
tensa campaña ideológica cuyo objetivo fundamental fue difundir a todos los
pueblos del mundo las virtudes de la sociedad abierta y la libre competencia:
un nuevo orden mundial basado en estos principios, un programa concreto
de acción, y una ejecución efectiva en la mayor parte de las regiones del
Mundo.
No obstante, la Historia, como descubrieron atónitos y estupefactos los
habitantes de Nueva York, no terminó. En realidad, siguió siempre su curso
acostumbrado y, lentamente, fue alumbrado nuevas posibilidades e insinuando,
a pesar del vano afán de los intelectuales americanos, inescrutables caminos.
Gradualmente, en distintas regiones del Mundo y el mismo Estados Unidos,
aparecieron contradicciones evidentes: guerras de pequeña intensidad,
epidemias sin control, conflictos tribales, quiebras, crisis económicas, y síntomas
evidentes de anomia social.
Un temprano reflejo de la fuerza de la historia fue el fin de la prosperidad
económica del Japón. La economía más exitosa del planeta, la misma que creció
por 30 años jamás interrumpidos a ritmos que fueron la envidia del Mundo
Industrial, sufrió, a inicios de la década de los 90, una catástrofe financiera
al derrumbarse el índice Nikkei, y , con él, todo el sistema financiero del Japón.
Desde entonces, Japón entró a un estado de parálisis que todavía no logra
superar. Sus millonarios, por supuesto, han dejado de aparecer en los listados
que todos los años confeccionan las revistas de negocios editadas por
las Casas Editoriales de los Estados Unidos, y han sido sustituidos con alivio y
beneplácito por nuevas fortunas ligadas a los sectores que conforman la Nueva
Economía; es decir, industrias ligadas a la informática, el Internet y el procesamiento
de la información. El segundo evento ocurrió cuando Méjico, el
socio predilecto de los Estados Unidos y la primera nación latinoamericana
admitida al su exclusivo Club Comercial, descubrió que, a pesar de todos sus
esfuerzos, todavía era parte del Extremo Occidente (léase América Latina).
Los campesinos de Chiapas habían decido que el proyecto globalizador americano
y el discurso de su clase dirigente, después de todo, sólo los empobrecía
y, por esta razón, sólo quedaba protestar. A los pocos meses, estalló la segunda
crisis mejicana, y con ella la secuencia usual de eventos: la devaluación
del peso, la recesión, y el paquete financiero salvador. La ocasión fue aprovechada
por muchos profesores norteamericanos para escribir profundos y meditados
ensayos sobre la influencia de la cultura en el desarrollo económico,
y programar conferencias en las principales capitales de América Latina para
exponer nuevamente los principios fundamentales de la sociedad abierta y
de libre competencia.
Tres años después de la crisis mejicana, se desató en el Extremo Oriente, la
región de mayor éxito económico en el mundo, una nueva crisis financiera
que, dada su magnitud, remeció la estructura fundamental del Nuevo Orden
Internacional. Tailandia, en un inicio, se vio forzada a devaluar su moneda, y
luego, en rápida sucesión, todas las nuevas economías emergentes. Después
de Asia siguió Rusia, y, finalmente, América Latina. Con la crisis asiática, terminó
la prosperidad de los nuevos mercados emergentes, y el Nuevo Orden
mostró con diáfana claridad sus problemas más importantes. Sin embargo, la
crisis no fue advertida por las Instituciones Multilaterales como el Fondo Monetario
Internacional o el Banco Mundial. Tampoco fue pronosticada por los
numerosos analistas económicos contratados por los principales centros de
investigación. Se discutió, por pocos meses, la coyuntura financiera y, finalmente,
se diseñaron y ejecutaron planes para combatir los principales efectos
de la misma. Como consecuencia, se fue introducido el concepto de fragilidad
financiera y se postuló la conexión esencial de todo el sistema económico
mundial. La discusión reveló después el grado de corrupción de los dirigentes
asiáticos y los principales problemas estructurales de las economías
del Extremo Oriente. Aunque los asiáticos han demostrado una mayor capacidad
que los latinoamericanos para asimilar los principios de la sociedad
abierta y de libre competencia, no han comprendido plenamente – según la
opinión de los principales intelectuales de la cultura occidental - sus principios,
y han cometido, guiados acaso por su excesiva vocación colectivista,
errores fáciles de solucionar y remediar. Un programa de reforma estructural
fue propuesto, entonces, con el objeto de consolidar y mantener el éxito económico
de estas sociedades.
Aunque la economía de los Estados Unidos asimiló con relativa facilidad
las consecuencias iniciales de la nueva crisis financiera, poco tiempo después
entro también en crisis cuando se produjo, finalmente, el derrumbe del índice
NASDAQ, que marca la cotización de las acciones tecnológicas, y con ello la
paralización de la inversión en el núcleo más dinámico de la economía americana.
Después de la caída del NASDAQ, se detuvo la tasa de expansión del Comercio
Electrónico, se interrumpieron las innovaciones en la industria de las
comunicaciones y de computadoras, se comprobaron las debilidades de las
nuevas empresas virtuales y, como consecuencia, se produjo una caída
abrupta en la tasa de formación de capital de los Estados Unidos. Nuevamente
aparecieron los despedidos, las quiebras y los problemas financieros. El ritmo
de crecimiento se redujo notablemente, y las regiones más integradas al
corazón económico de la potencia experimentaron retrocesos verdaderamente
espectaculares. La nación isla de Singapur, por ejemplo, sufrió reducciones
del 30 por ciento en sus importaciones y del 15 por ciento en los índices
económicos que miden el dinamismo de la actividad industrial. Taiwán,
otra nación asiática, estrechamente ligada al núcleo tecnológico de la economía
mundial, ha experimentado índices similares de contracción económica.
En agosto, un mes antes del atentado en Nueva York, la actividad industrial
en el mundo se encontraba prácticamente paralizada: las economías de las
naciones más avanzadas del planeta caían nuevamente en recesión. Es en
este contexto económico que se produce el atentado de Nueva York, que no
hizo sino proporcionar el golpe definitivo a todo el modelo de los años 90.
En suma, la nueva coyuntura denunció los problemas de la Nueva Economía:
su naturaleza frágil y volátil; y, sobre todo, demostró con claridad a qué
se refería Alan Greenspan cuando aludió a la “irracional exuberancia” de los
años noventa. En efecto, la euforia de los dorados años noventa engendró
muchas veces programas de inversión en sectores y activos de calidad bastante
dudosa, una excesiva confianza en los activos intangibles, y la aparición
de prácticas contables y financieras muy poco transparentes que derivaron
en escándalos financieros que pusieron en cuestión la credibilidad de las
principales instituciones y empresas de los Estados Unidos.
Para responder a las urgencias de esta coyuntura, el gobierno de George
Bush decidió recurrir a una receta bastante conocida: expandir el gasto militar,
reducir los impuestos pagados por las grandes corporaciones americanas,
y ejecutar una política monetaria expansiva, que ha producido las tasas de interés
más bajas de los últimos cincuenta años. Por el momento, el programa
parece funcionar, pues ha vuelto a iniciarse una nueva onda de expansión
económica: la economía americana ha vuelto a crecer a ritmos bastante altos,
seguida por la región asiática, liderada por China, y, finalmente, también lo
ha hecho Europa, aunque a un ritmo bastante menor.
La nueva política, empero, no parece poseer la solidez y fortaleza de las
políticas de los ochenta, ya que ha determinado la aparición de importantes
desequilibrios en el presupuesto americano y en las cuentas externas de la
mayor economía del mundo. En efecto, el déficit fiscal americano ya excede a
los cinco puntos porcentuales del producto; la razón deuda externa – PBI llega
ya al cincuenta por ciento del ingreso nacional; y la cuenta corriente continúa
con su proceso de deterioro. Ante tal evidencia, a los inversionistas más
prudentes no les queda otra opción que pronosticar una expansión bastante
transitoria, y la necesidad futura de solucionar los existentes desequilibrios.
Quizás la oportunidad llegue después de las elecciones americanas, cuando se
conozca, finalmente, quién será el futuro gobernante del país más poderoso
de la Tierra
.
AUTOR : BRUNO SEMINARIO, CARMEN ASTORNE FIGARI
PUBLICADO EN ACTUALIDAD ECONOMICA DEL PERU,JUNIO 2004
et Chaos et Phlegenton, loca nocte tacentia late,
sit mihi fas audita loqui, sit numine vestro
pandere res alta terra et caligene mersas Virgilio, Eneida, VI, 264-267**
I
¡Qué lejanas pueden resultar hoy para los observadores de la coyuntura
económica mundial ciertas declaraciones de Alan Greenspan, pronunciadas
meses antes del segundo conflicto con Irak, para advertir al Mundo sobre los
peligros de una inminente deflación! Aun más extrañas resultan las reaccio
Fórmula ritual que invoca a los dioses del inframundo y solicita su permiso para revelar los
misterios del mundo de las sombras. Equivalente en castellano de los versos a continuación:
¡Dioses que tenéis el imperio de las almas!
¡Sombras silenciosas!
¡Caos y Flegetonte! ¡Vastas moradas silenciosas de la noche!
Séame lícito narrar lo que he oído, séame dado revelar con vuestro permiso,
las cosas en las profundidades de la tierra y en la oscuridad.**
nes de las personas enteradas, los economistas reputados, las instituciones
internacionales y la prensa en general, que por semanas discutió y concedió
cierta plausibilidad a esta oportuna advertencia. Después de todo, era fácil
comprobar cómo el fenómeno derrumbaba la otrora brillante economía japonesa
para colocar a la segunda economía del mundo en una prolongada recesión.
¿No habían caído uno tras otro en rápida sucesión todos los castillos financieros
ligados a la nueva economía de la información, y con ellos muchas
fortunas y esperanzas sin sustento? ¿No imitaban, como siempre, los participantes
de esta acalorada discusión, las costumbres aprendidas de los hombres
maduros y prudentes que tienden a evitar todo riesgo innecesario, cuando
en el fondo ya conocían que las cosas habían dejado de ser como antes
porque quizás aún no existían en el ambiente y el comportamiento general
signos suficientes para dar inicio a un nuevo comportamiento consistente
con el cambio? Parecía imposible imaginar que, justo en esos momentos, el
presidente del país mas poderoso de la Tierra, encerrado con sus asesores, ya
planeaba la segunda invasión de Irak para solucionar el obvio problema estructural
de la economía americana: el severo desempleo, las burbujas en los
mercados de activos financieros –acciones, bonos e hipotecas-, la manipulación
de los precios del petróleo, la sobre inversión en las industrias de alta
tecnología, y el arriesgado juego financiero, ligados a la “irracional exuberancia”
de la década de los noventa.
¿Quién, al prender la televisión los días previos al estallido de la guerra,
fue capaz de encontrar algún propósito a lo que veía y escuchaba? Las imágenes
de Bagdad transmitían una transparente sensación de irrealidad, como si
un maestro fabricante de ilusiones hubiese lanzado una masiva campaña publicitaria
para promocionar un nuevo juego que permitía la destrucción selectiva
de ciudades sin afectar la vida de los habitantes y solo la de los enemigos.
Confuso fue el desarrollo mismo del conflicto, expuesto con sesgos tan
evidentes por las grandes cadenas de noticias, que permitía confirmar la sospecha,
hasta ahora atribuida a los excéntricos creyentes en misteriosas y universales
conspiraciones. Fue la opinión de muchos hombres sensatos, en esos
curiosos días, que quizás, después de todo, los illuminati y otras oscuras hermandades
secretas dominaban el flujo internacional de información. ¿Estarían,
acaso, perdiendo el juicio, o habría que aceptar que, después de todo, los
excéntricos tenían algo de razón? Y, finalmente, ¿no anunciaban las protestas
en las principales capitales del planeta y la guerra verbal entre Europa y
Estados Unidos, el epitafio sobre la tumba del siglo veinte y el inicio de nuevos
tiempos, eventos por venir, impredecibles consecuencias, movimiento,
desconcierto, confusión, y, en el fondo, la evidencia más profunda de que la
historia aún no había terminado, a pesar de los rumores que, hasta entonces,
continuaban circulando?
Y cuando todo hubo concluido con el resultado predecible, todavía hubo
varios que se fueron a dormir, abrigando una esperanza vana de que todo podía
retornar a la normalidad. Sin embargo, eventos subsecuentes les demostraron
cuán equivocados estaban. Al principio, el rumor comenzó a aparecer
en los principales servidores de noticias de Internet: algo extraño ocurría en
China. Una misteriosa enfermedad, imposible de curar, provocaba la muerte
repentina de las primeras victimas humanas. Contagiosa en extremo, amenazando
en convertirse en una nueva universal y fatídica pandemia. ¿Quién no
pudo, cuando menos, sentir un instintivo pavor al comprobar cómo los habitantes
de las grandes urbes chinas comenzaban a realizar sus actividades diarias
refugiados bajo mascaras, en vano intento de evitar el contagio ineludible?
¿Y no se hizo aún más intenso este temor cuando, en los días siguientes,
imágenes semejantes se replicaron en las ciudades canadienses? Y cuando las
cosas parecían haber retornado a la tan anhelada normalidad, nos enteramos
de que las vacas y los pollos transmitían también peligrosas y aterradoras enfermedades
con nombres aún ignotos, como la encefalopatía espongiforme
bovina, y una curiosa mutación de la familia Orthomyxoviridae, que a falta de
un buen nombre, fue denominada por los científicos como influenza aviana
tipo A. ¡Y quien podría imaginar que la historia narrada en Terminator III pudiese
replicarse en una pequeña villa italiana, donde, como lo indican las noticias
aparecidas en varios diarios europeos, se ha presenciado la primera batalla
entre los hombres y las maquinas! En efecto, en Canneto di Caronia, pequeño
poblado de la isla mediterránea, desde mediados de enero, decenas de
aparatos eléctricos, cuyos cables se encontraban desenchufados, y piezas de
mobiliario arden espontáneamente sin explicación científica aparente. Aterrorizados
italianos se han visto obligados a recurrir a la ayuda de exorcistas,
que atribuyen dicho fenómeno a la posesión demoníaca de los aparatos electrodomésticos.
Incluso los platillos voladores parecen haber abandonado la
forma que les dio su nombre, para convertirse en huevos, cigarros, triángulos
y extrañas criaturas ameboidales. Y, para terminar, los últimos reportes científicos
anuncian una eminente catástrofe, debido a la influencia que las sociedades
industriales poseen sobre la atmósfera: en los próximos cincuenta
años, como lo demuestran las fotos de los satélites, se fundirán los polos
cuando las grandes masas de hielo se conviertan en gigantescos iceberg ,y
luego provoquen una elevación general del nivel del mar, la alteración de las
corrientes submarinas en el Atlántico norte, el desplazamiento de tornados y
huracanes, y la desertificación de las principales tierras agrícolas del planeta.
Lo más dramático es que el cambio, hasta hace poco entendido como de lenta
operación, parece haberse convertido en abrupto, y, quizás, irreversible. Un
enigmático informe del Pentágono lo considera como la peor amenaza que
debe enfrentar la humanidad desde las grandes inundaciones que se produjeron
hace quince mil años, cuando terminó la era glacial, y que asocian comúnmente
las leyendas como las historias del diluvio. En suma, tiempos revueltos,
confusión, caos, anomia.
Extraña sensación, aplastante presentimiento: estar en el mismo centro de
un gigantesco laberinto. Quizás se metieron en él sin saberlo siquiera: caminaban
por la calle, y justo cuando torcían por la esquina para regresar a su
casa, tomaron la dirección equivocada. ¿Quién puede sentirse a gusto en medio
de la más absoluta confusión? ¿Quién puede moverse con soltura cuando
la Razón abandona este mundo en que vivimos para ser sustituida por un
multiforme no se qué? Es desconcertante detenerse para reconocer que quizás
lo que vemos ahora es solo un anticipo, impreciso y brutal, de lo que veremos
en el poco tiempo que nos ha sido concedido.
Es, sin embargo, difícil para el espíritu humano asimilar con tanta rapidez
el cambio abrupto y repentino, sin propósito ni dirección, ya que, en el fondo,
queremos evitar perdernos. Por esta razón, aunque ya reconocemos haber
traspasado los imperceptibles linderos del laberinto donde vive el minotauro,
nos negamos a admitirlo.
¿Cómo salir entonces, cuando finalmente reconocemos que no sabemos
donde estamos? ¿Es que recién logramos detenernos para encontrar un nuevo
patrón que nos oriente y sosiegue nuestro ánimo? Para ello, intentamos
ordenar la confusión y encontrar, nuevamente, las huellas que nos permiten
retornar al curso principal.
Pero, ¿qué criterio seguir para ordenar esta confusión, para eliminar el detalle
innecesario y descubrir los puntos esenciales? ¿Cuáles son los fenómenos
culturales, sociales y económicos que están empezando a afectar nuestras
vidas y determinarán nuestro futuro? Actualmente, se pueden identificar
tres puntos esenciales que sirven para entender la dinámica que seguirá
la historia humana dentro de los próximos cien años. El primero de ellos es la
tercera revolución industrial: la inclusión China y de la India, economías que
se encuentran en tránsito de un sistema agrario a uno industrial, en la economía
mundial está generando la reestructuración masiva del aparato productivo mundial, y alterando los flujos de comercio internacional. Un segundo fenómeno,
íntimamente relacionado con el anterior, aunque en un nivel más
abstracto, es el cambio en el proceso de circulación de los excedentes financieros
globales, cuyo desempeño parece sugerir el fortalecimiento de un sistema
parecido a Bretton Woods. Dada la complicación de la competencia implícita
entre los dos principales centros de la cultura occidental –Estados Unidos
y la Unión Europea-, y dados los conflictos que se han manifestado luego
de la crisis asiática, que en vez de mitigarse se intensificarán en el tiempo, el
mencionado proceso de circulación influirá de manera más o menos decisiva
en la dinámica de corto plazo de los mercados. El tercero se refiere al fuerte
impacto cultural de la red de comunicaciones mundiales establecida en la década
de los noventa. Si bien los efectos comúnmente atribuidos a la consolidación
de dicha red son la difusión de contenidos y noticias, y la facilitación
del comercio a distancia por vías electrónicas, gradualmente se está comenzando
a emplear como un elemento eficaz para coordinar acciones humanas
colectivas en los diferentes lugares del mundo. Muestra de ello son las manifestaciones
que tuvieron lugar durante el desarrollo de la guerra contra Irak.
En este sentido, constituye un instrumento ideal para alterar el funcionamiento
de los tradicionales métodos de control del flujo de información, basados
en la monopolización de las vías de comunicación, pues permite el acceso
fácil y rápido a los grupos excluidos del proceso.
II
Confusos y extraviados parecen los sentimientos más íntimos de los comentaristas
occidentales cuando tienen que referirse a China. ¡Qué curiosa y
multiforme colección! ¿Cómo encontrar una palabra para denotar el juvenil
entusiasmo de los especuladores, la euforia de las grandes empresas que efectúan
enormes proyectos de inversión en el mismo país de las maravillas, la
fingida indiferencia de los informes producidos por las agencias financieras
internacionales, y ese escondido horror de los analistas de inteligencia?
Los cambios económicos en Asia, particularmente los ocurridos en el este
del continente, fueron unos de los acontecimientos más importantes ocurridos
en el mundo en la segunda mitad del siglo veinte. Este proceso comenzó
en Japón en los años cincuenta, y, durante mucho tiempo, se tomó a esta sociedad
como el ejemplo que debían imitar los otros países, ya que se trataba
del primer país no occidental que había logrado ejecutar con un proceso exitoso de modernización. Sin embargo, el proceso se extendió en la década de
los ochenta a los cuatro “tigres asiáticos”: Hong-Kong, Taiwan, Corea del Sur
y Singapur, y, posteriormente, a China continental, Malasia, Tailandia e Indonesia.
Por esta razón, el interés por Japón disminuyó y aumentó en compensación
el interés por Asia en general. En efecto, todos estos países han mantenido
durante varias décadas tasas medias de crecimiento entre 8% y 10%.
Conjuntamente, ha tenido lugar una expansión espectacular de comercio, en
primer lugar, entre Asia y el resto del mundo, y, en segundo, al interior mismo
de Asia. En la actualidad, la segunda y la tercera economía del mundo son
asiáticas, y el éxito de la economía china causa asombro y consternación entre
los principales comentaristas económicos.
En los años noventa, este desarrollo económico generó un sentimiento de
euforia entre muchos observadores que veían a toda la costa del Pacífico unida
mediante redes comerciales en constante expansión y a una nueva economía
mundial cuyo núcleo dinámico se trasladaba desde el Atlántico hacia el
Pacífico. Aquella fue la época en que los expertos en administración de todas
las fábricas del mundo decidieron emular las técnicas de gestión japonesa y a
criticar fuertemente las americanas. Con tal devoción asumieron los peruanos
estas nuevas pautas orientales, que, para inaugurar la última década del
siglo veinte, decidieron conceder la gestión del país al entonces desconocido
Fujimori, anhelando que el país lograse finalmente salir del subdesarrollo y
creciera, como los japoneses, al estilo nipón. Sin embargo, en 1997, la crisis
asiática demostró cuán frágiles habían sido estas esperanzas. Los observadores,
ante este desencanto, intentaron encontrar las causas del colapso de la
otrora maravilla oriental. No tardaron los expertos en identificar que, principalmente,
se debió a un conjunto de factores, tales como el subdesarrollo y la
poca transparencia de las instituciones financieras, la asignación ineficiente
de recursos resultante de las políticas industriales aplicadas, y el obsesivo
“ethos” colectivista de la civilización asiática que le impedía emular propiamente
a las sabias instituciones occidentales. No obstante estas críticas, la
fortaleza económica de Asia era mayor de lo que a primera vista se creyó. En
efecto, el continente inició, a partir de 1997, un sólido proceso de reestructuración,
guiado por dos características básicas. En primer lugar, si bien anteriormente
la mayor parte del comercio de la región estaba dirigida hacia
afuera del continente, luego de la crisis, cambió de dirección y comenzó a
concentrarse al interior de la misma, con lo cual disminuyó la dependencia
respecto de la economía americana. En segundo lugar, el papel de economía
dominante, antes desempeñado por Japón, se trasladó, pasada la crisis, hacia
China continental, país de proporciones gigantescas -a diferencia del primero-,
que cuenta con los potenciales humano y económico suficientes como
para oponerse, en el largo plazo, a la potencia dominante. En efecto, el crecimiento
de la economía china durante los últimos años ha sido sorprendente,
y ha concentrado los principales flujos de inversión extranjera en el mundo.
El sobrio y frío análisis del World Economic Outlook 2004, publicado por el
Fondo Monetario Internacional, concluye la información transcrita a continuación:
“En los últimos veinte años, después de un largo período de aislamiento, el
rol de China en la economía global se ha incrementado drásticamente. Actualmente,
una tasa de crecimiento promedio anual mayor al nueve por ciento
sitúa a China como la sexta economía más grande del mundo. Por otro
lado, el incremento de su participación en el comercio mundial desde menos
del uno por ciento hasta cerca del seis por ciento la ubica en el cuarto lugar
en el ranking de los países con mayor comercio en el nivel mundial. No solo
sus exportaciones han ganado una mayor porción de los mercados internacionales,
sino que también la rápida tasa de crecimiento de sus importaciones
ha apoyado el fuerte desempeño de las economías vecinas y ha contribuido al
reciente dinamismo de los precios mundiales de las materias primas.
Es probable que la importancia económica de China y su integración en la
economía mundial continúen creciendo con rapidez, siempre y cuando las
reformas estructurales necesarias –inclusión de los sectores financieros y
empresariales, mercados laborales, y redes de seguridad social- sean implementadas.
Si bien es probable que los efectos sobre el mundo en general sean
positivos, el impacto podría ocurrir de manera diferenciada sobre los diferentes
países, sectores industriales, y grupos socioeconómicos. Por ejemplo,
mientras que las exportaciones de países industrializados, particularmente
las de aquellos bienes que son intensivos en mano de obra calificada y tecnología,
continuarían aumentando, ciertos sectores podrían experimentar pérdidas
de empleo a medida que se incrementa la cuota de mercado de las empresas
chinas. De modo similar, los países en desarrollo que enfrentan la expansión
de las competencia podrían experimentar una erosión es su participación
en el mercado de manufacturas intensivas en mano de obra calificada.
Además, el rápido crecimiento de China podría incrementar significativamente
los precios mundiales de la producción agrícola y los productos energéticos.
Resulta importante identificar quién se verá beneficiado y sobre quién recaerán
los costos de la emergencia china, con el fin de discutir qué políticas
deberán adoptarse para maximizar los beneficios y minimizar los costos de
ajuste. Para ello, es relevante plantearse las siguientes interrogantes
- ¿Cómo se comparan el crecimiento y la integración de China a la economía
mundial con episodios históricos previos de carácter semejante?
- ¿Cómo afectará la integración de China al resto del mundo? ¿Qué características
estructurales determinan que un país se beneficie o perjudique con
el crecimiento de China?
- ¿Cómo puede cada país maximizar sus propias ganancias de la expansión
china? ¿Qué acciones podría emprender la comunidad internacional para
ayudar a los perjudicados?”
El rápido crecimiento de China afectará a todos los países del mundo a través
de dos canales: comerciales y financieros. En efecto, el incremento en la
oferta china de manufacturas intensivas en mano de obra producirá una reducción
de su precio relativo en los mercados mundiales, en beneficio de
aquellos países que son importadores netos de los mismos. Además, el crecimiento
en China permitirá a aquellos países que exportan bienes y servicios
complementarios, tales como alimentos, energía, bienes intermedios y servicios,
verán sus precios incrementados. Sin embargo, la expansión puede perjudicar
a todos aquellos países en vías de desarrollo que, al igual que China,
poseen una oferta relativamente abundante de trabajo no calificado, pues
tendrán que competir con ella en mercados que experimentarán una coyuntura
de precios bajos. Asimismo, todos aquellos países que importan las mismas
materias primas de las que requiere China pueden también experimentar
pérdidas significativas. Por estos motivos, los cambios descritos en los
precios relativos pueden tener un profundo impacto sobre la composición de
la producción y la distribución del ingreso en muchos países, ya que es probable
que ocurra un fuerte incremento en las tasas de retorno del capital y
del trabajo calificado, así como una disminución en las remuneraciones percibidas
por el trabajo no calificado. Así, estas tendencias pueden sugerir que
estrategias de desarrollo basadas en la exportación de bienes intensivos en
mano de obra quizás dejen de ser una alternativa óptima en la integración a
la nueva economía mundial.
Por otro lado, la emergencia de China puede también afectar a otros países
a través de canales financieros. En efecto, algunos países en vías de desarrollo
tendrán que competir en el futuro con China para atraer a los flujos internacionales
de capitales, y, quizás, experimentar una reducción de los mismos.
Sin embargo, la magnitud de los flujos futuros hacia y desde China es bastante
difícil de predecir. Por un lado, la participación de este país en los mismos
puede continuar incrementándose, pero cuando las tasas de formación de capital
chinas retornen a un nivel normal, esta podría disminuir. Además, las
empresas chinas naturalmente tenderán a expandir su portafolio y efectuarán
inversiones directas afuera. La rapidez y fuerza de estos efectos dependerá
de la forma precisa de la estrategia de las autoridades chinas para avanzar
en el proceso de liberalización de su cuenta de capitales. Por otro lado, la
emergencia de China podría tener efectos adicionales que, aunque no fácilmente
cuantificables, pueden llegar a cobrar importancia. De este modo, el
crecimiento chino afectará los incentivos a la inversión y las tasas de productividad
en varios países, reforzando así su impacto directo. Además, el incremento
en la participación porcentual de China en la economía mundial y la
escasa correlación que muestra esta con otras economías industriales del
mundo pueden ayudar a amortiguar las frecuentes ondas cíclicas que afectan
a la economía del planeta.
III
La economía de los Estados Unidos experimentó, durante toda la década
de los noventa, una notable expansión. Fueron tres los factores que posibilitaron
este proceso: en primer lugar, la brillante política monetaria ejecutada
por Alan Greenspan; en segundo, la expansión del Internet y el dinamismo de
las industrias de alta tecnología; y, por último, el boom financiero generado
por la globalización y los cambios en la tecnología financiera. En efecto, el dinamismo
económico impulsó el empleo y los salarios reales; el boom financiero
posibilitó un incremento en la riqueza y el patrimonio personal de la
mayor parte de las familias norteamericanas; la aparición continua de nuevos
artículos de consumo y la difusión masiva del Internet facilitó la mejora en la
calidad de vida.
A finales del siglo XX, los Estados Unidos proclamaron en viva voz su victoria
militar sobre Rusia y el comunismo. Sin embargo, pocos fueron aquellos
que supieron leer entre líneas que, además, había logrado también imponerse
sobre las naciones capitalistas que amenazaban su predominio económico:
Japón y Alemania. Las élites se sintieron, finalmente, triunfadoras y, repitiendo
el ejemplo de otros intelectuales de imperios ya desaparecidos, proclamaron
el Fin de la Historia. Acompañó, por esta razón, a la prosperidad, una in22
tensa campaña ideológica cuyo objetivo fundamental fue difundir a todos los
pueblos del mundo las virtudes de la sociedad abierta y la libre competencia:
un nuevo orden mundial basado en estos principios, un programa concreto
de acción, y una ejecución efectiva en la mayor parte de las regiones del
Mundo.
No obstante, la Historia, como descubrieron atónitos y estupefactos los
habitantes de Nueva York, no terminó. En realidad, siguió siempre su curso
acostumbrado y, lentamente, fue alumbrado nuevas posibilidades e insinuando,
a pesar del vano afán de los intelectuales americanos, inescrutables caminos.
Gradualmente, en distintas regiones del Mundo y el mismo Estados Unidos,
aparecieron contradicciones evidentes: guerras de pequeña intensidad,
epidemias sin control, conflictos tribales, quiebras, crisis económicas, y síntomas
evidentes de anomia social.
Un temprano reflejo de la fuerza de la historia fue el fin de la prosperidad
económica del Japón. La economía más exitosa del planeta, la misma que creció
por 30 años jamás interrumpidos a ritmos que fueron la envidia del Mundo
Industrial, sufrió, a inicios de la década de los 90, una catástrofe financiera
al derrumbarse el índice Nikkei, y , con él, todo el sistema financiero del Japón.
Desde entonces, Japón entró a un estado de parálisis que todavía no logra
superar. Sus millonarios, por supuesto, han dejado de aparecer en los listados
que todos los años confeccionan las revistas de negocios editadas por
las Casas Editoriales de los Estados Unidos, y han sido sustituidos con alivio y
beneplácito por nuevas fortunas ligadas a los sectores que conforman la Nueva
Economía; es decir, industrias ligadas a la informática, el Internet y el procesamiento
de la información. El segundo evento ocurrió cuando Méjico, el
socio predilecto de los Estados Unidos y la primera nación latinoamericana
admitida al su exclusivo Club Comercial, descubrió que, a pesar de todos sus
esfuerzos, todavía era parte del Extremo Occidente (léase América Latina).
Los campesinos de Chiapas habían decido que el proyecto globalizador americano
y el discurso de su clase dirigente, después de todo, sólo los empobrecía
y, por esta razón, sólo quedaba protestar. A los pocos meses, estalló la segunda
crisis mejicana, y con ella la secuencia usual de eventos: la devaluación
del peso, la recesión, y el paquete financiero salvador. La ocasión fue aprovechada
por muchos profesores norteamericanos para escribir profundos y meditados
ensayos sobre la influencia de la cultura en el desarrollo económico,
y programar conferencias en las principales capitales de América Latina para
exponer nuevamente los principios fundamentales de la sociedad abierta y
de libre competencia.
Tres años después de la crisis mejicana, se desató en el Extremo Oriente, la
región de mayor éxito económico en el mundo, una nueva crisis financiera
que, dada su magnitud, remeció la estructura fundamental del Nuevo Orden
Internacional. Tailandia, en un inicio, se vio forzada a devaluar su moneda, y
luego, en rápida sucesión, todas las nuevas economías emergentes. Después
de Asia siguió Rusia, y, finalmente, América Latina. Con la crisis asiática, terminó
la prosperidad de los nuevos mercados emergentes, y el Nuevo Orden
mostró con diáfana claridad sus problemas más importantes. Sin embargo, la
crisis no fue advertida por las Instituciones Multilaterales como el Fondo Monetario
Internacional o el Banco Mundial. Tampoco fue pronosticada por los
numerosos analistas económicos contratados por los principales centros de
investigación. Se discutió, por pocos meses, la coyuntura financiera y, finalmente,
se diseñaron y ejecutaron planes para combatir los principales efectos
de la misma. Como consecuencia, se fue introducido el concepto de fragilidad
financiera y se postuló la conexión esencial de todo el sistema económico
mundial. La discusión reveló después el grado de corrupción de los dirigentes
asiáticos y los principales problemas estructurales de las economías
del Extremo Oriente. Aunque los asiáticos han demostrado una mayor capacidad
que los latinoamericanos para asimilar los principios de la sociedad
abierta y de libre competencia, no han comprendido plenamente – según la
opinión de los principales intelectuales de la cultura occidental - sus principios,
y han cometido, guiados acaso por su excesiva vocación colectivista,
errores fáciles de solucionar y remediar. Un programa de reforma estructural
fue propuesto, entonces, con el objeto de consolidar y mantener el éxito económico
de estas sociedades.
Aunque la economía de los Estados Unidos asimiló con relativa facilidad
las consecuencias iniciales de la nueva crisis financiera, poco tiempo después
entro también en crisis cuando se produjo, finalmente, el derrumbe del índice
NASDAQ, que marca la cotización de las acciones tecnológicas, y con ello la
paralización de la inversión en el núcleo más dinámico de la economía americana.
Después de la caída del NASDAQ, se detuvo la tasa de expansión del Comercio
Electrónico, se interrumpieron las innovaciones en la industria de las
comunicaciones y de computadoras, se comprobaron las debilidades de las
nuevas empresas virtuales y, como consecuencia, se produjo una caída
abrupta en la tasa de formación de capital de los Estados Unidos. Nuevamente
aparecieron los despedidos, las quiebras y los problemas financieros. El ritmo
de crecimiento se redujo notablemente, y las regiones más integradas al
corazón económico de la potencia experimentaron retrocesos verdaderamente
espectaculares. La nación isla de Singapur, por ejemplo, sufrió reducciones
del 30 por ciento en sus importaciones y del 15 por ciento en los índices
económicos que miden el dinamismo de la actividad industrial. Taiwán,
otra nación asiática, estrechamente ligada al núcleo tecnológico de la economía
mundial, ha experimentado índices similares de contracción económica.
En agosto, un mes antes del atentado en Nueva York, la actividad industrial
en el mundo se encontraba prácticamente paralizada: las economías de las
naciones más avanzadas del planeta caían nuevamente en recesión. Es en
este contexto económico que se produce el atentado de Nueva York, que no
hizo sino proporcionar el golpe definitivo a todo el modelo de los años 90.
En suma, la nueva coyuntura denunció los problemas de la Nueva Economía:
su naturaleza frágil y volátil; y, sobre todo, demostró con claridad a qué
se refería Alan Greenspan cuando aludió a la “irracional exuberancia” de los
años noventa. En efecto, la euforia de los dorados años noventa engendró
muchas veces programas de inversión en sectores y activos de calidad bastante
dudosa, una excesiva confianza en los activos intangibles, y la aparición
de prácticas contables y financieras muy poco transparentes que derivaron
en escándalos financieros que pusieron en cuestión la credibilidad de las
principales instituciones y empresas de los Estados Unidos.
Para responder a las urgencias de esta coyuntura, el gobierno de George
Bush decidió recurrir a una receta bastante conocida: expandir el gasto militar,
reducir los impuestos pagados por las grandes corporaciones americanas,
y ejecutar una política monetaria expansiva, que ha producido las tasas de interés
más bajas de los últimos cincuenta años. Por el momento, el programa
parece funcionar, pues ha vuelto a iniciarse una nueva onda de expansión
económica: la economía americana ha vuelto a crecer a ritmos bastante altos,
seguida por la región asiática, liderada por China, y, finalmente, también lo
ha hecho Europa, aunque a un ritmo bastante menor.
La nueva política, empero, no parece poseer la solidez y fortaleza de las
políticas de los ochenta, ya que ha determinado la aparición de importantes
desequilibrios en el presupuesto americano y en las cuentas externas de la
mayor economía del mundo. En efecto, el déficit fiscal americano ya excede a
los cinco puntos porcentuales del producto; la razón deuda externa – PBI llega
ya al cincuenta por ciento del ingreso nacional; y la cuenta corriente continúa
con su proceso de deterioro. Ante tal evidencia, a los inversionistas más
prudentes no les queda otra opción que pronosticar una expansión bastante
transitoria, y la necesidad futura de solucionar los existentes desequilibrios.
Quizás la oportunidad llegue después de las elecciones americanas, cuando se
conozca, finalmente, quién será el futuro gobernante del país más poderoso
de la Tierra
.
AUTOR : BRUNO SEMINARIO, CARMEN ASTORNE FIGARI
PUBLICADO EN ACTUALIDAD ECONOMICA DEL PERU,JUNIO 2004
EL FIN DE LA EDAD DE ORO
La economía del imperio norteamericano experimentó, en estos últimos
diez años, una expansión realmente notable. Tres factores posibilitaron este
proceso: (1) la brillante política monetaria ejecutada por Alan Greenspan; (2)
la expansión del INTERNET y el dinamismo de las industrias de alta tecnología
;y, (3) el "boom" financiero generado por la globalización y los cambios en
la tecnología financiera. Como consecuencia, los ciudadanos norteamericanos
conocieron una nueva edad de oro. En efecto, el dinamismo económico
impulsó el empleo y los salarios reales; el boom financiero posibilitó un incremento
en la riqueza y el patrimonio personal de la mayor parte de las familias
norteamericanas; la aparición continua de nuevos artículos de consumo
y la difusión masiva del INTERNET facilitó la mejora en la calidad de vida
al disminuir la monotonía e intensidad de la jornada de trabajo y producir un
refinamiento de las costumbres y cultura del pueblo norteamericano.
Las élites norteamericanas se sintieron, finalmente, triunfadoras y, repitiendo
el ejemplo de otros intelectuales de imperios ya desaparecidos, proclamaron
el Fin de la Historia. ¿Acaso, no habían finalmente descubierto los
norteamericanos el secreto tan largamente acariciado por los hombres? ¿No
demostraban los hechos consumados la superioridad indiscutible de la sociedad
y cultura norteamericana frente a otras propuestas semejantes? ¿Quién
sino derrotó en dos ocasiones al Totalitarismo en el último siglo del segundo
milenio? Acompañó, por esta razón, a la prosperidad una intensa campaña
ideológica que tenía como objetivo fundamental difundir a todos los pueblos
del mundo las virtudes de la sociedad abierta y de libre competencia. El proyecto
postuló un nuevo orden mundial basado en esto principios, un programa
concreto de acción, y una ejecución efectiva en la mayor parte de las regiones
del Mundo. Lentamente, en un inicio, y, luego con una velocidad creciente,
el nuevo programa consiguió despertar el entusiasmo y apoyo de todas
las élites del planeta. Nació, en esta forma, condensado, riguroso, lógico e
indiscutible, el Pensamiento Único, la expresión más fina y eficaz de la Civilización
Occidental. Reflejo y expresión del mismo fueron los distintos programas
de ajuste estructural ejecutadas por todos los gobiernos de América Latina.
II
La Historia, como descubrieron atónitos y estupefactos los habitantes de
Nueva York, no terminó. En realidad, siempre su curso acostumbrado y, lentamente,
fue alumbrado nuevas posibilidades e insinuando, no obstante el
vano afán, de los intelectuales americanos, nuevos y más brillantes caminos.
Gradualmente, en distintas regiones del Mundo y el mismo Estados Unidos,
aparecieron contradicciones evidentes : guerras de pequeña intensidad, epidemias
sin control, conflictos tribales, quiebras , crisis económicas, atentados
terroristas ejecutados por los propios norteamericanos y dirigidos contra los
mismos norteamericanos, suicidios voluntarios, fanáticos religiosos; y ,niños
que, con armas en las manos e impulsados por una violencia incompresible ,
deciden unilateralmente ultimar a sus compañeros de clase en una escuela
pública también norteamericana.
Un temprano reflejo de la fuerza de la historia fue el fin de la prosperidad
económica del Japón. La economía más exitosa del planeta , la misma que
creció por 30 años jamás interrumpidos a ritmos que fueron la envidia del
Mundo Industrial, sufrió , a inicios de la década de los 90, una catástrofe financiera
al derrumbarse el índice Nikkei y , con él, todo el sistema financiero
del Japón . Desde entonces, Japón, entró a un estado de parálisis que no todavía
no logra remontar. Sus millonarios, por supuesto, han dejado de aparecer
en los listados que todos los años confeccionan las revistas de negocios editadas
por las Casas Editoriales del Imperio y han sido sustituido, quizás con alivio y beneplácito, por nuevas fortunas que esta vez son también norteamericanas.
La segunda advertencia ocurrió cinco después cuando Méjico, el socio predilecto
de los Estados Unidos y la primera nación latinoamericana admitida al
Club exclusivo del Imperio, descubrió que, a pesar de todos sus esfuerzos, todavía
era parte del Extremo Occidente (América Latina). Los campesinos de
Chiapas habían decido que el proyecto globalizador americano y el discurso
de su clase dirigente, después de todo, sólo los empobrecía y, por esta razón,
sólo quedaba protestar. A los pocos meses, estalló la segunda crisis mejicana,
y, con ella la secuencia usual de eventos: la devaluación del peso, la recesión,
y el paquete financiero salvador. Tampoco, en esta ocasión, los intelectuales
americanos notaron la advertencia. ¿No ha demostrado, acaso, los pueblos latinoamericanos
a lo largo de la historia una notoria dificultad para asimilar
las ideas fundamentales del pensamiento único? Muchos profesores norteamericanos
escribieron, en esta ocasión, profundos y meditados ensayos, sobre
la influencia de la cultura en el desarrollo económico y programaron conferencias
en las principales capitales del Extremo Occidente para explicar
nuevamente a los gobernantes de América Latina los principios fundamentales
de la sociedad abierta y de libre competencia. El sistema educativo norteamericano
es, sin duda, el más eficaz y sólido del mundo. La historia, sin embargo,
siguió su curso con la misma fuerza y regida por las mismas leyes.
Tres años después de la crisis mejicana, se desató en el Extremo Oriente, la
región de más éxito económico del mundo, una nueva crisis financiera que,
dada su magnitud, remeció la estructura fundamental del Nuevo Orden Americano.
Tailandia, en un inicio, se vio forzada a devaluar su moneda, y, luego
en rápida sucesión todas las nuevas economías emergentes. Después de Asia,
siguió Rusia, y, finalmente, América Latina. Con la crisis asiática, terminó la
falaz prosperidad de los nuevos mercados emergentes y, el Nuevo Orden,
mostró con diáfana claridad sus problemas más importantes. La crisis no fue
advertida por las Instituciones Multilaterales como el Fondo Monetario Internacional
o el Banco Mundial. Tampoco fue pronosticado por los numerosos
investigadores económicos contratados por la Red Imperial de Información.
Para salvar las apariencias, fue introducido el concepto de fragilidad financiera
y se postuló la conexión esencial de todo el sistema económico mundial.
Los intelectuales norteamericanos notaron, con horror, preocupación, y curiosidad,
como las viejas ideas se resistían a morir. Se discutió, por pocos meses,
la coyuntura financiera y, finalmente, se diseñaron y ejecutaron planes
para combatir los efectos de la coyuntura financiera. La discusión puso, en
evidencia, después de 30 años, el grado de corrupción de los dirigentes asiáticos,
y, los principales problemas estructurales de las economías del Extremo
Oriente. Aunque los asiáticos, han demostrado una mayor capacidad que los
latinoamericanos, para asimilar los principios de la sociedad abierta y de libre
competencia no han comprendido plenamente sus principios y han cometido
, guiados quizás por su excesiva vocación colectivistas, errores fáciles
de solucionar y remediar. Deben, también, ellos si desean ser exitosos iniciar
un programa de reforma estructural para consolidar y mantener sus éxitos.
La Sociedad Americana, por ejemplo, superó, en pocos meses la crisis y el crecimiento
y la prosperidad continua su rápido curso.
La Cuarta advertencia se produjo al iniciarse el Nuevo Milenio. Fue menos
espectacular, más difícil de advertir, pero tendrá, a las largas consecuencias
más profundas y durables. Cuando, en Seattle, los Ministros de Comercio del
Mundo, celebraban una conferencia para profundizar la globalización, ocurrieron
protestas y manifestaciones que obligaron a suprimir el evento. Estas
manifestaciones marcaban el nacimiento del movimiento mundial contra la
globalización y, mostraban, la eficacia de la red mundial de comunicación
para diseñar nuevas técnicas de organización. El éxito de Seattle mostró, a
muchos el camino: la red de computadoras, permitía superar, con facilidad,
los mecanismos de control montados por los Estados, intercambiar información
y coordinar acciones de protestas simultáneas en diferentes sitios del
Planeta. Permitía, así mismo, difundir ideas censuradas, publicar boletines
informativos, realizar conferencias de coordinación, es decir, el diseño y discusión
de una alternativa al Nuevo Orden Mundial. Quedó, así, claro para todos
los descontentos que las protestas deberían tener una naturaleza global.
Ante la globalización del capital se debe oponer una respuesta organizada y
también global. Después de Seattle, siguieron similares protestas en Génova,
Nápoles, Montreal. El FMI y el Banco Mundial, en realidad, no han podido organizar
con tranquilidad conferencias de coordinación internacional en un
ambiente tranquilo y sosegado. Las muchas páginas de INTERNET se exhiben
los símbolos del movimiento global anti-globalización: una bandera roja y un
águila negra.
Finalmente, el flujo de la historia llegó a los Estados Unidos. El primer
evento se produjo hace ya un año cuando se produjo, finalmente, el derrumbe
del índice NASDAQ que marca la cotización de las acciones tecnológicas ,
y, con él la paralización de la inversión del núcleo más dinámico de la economía
americana. Después de la caída del NASDAQ, se paralizó la tasa de expan10
sión del Comercio Electrónico, se interrumpieron las innovaciones en la industria
de las comunicaciones y de computadoras, se comprobaron las debilidades
de las nuevas empresas virtuales y, como consecuencia, se produjo una
caída abrupta en la tasa de formación de capital de los Estados Unidos. Nuevamente,
aparecieron los despedidos, las quiebras y los problemas financieros.
El ritmo de crecimiento se redujo notablemente, y, las regiones más integradas
al corazón económico del imperio experimentaron retrocesos verdaderamente
espectaculares. La nación isla de Singapur, por ejemplo, experimentó
una reducción de 30 por ciento en sus importaciones y de 15 por ciento
en los índices económicos que miden el dinamismo de la actividad industrial.
Taiwán, otra nación asiática, estrechamente ligada al núcleo tecnológico
de la economía mundial ha experimentado índices similares de retracción
económica. En agosto, un mes antes del atentado en Nueva York, la actividad
industrial en el mundo estaba prácticamente paralizada: las economías de las
naciones más avanzadas del planeta estaban nuevamente en recesión. Es, en
este contexto económico que se produce el atentado de Nueva York.
III
Hace dos semanas, los habitantes del Bajo Manhattam, los ciudadanos de
la única ciudad cosmopolita del Imperio Norteamericano, tomaron el Metro y
se dirigieron, igual como lo hacen todos los días, a trabajar en las oficinas localizadas
en los edificios que se yerguen al inicio de Manhattam y que albergan
las computadoras que gestionan las bases de datos y la dinámica diaria
del mayor mercado financiero del Mundo. No se imaginan que a la misma
hora, cuatro aviones partían de Boston secuestrados por un grupo terrorista
fundamentalista, usando técnicas no anticipadas y un grado inusitado de planeación
y coordinación, en la dirección a Nueva York con el objetivo expreso
de estrellarse contra las principales torres de Manhattam. Por esta razón,
cuando se produce el primer impacto, no pueden admitir e interpretar los
hechos que se suceden con rapidez, y, lo atribuyen a un desgraciado accidente
aéreo. Comienzan a arder las torres, llega la Televisión, y la Red Mundial
de Información, empieza a difundir las dantescas escenas a todos los ciudadanos
del planeta. Veinte minutos después, llega el segundo avión, y también se
estrella contra las mismas Torres. Pasado una hora, probablemente atemorizados,
los ciudadanos del Imperio y todos los habitantes del planeta ven derrumbarse
los edificios, y, una enorme nube de polvo y fuego que cubre toda
la isla de Manhattam. Ese mismo día, otro avión se estrella en Washington,
contra el edificio del pentágono y otro se derrumba cerca a la ciudad de Pittsburgh.
Ese día se producía el mayor atentado terrorista del Planeta y, también,
se iniciaba en términos prácticos, con un ligero retraso, el Tercer Milenio
y el nuevo siglo XXI. Los terroristas ponían, en evidencia, la debilidad estructural
de la red de seguridad interna del Imperio, demostrando cuales
eran los supuestos implícitos de la estrategia de Inteligencia Americana y la
falta de coherencia de la política exterior de los Estados Unidos.
Ese mismo día se comenzaron a manifestar las consecuencias más inmediatas:
se interrumpió la red área de comunicaciones al producirse el cierre
del espacio aéreo norteamericano, los habitantes de USA paralizaron sus actividades
económicas y dejaron de trabajar para mirar en sus aparatos de Televisión
, las noticias que se sucedían en una secuencia que parecía extraída de
una película de ciencia ficción, cundió el pánico en los mercados financieros
del mundo y tuvieron que ser clausurados las Bolsas que integran junto con
Wall Street la Red Financiera que cubre toda la faz de la Tierra. En suma, un
día de caos y desconcierto, que abría una nueva coyuntura para el Planeta,
con consecuencias, todavía impredecibles.
Wall Street, el principal mercado americano, se vio obligado, como consecuencia
de los catastróficos eventos, a suspender sus operaciones por casi
una semana y, finalmente, pudo reiniciar sus operaciones el lunes de la semana
pasada. La red mundial del transporte aéreo sufrió una experiencia similar.
La industria del Turismo que depende estrechamente de la misma experimento
inmediatamente los efectos al interrumpirse el flujo de mundial de pasajeros.
Los mayores hoteles del mundo estuvieron, la semana pasada, prácticamente
desiertos sea por que los turistas o hombres de negocios no pueden
viajar sea por que hay una ola masiva de cancelaciones de paquetes turísticos.
Wall Street, en una localización provisional, en New Jersey comenzó a
operar el lunes. Al abrir el mercado, se produjo el pánico, cuando los inversionistas
decidieron deshacerse de las acciones de las industrias inmediatamente
afectadas: aerolíneas y compañías de seguros, principalmente. Ese
mismo día, Alan Greenspan, redujo en 0.5 puntos porcentuales la tasa de interés
con el propósito de frenar la ola de ventas. Fue imitado por los principales
Bancos Centrales del Mundo: El banco Central Europeo, el Banco de Japón, el
Banco de Inglaterra, y el Banco de Canadá. La Bolsa, sin embargo, cayó durante
todos los días de la semana. Wall Street experimentó así la mayor caída
desde la gran depresión, y, sólo comenzó a recuperarse esta semana cuando,
finalmente, se estabilizó el mercado. El movimiento financiero piso fin a las
esperanzas de una pronta recuperación económica. Los pronósticos más optimistas
solo prevén una recuperación para finales del próximo año.
La historia, sin embargo, aún no termina. El gobierno de USA ha extremado
las medidas de seguridad y ha llamado a una cruzada Mundial contra el fanatismo
Musulmán. El ejército del imperio se encuentra nuevamente en guerra.
La flota norteamericana se encuentra en la costa de Asia, vagando, y esperando
que los estrategas militares definan cuál es el objetivo militar. Las
guerras del siglo XXI, las nuevas guerras, ya no se pelean contra naciones
sino contra países invisibles o individuos. Todos, los habitantes del Planeta,
observan, curiosos cómo USA, la nación que descubrió el secreto tan acariciado
por los hombres de todos los tiempos, lidia con la nueva situación. ¿Que
pasará? ¿Ha estallado la guerra de Civilizaciones pronosticada por Hungtinton,
el más conocido científico político norteamericano? Nadie lo sabe ni lo
conoce con exactitud ya que la historia continua y sigue regida por las mismas
leyes.
AUTOR: BRUNO SEMINARIO, EL LABERINTO DEL MINOTAURO, CEUP
PUBLICADO EN ACTUALIDAD ECONOMICA, OCTUBRE 2001.
diez años, una expansión realmente notable. Tres factores posibilitaron este
proceso: (1) la brillante política monetaria ejecutada por Alan Greenspan; (2)
la expansión del INTERNET y el dinamismo de las industrias de alta tecnología
;y, (3) el "boom" financiero generado por la globalización y los cambios en
la tecnología financiera. Como consecuencia, los ciudadanos norteamericanos
conocieron una nueva edad de oro. En efecto, el dinamismo económico
impulsó el empleo y los salarios reales; el boom financiero posibilitó un incremento
en la riqueza y el patrimonio personal de la mayor parte de las familias
norteamericanas; la aparición continua de nuevos artículos de consumo
y la difusión masiva del INTERNET facilitó la mejora en la calidad de vida
al disminuir la monotonía e intensidad de la jornada de trabajo y producir un
refinamiento de las costumbres y cultura del pueblo norteamericano.
Las élites norteamericanas se sintieron, finalmente, triunfadoras y, repitiendo
el ejemplo de otros intelectuales de imperios ya desaparecidos, proclamaron
el Fin de la Historia. ¿Acaso, no habían finalmente descubierto los
norteamericanos el secreto tan largamente acariciado por los hombres? ¿No
demostraban los hechos consumados la superioridad indiscutible de la sociedad
y cultura norteamericana frente a otras propuestas semejantes? ¿Quién
sino derrotó en dos ocasiones al Totalitarismo en el último siglo del segundo
milenio? Acompañó, por esta razón, a la prosperidad una intensa campaña
ideológica que tenía como objetivo fundamental difundir a todos los pueblos
del mundo las virtudes de la sociedad abierta y de libre competencia. El proyecto
postuló un nuevo orden mundial basado en esto principios, un programa
concreto de acción, y una ejecución efectiva en la mayor parte de las regiones
del Mundo. Lentamente, en un inicio, y, luego con una velocidad creciente,
el nuevo programa consiguió despertar el entusiasmo y apoyo de todas
las élites del planeta. Nació, en esta forma, condensado, riguroso, lógico e
indiscutible, el Pensamiento Único, la expresión más fina y eficaz de la Civilización
Occidental. Reflejo y expresión del mismo fueron los distintos programas
de ajuste estructural ejecutadas por todos los gobiernos de América Latina.
II
La Historia, como descubrieron atónitos y estupefactos los habitantes de
Nueva York, no terminó. En realidad, siempre su curso acostumbrado y, lentamente,
fue alumbrado nuevas posibilidades e insinuando, no obstante el
vano afán, de los intelectuales americanos, nuevos y más brillantes caminos.
Gradualmente, en distintas regiones del Mundo y el mismo Estados Unidos,
aparecieron contradicciones evidentes : guerras de pequeña intensidad, epidemias
sin control, conflictos tribales, quiebras , crisis económicas, atentados
terroristas ejecutados por los propios norteamericanos y dirigidos contra los
mismos norteamericanos, suicidios voluntarios, fanáticos religiosos; y ,niños
que, con armas en las manos e impulsados por una violencia incompresible ,
deciden unilateralmente ultimar a sus compañeros de clase en una escuela
pública también norteamericana.
Un temprano reflejo de la fuerza de la historia fue el fin de la prosperidad
económica del Japón. La economía más exitosa del planeta , la misma que
creció por 30 años jamás interrumpidos a ritmos que fueron la envidia del
Mundo Industrial, sufrió , a inicios de la década de los 90, una catástrofe financiera
al derrumbarse el índice Nikkei y , con él, todo el sistema financiero
del Japón . Desde entonces, Japón, entró a un estado de parálisis que no todavía
no logra remontar. Sus millonarios, por supuesto, han dejado de aparecer
en los listados que todos los años confeccionan las revistas de negocios editadas
por las Casas Editoriales del Imperio y han sido sustituido, quizás con alivio y beneplácito, por nuevas fortunas que esta vez son también norteamericanas.
La segunda advertencia ocurrió cinco después cuando Méjico, el socio predilecto
de los Estados Unidos y la primera nación latinoamericana admitida al
Club exclusivo del Imperio, descubrió que, a pesar de todos sus esfuerzos, todavía
era parte del Extremo Occidente (América Latina). Los campesinos de
Chiapas habían decido que el proyecto globalizador americano y el discurso
de su clase dirigente, después de todo, sólo los empobrecía y, por esta razón,
sólo quedaba protestar. A los pocos meses, estalló la segunda crisis mejicana,
y, con ella la secuencia usual de eventos: la devaluación del peso, la recesión,
y el paquete financiero salvador. Tampoco, en esta ocasión, los intelectuales
americanos notaron la advertencia. ¿No ha demostrado, acaso, los pueblos latinoamericanos
a lo largo de la historia una notoria dificultad para asimilar
las ideas fundamentales del pensamiento único? Muchos profesores norteamericanos
escribieron, en esta ocasión, profundos y meditados ensayos, sobre
la influencia de la cultura en el desarrollo económico y programaron conferencias
en las principales capitales del Extremo Occidente para explicar
nuevamente a los gobernantes de América Latina los principios fundamentales
de la sociedad abierta y de libre competencia. El sistema educativo norteamericano
es, sin duda, el más eficaz y sólido del mundo. La historia, sin embargo,
siguió su curso con la misma fuerza y regida por las mismas leyes.
Tres años después de la crisis mejicana, se desató en el Extremo Oriente, la
región de más éxito económico del mundo, una nueva crisis financiera que,
dada su magnitud, remeció la estructura fundamental del Nuevo Orden Americano.
Tailandia, en un inicio, se vio forzada a devaluar su moneda, y, luego
en rápida sucesión todas las nuevas economías emergentes. Después de Asia,
siguió Rusia, y, finalmente, América Latina. Con la crisis asiática, terminó la
falaz prosperidad de los nuevos mercados emergentes y, el Nuevo Orden,
mostró con diáfana claridad sus problemas más importantes. La crisis no fue
advertida por las Instituciones Multilaterales como el Fondo Monetario Internacional
o el Banco Mundial. Tampoco fue pronosticado por los numerosos
investigadores económicos contratados por la Red Imperial de Información.
Para salvar las apariencias, fue introducido el concepto de fragilidad financiera
y se postuló la conexión esencial de todo el sistema económico mundial.
Los intelectuales norteamericanos notaron, con horror, preocupación, y curiosidad,
como las viejas ideas se resistían a morir. Se discutió, por pocos meses,
la coyuntura financiera y, finalmente, se diseñaron y ejecutaron planes
para combatir los efectos de la coyuntura financiera. La discusión puso, en
evidencia, después de 30 años, el grado de corrupción de los dirigentes asiáticos,
y, los principales problemas estructurales de las economías del Extremo
Oriente. Aunque los asiáticos, han demostrado una mayor capacidad que los
latinoamericanos, para asimilar los principios de la sociedad abierta y de libre
competencia no han comprendido plenamente sus principios y han cometido
, guiados quizás por su excesiva vocación colectivistas, errores fáciles
de solucionar y remediar. Deben, también, ellos si desean ser exitosos iniciar
un programa de reforma estructural para consolidar y mantener sus éxitos.
La Sociedad Americana, por ejemplo, superó, en pocos meses la crisis y el crecimiento
y la prosperidad continua su rápido curso.
La Cuarta advertencia se produjo al iniciarse el Nuevo Milenio. Fue menos
espectacular, más difícil de advertir, pero tendrá, a las largas consecuencias
más profundas y durables. Cuando, en Seattle, los Ministros de Comercio del
Mundo, celebraban una conferencia para profundizar la globalización, ocurrieron
protestas y manifestaciones que obligaron a suprimir el evento. Estas
manifestaciones marcaban el nacimiento del movimiento mundial contra la
globalización y, mostraban, la eficacia de la red mundial de comunicación
para diseñar nuevas técnicas de organización. El éxito de Seattle mostró, a
muchos el camino: la red de computadoras, permitía superar, con facilidad,
los mecanismos de control montados por los Estados, intercambiar información
y coordinar acciones de protestas simultáneas en diferentes sitios del
Planeta. Permitía, así mismo, difundir ideas censuradas, publicar boletines
informativos, realizar conferencias de coordinación, es decir, el diseño y discusión
de una alternativa al Nuevo Orden Mundial. Quedó, así, claro para todos
los descontentos que las protestas deberían tener una naturaleza global.
Ante la globalización del capital se debe oponer una respuesta organizada y
también global. Después de Seattle, siguieron similares protestas en Génova,
Nápoles, Montreal. El FMI y el Banco Mundial, en realidad, no han podido organizar
con tranquilidad conferencias de coordinación internacional en un
ambiente tranquilo y sosegado. Las muchas páginas de INTERNET se exhiben
los símbolos del movimiento global anti-globalización: una bandera roja y un
águila negra.
Finalmente, el flujo de la historia llegó a los Estados Unidos. El primer
evento se produjo hace ya un año cuando se produjo, finalmente, el derrumbe
del índice NASDAQ que marca la cotización de las acciones tecnológicas ,
y, con él la paralización de la inversión del núcleo más dinámico de la economía
americana. Después de la caída del NASDAQ, se paralizó la tasa de expan10
sión del Comercio Electrónico, se interrumpieron las innovaciones en la industria
de las comunicaciones y de computadoras, se comprobaron las debilidades
de las nuevas empresas virtuales y, como consecuencia, se produjo una
caída abrupta en la tasa de formación de capital de los Estados Unidos. Nuevamente,
aparecieron los despedidos, las quiebras y los problemas financieros.
El ritmo de crecimiento se redujo notablemente, y, las regiones más integradas
al corazón económico del imperio experimentaron retrocesos verdaderamente
espectaculares. La nación isla de Singapur, por ejemplo, experimentó
una reducción de 30 por ciento en sus importaciones y de 15 por ciento
en los índices económicos que miden el dinamismo de la actividad industrial.
Taiwán, otra nación asiática, estrechamente ligada al núcleo tecnológico
de la economía mundial ha experimentado índices similares de retracción
económica. En agosto, un mes antes del atentado en Nueva York, la actividad
industrial en el mundo estaba prácticamente paralizada: las economías de las
naciones más avanzadas del planeta estaban nuevamente en recesión. Es, en
este contexto económico que se produce el atentado de Nueva York.
III
Hace dos semanas, los habitantes del Bajo Manhattam, los ciudadanos de
la única ciudad cosmopolita del Imperio Norteamericano, tomaron el Metro y
se dirigieron, igual como lo hacen todos los días, a trabajar en las oficinas localizadas
en los edificios que se yerguen al inicio de Manhattam y que albergan
las computadoras que gestionan las bases de datos y la dinámica diaria
del mayor mercado financiero del Mundo. No se imaginan que a la misma
hora, cuatro aviones partían de Boston secuestrados por un grupo terrorista
fundamentalista, usando técnicas no anticipadas y un grado inusitado de planeación
y coordinación, en la dirección a Nueva York con el objetivo expreso
de estrellarse contra las principales torres de Manhattam. Por esta razón,
cuando se produce el primer impacto, no pueden admitir e interpretar los
hechos que se suceden con rapidez, y, lo atribuyen a un desgraciado accidente
aéreo. Comienzan a arder las torres, llega la Televisión, y la Red Mundial
de Información, empieza a difundir las dantescas escenas a todos los ciudadanos
del planeta. Veinte minutos después, llega el segundo avión, y también se
estrella contra las mismas Torres. Pasado una hora, probablemente atemorizados,
los ciudadanos del Imperio y todos los habitantes del planeta ven derrumbarse
los edificios, y, una enorme nube de polvo y fuego que cubre toda
la isla de Manhattam. Ese mismo día, otro avión se estrella en Washington,
contra el edificio del pentágono y otro se derrumba cerca a la ciudad de Pittsburgh.
Ese día se producía el mayor atentado terrorista del Planeta y, también,
se iniciaba en términos prácticos, con un ligero retraso, el Tercer Milenio
y el nuevo siglo XXI. Los terroristas ponían, en evidencia, la debilidad estructural
de la red de seguridad interna del Imperio, demostrando cuales
eran los supuestos implícitos de la estrategia de Inteligencia Americana y la
falta de coherencia de la política exterior de los Estados Unidos.
Ese mismo día se comenzaron a manifestar las consecuencias más inmediatas:
se interrumpió la red área de comunicaciones al producirse el cierre
del espacio aéreo norteamericano, los habitantes de USA paralizaron sus actividades
económicas y dejaron de trabajar para mirar en sus aparatos de Televisión
, las noticias que se sucedían en una secuencia que parecía extraída de
una película de ciencia ficción, cundió el pánico en los mercados financieros
del mundo y tuvieron que ser clausurados las Bolsas que integran junto con
Wall Street la Red Financiera que cubre toda la faz de la Tierra. En suma, un
día de caos y desconcierto, que abría una nueva coyuntura para el Planeta,
con consecuencias, todavía impredecibles.
Wall Street, el principal mercado americano, se vio obligado, como consecuencia
de los catastróficos eventos, a suspender sus operaciones por casi
una semana y, finalmente, pudo reiniciar sus operaciones el lunes de la semana
pasada. La red mundial del transporte aéreo sufrió una experiencia similar.
La industria del Turismo que depende estrechamente de la misma experimento
inmediatamente los efectos al interrumpirse el flujo de mundial de pasajeros.
Los mayores hoteles del mundo estuvieron, la semana pasada, prácticamente
desiertos sea por que los turistas o hombres de negocios no pueden
viajar sea por que hay una ola masiva de cancelaciones de paquetes turísticos.
Wall Street, en una localización provisional, en New Jersey comenzó a
operar el lunes. Al abrir el mercado, se produjo el pánico, cuando los inversionistas
decidieron deshacerse de las acciones de las industrias inmediatamente
afectadas: aerolíneas y compañías de seguros, principalmente. Ese
mismo día, Alan Greenspan, redujo en 0.5 puntos porcentuales la tasa de interés
con el propósito de frenar la ola de ventas. Fue imitado por los principales
Bancos Centrales del Mundo: El banco Central Europeo, el Banco de Japón, el
Banco de Inglaterra, y el Banco de Canadá. La Bolsa, sin embargo, cayó durante
todos los días de la semana. Wall Street experimentó así la mayor caída
desde la gran depresión, y, sólo comenzó a recuperarse esta semana cuando,
finalmente, se estabilizó el mercado. El movimiento financiero piso fin a las
esperanzas de una pronta recuperación económica. Los pronósticos más optimistas
solo prevén una recuperación para finales del próximo año.
La historia, sin embargo, aún no termina. El gobierno de USA ha extremado
las medidas de seguridad y ha llamado a una cruzada Mundial contra el fanatismo
Musulmán. El ejército del imperio se encuentra nuevamente en guerra.
La flota norteamericana se encuentra en la costa de Asia, vagando, y esperando
que los estrategas militares definan cuál es el objetivo militar. Las
guerras del siglo XXI, las nuevas guerras, ya no se pelean contra naciones
sino contra países invisibles o individuos. Todos, los habitantes del Planeta,
observan, curiosos cómo USA, la nación que descubrió el secreto tan acariciado
por los hombres de todos los tiempos, lidia con la nueva situación. ¿Que
pasará? ¿Ha estallado la guerra de Civilizaciones pronosticada por Hungtinton,
el más conocido científico político norteamericano? Nadie lo sabe ni lo
conoce con exactitud ya que la historia continua y sigue regida por las mismas
leyes.
AUTOR: BRUNO SEMINARIO, EL LABERINTO DEL MINOTAURO, CEUP
PUBLICADO EN ACTUALIDAD ECONOMICA, OCTUBRE 2001.
EL NUEVO SISTEMA DE BRETTON -WODDS
Desde hace algunos meses, una intrigante pregunta persigue insistente a
un número muy variado de personas en el mundo: altos oficiales de política
económica, participantes en los mercados internacionales de capitales, especialistas
en coyuntura internacional y economistas en general. ¿Cuán sostenible
es el desequilibrio de las cuentas externas en Estados Unidos? ¿En qué
porcentaje debe reducirse el valor del dólar para reestablecer un equilibrio y
cuáles podrían ser las consecuencias de este ajuste? ¿Podrá continuar funcionando
el dólar como única moneda de reserva mundial o este papel será asumido
por el euro? Preguntas, sin duda relevantes, que deberían indicarnos la
inminencia de un gran ajuste en los próximos años que afectará a todos los
países del mundo en general y a América Latina en particular.
El año pasado, un grupo de economistas americanos propusieron un esquema
analítico con el propósito de responder a estos interrogantes. Podemos
denominar a la nueva teoría usando el titulo del ensayo que resume sus
principales resultados, “El Nuevo Sistema de Bretton-Woods”. Según los autores
estadounidenses, es posible dividir al mundo en tres grandes regiones:
USA, Asia y el Resto del Mundo. En el nuevo sistema, Asia ha elegido usar un
régimen cambiario que mantiene una paridad fija con el dólar y, en razón a
su interés comercial, tiende a subvaluar el valor de su moneda. En clara contraposición,
en el resto del Mundo (Europa y América Latina) rige un sistema
de paridades libres que se mueven hacia arriba o hacia bajo por determinar.(Publicado en el diario Expreso, Noviembre 2004)
acciones que, en lo fundamental, emanan del sector financiero. Además, los investigadores,
es estable ya que puede regir por un plazo largo de tiempo, las
relaciones financieras que establecen estas regiones entre sí
Crucial para el nuevo sistema son las vinculaciones comerciales y financieras
entre China Continental y los Estados Unidos. En particular, China vende
a los consumidores americanos bienes y recibe dólares a cambio. Luego,
aplica estos dólares para comprar bonos emitidos por el Tesoro Americano.
Como consecuencia, el precio de los mismos aumenta, se reducen las tasas de
interés y, por tanto, ocurre una activación del consumo y de la inversión en
USA. La expansión de la demanda produce, esta vez en China, un incremento
en las tasas de acumulación y de ahí una nueva expansión de la producción
industrial en este país.
El crecimiento de China expande también la demanda de materias primas
y produce un incremento en los precios de los productos básicos. Con ello, se
benefician las economías de los países exportadores de materias primas y,
por esta razón, se produce también en éstas un crecimiento en la demanda
agregada, el producto y el empleo. Al crecer las importaciones de estos países,
crecen las exportaciones de USA y de Europa y, así, en todo el mundo se
propaga el impulso reactivador emanado de este circuito primario y fundamental.
Conforme China crece y adquiere fuerza, se lanza por el mundo en
busca de materias primas. Con ello, las economías de los países del tercer
mundo reciben nuevo y decisivo impulso.
Aunque la nueva teoría tiene fuerza y cautiva el entusiasmo de algunos
economistas y especialistas en este tipo de cuestiones; también, ha provocado
reacciones de crítica encendida. Se argumenta así que el nuevo sistema es
esencialmente inestable. Notan que el mismo carga en demasía el precio del
ajuste internacional en la cotización del euro frente al dólar y que la apreciación
del euro puede provocar un desastre en Europa. Los críticos han calculado,
usando modelos de equilibrio general, que el esquema sólo es sostenible
si el dólar pierde un cincuenta por ciento de valor respecto a todas las monedas
del mundo y se preguntan cuán consistente este mayúsculo ajuste con el
arreglo institucional que regula las relaciones entre USA y la Comunidad Económica
Europea. ¿No colapso, acaso, la economía mundial en 1930, cuando
los países europeos iniciaron una guerra de devaluaciones competitivas y
luego una comercial que finalmente condujo a la gran depresión? Un colapso
del dólar en los mercados mundiales podría tener terribles consecuencias en
los mercados financieros americanos ya que generaría el derrumbe de la burbuja
hipotecaria y de la bolsa de valores en estados Unidos. Acompañarían la
perdida de riqueza, una abrupta caída del consumo y la inversión en USA y,
por esta razón, del circuito chino-americano.
¿Quién tiene la razón en este interesante debate? Una posición intermedia
implica el uso de una persuasión extraeconómica que reconozca plenamente
el nuevo papel de china en la economía mundial y que sea capaz de convencer
a los gobernantes chinos que a la larga una ligera apreciación del yuan es
la única vía para aminorar las tensiones del sistema. Aun que el secretario del
tesoro americano, en una importante reunión financiera en Europa, insinuó
esta idea no ha tenido aún una respuesta clara de Pekín.
AUTOR : BRUNO SEMINARIO,EL LABERINTO DEL MINOTAURO, CEUP
un número muy variado de personas en el mundo: altos oficiales de política
económica, participantes en los mercados internacionales de capitales, especialistas
en coyuntura internacional y economistas en general. ¿Cuán sostenible
es el desequilibrio de las cuentas externas en Estados Unidos? ¿En qué
porcentaje debe reducirse el valor del dólar para reestablecer un equilibrio y
cuáles podrían ser las consecuencias de este ajuste? ¿Podrá continuar funcionando
el dólar como única moneda de reserva mundial o este papel será asumido
por el euro? Preguntas, sin duda relevantes, que deberían indicarnos la
inminencia de un gran ajuste en los próximos años que afectará a todos los
países del mundo en general y a América Latina en particular.
El año pasado, un grupo de economistas americanos propusieron un esquema
analítico con el propósito de responder a estos interrogantes. Podemos
denominar a la nueva teoría usando el titulo del ensayo que resume sus
principales resultados, “El Nuevo Sistema de Bretton-Woods”. Según los autores
estadounidenses, es posible dividir al mundo en tres grandes regiones:
USA, Asia y el Resto del Mundo. En el nuevo sistema, Asia ha elegido usar un
régimen cambiario que mantiene una paridad fija con el dólar y, en razón a
su interés comercial, tiende a subvaluar el valor de su moneda. En clara contraposición,
en el resto del Mundo (Europa y América Latina) rige un sistema
de paridades libres que se mueven hacia arriba o hacia bajo por determinar.(Publicado en el diario Expreso, Noviembre 2004)
acciones que, en lo fundamental, emanan del sector financiero. Además, los investigadores,
es estable ya que puede regir por un plazo largo de tiempo, las
relaciones financieras que establecen estas regiones entre sí
Crucial para el nuevo sistema son las vinculaciones comerciales y financieras
entre China Continental y los Estados Unidos. En particular, China vende
a los consumidores americanos bienes y recibe dólares a cambio. Luego,
aplica estos dólares para comprar bonos emitidos por el Tesoro Americano.
Como consecuencia, el precio de los mismos aumenta, se reducen las tasas de
interés y, por tanto, ocurre una activación del consumo y de la inversión en
USA. La expansión de la demanda produce, esta vez en China, un incremento
en las tasas de acumulación y de ahí una nueva expansión de la producción
industrial en este país.
El crecimiento de China expande también la demanda de materias primas
y produce un incremento en los precios de los productos básicos. Con ello, se
benefician las economías de los países exportadores de materias primas y,
por esta razón, se produce también en éstas un crecimiento en la demanda
agregada, el producto y el empleo. Al crecer las importaciones de estos países,
crecen las exportaciones de USA y de Europa y, así, en todo el mundo se
propaga el impulso reactivador emanado de este circuito primario y fundamental.
Conforme China crece y adquiere fuerza, se lanza por el mundo en
busca de materias primas. Con ello, las economías de los países del tercer
mundo reciben nuevo y decisivo impulso.
Aunque la nueva teoría tiene fuerza y cautiva el entusiasmo de algunos
economistas y especialistas en este tipo de cuestiones; también, ha provocado
reacciones de crítica encendida. Se argumenta así que el nuevo sistema es
esencialmente inestable. Notan que el mismo carga en demasía el precio del
ajuste internacional en la cotización del euro frente al dólar y que la apreciación
del euro puede provocar un desastre en Europa. Los críticos han calculado,
usando modelos de equilibrio general, que el esquema sólo es sostenible
si el dólar pierde un cincuenta por ciento de valor respecto a todas las monedas
del mundo y se preguntan cuán consistente este mayúsculo ajuste con el
arreglo institucional que regula las relaciones entre USA y la Comunidad Económica
Europea. ¿No colapso, acaso, la economía mundial en 1930, cuando
los países europeos iniciaron una guerra de devaluaciones competitivas y
luego una comercial que finalmente condujo a la gran depresión? Un colapso
del dólar en los mercados mundiales podría tener terribles consecuencias en
los mercados financieros americanos ya que generaría el derrumbe de la burbuja
hipotecaria y de la bolsa de valores en estados Unidos. Acompañarían la
perdida de riqueza, una abrupta caída del consumo y la inversión en USA y,
por esta razón, del circuito chino-americano.
¿Quién tiene la razón en este interesante debate? Una posición intermedia
implica el uso de una persuasión extraeconómica que reconozca plenamente
el nuevo papel de china en la economía mundial y que sea capaz de convencer
a los gobernantes chinos que a la larga una ligera apreciación del yuan es
la única vía para aminorar las tensiones del sistema. Aun que el secretario del
tesoro americano, en una importante reunión financiera en Europa, insinuó
esta idea no ha tenido aún una respuesta clara de Pekín.
AUTOR : BRUNO SEMINARIO,EL LABERINTO DEL MINOTAURO, CEUP
Suscribirse a:
Entradas (Atom)