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lunes, 6 de febrero de 2012

Lo que pagan los ricos y lo que pagaban hace 50 años. ¿Deberíamos empezar todos a rezar por Mitt Romney?



El aspirante a la presidencia republicana de Bain Capital se ha convertido en un ejemplo andante y parlante de lección sobre cómo funciona la plutocracia (y por qué necesitamos desesperadamente acabar con ella).

Parece que los igualitaristas han estado rezando esforzadamente desde las elecciones primarias a la presidencia en Carolina del Sur. Si se presta atención, casi se puede escuchar su rezo: por favor, Señor, haz que Mitt Romney gane la nominación a la presidencia republicana de 2012.
¿A qué esta explosión de afecto por uno de los estadounidenses más adinerados que ha pujado por entrar en la Casa Blanca? En las últimas semanas Mitt Romney ha dibujado la largamente esperada “cara humana” de la plutocracia estadounidense en su peor lado destructor de trabajos y evasor de impuestos.
Gracias a Mitt Romney, millones de estadounidenses entienden ahora cómo los líderes del capital privado dirigen las fortunas (hacia ellos mismos) a costa de la desgracia de la clase media. Otros tantos millones, gracias a la franqueza de Mitt en su campaña, tienen ahora una visión del mundo de los que son tan ricos que 370.000 dólares (los ingresos de Mitt por sus discursos el año pasado) cuentan como “más bien poco”.
Cada nuevo día en la campaña de Romney parece obsequiarnos con otro “momento educativo” sobre la plutocracia: ora las complejidades de las lagunas jurídicas, ora el atractivo de los paraísos fiscales en las Islas Caimán.

martes, 17 de enero de 2012

Las dificultades de Estados Unidos


Los indicadores macroeconómicos de Estados Unidos han sido mejores de lo esperado en los últimos meses. La creación de empleo se ha acelerado. Los indicadores de los sectores de manufactura y servicios han mejorado de forma moderada. Incluso la industria de la vivienda ha mostrado algunas señales de vida. Y el crecimiento del consumo ha sido relativamente resistente.
Sin embargo, a pesar de los datos favorables, el crecimiento económico de EE.UU. seguirá débil y estando por debajo de la tendencia a lo largo de 2012. ¿Por qué no son creíbles las buenas noticias económicas recientes?
En primer lugar, los consumidores estadounidenses siguen sufriendo problemas de ingresos y estando limitados por las deudas. La renta disponible ha crecido modestamente -a pesar de un estancamiento de los salarios reales- principalmente como resultado de los recortes de impuestos y las transferencias. Esto no es sostenible: tarde o temprano será necesario reducir los pagos de transferencias y elevar los impuestos para reducir el déficit fiscal. Los datos recientes de consumo ya se están debilitando en relación con un par de meses atrás, marcados por unas ventas navideñas minoristas apenas pasables.

EE UU no es una sociedad anónima

                                                                                  


Y la avaricia -acuérdense de lo que les digo- no solo salvará a Teldar Paper, sino también a esa otra sociedad anónima que funciona tan mal llamada EE UU".
Así es como el personaje de ficción Gordon Gekko concluía su famoso discurso de la avaricia es buena en el largometraje de 1987 Wall Street. En la película, Gekko se lleva su merecido. Pero en la vida real, el gekkoísmo ha triunfado, y la política basada en la idea de que la avaricia es buena es una de las principales razones por las que los ingresos del 1% más rico han aumentado mucho más rápidamente que los de la clase media.
Hoy, sin embargo, nos vamos a centrar en el resto de esa frase, que compara Estados Unidos con una sociedad anónima. Esta también es una idea que ha sido comúnmente aceptada. Y es la parte esencial del argumento de Mitt Romney para ser elegido presidente: en realidad, está afirmando que lo que necesitamos para arreglar nuestra economía enferma es alguien que haya triunfado en los negocios.
Al hacerlo, lógicamente, se ha buscado un examen riguroso de su carrera empresarial. Y resulta que hay como mínimo un tufillo a Gordon Gekko en el tiempo que pasó en Bain Capital, una empresa de capital riesgo; se dedicaba a comprar y vender negocios, a menudo en detrimento de los empleados, en vez de ser alguien que dirigía empresas pensando a largo plazo. (Además, ¿cuándo va a hacer públicas sus declaraciones de la renta?). Tampoco ayuda a su credibilidad el hacer afirmaciones insostenibles acerca de su papel como "creador de empleo".

Los peligros de 2012

                                                                                                     
El año 2011 será recordado como la época en que muchos estadounidenses que siempre habían sido optimistas comenzaron a renunciar a la esperanza. El presidente John F. Kennedy dijo una vez que la marea alta eleva todos los botes. Pero ahora, con la marea baja, los estadounidenses no solo comienzan a ver que quienes tienen mástiles más altos han sido elevados mucho más, sino que muchos de los botes más pequeños han sido destrozados por el agua.
En ese breve momento en que la marea creciente estaba, efectivamente, subiendo, millones de personas creyeron que tenían buenas probabilidades de cumplir su «sueño americano». Ahora también esos sueños están retirándose. En 2011, los ahorros de quienes habían perdido sus empleos en 2008 o 2009 ya se habían gastado. El seguro de desempleo se había terminado. Los titulares que anunciaban nuevas contrataciones –aún insuficientes para incorporar a quienes habitualmente se suman a la fuerza laboral– significaban poco para cincuentones con pocas ilusiones de volver a tener un empleo.
De hecho, las personas de mediana edad que pensaron que estarían desempleadas por unos pocos meses, se han dado cuenta a esta altura de que, en realidad, fueron jubiladas a la fuerza. Los jóvenes graduados universitarios con decenas de miles de dólares de deuda en créditos educativos no podían encontrar ningún empleo. La gente se mudó a las casas de sus amigos y los parientes se han convertido en sin techo. Las casas compradas durante la burbuja inmobiliaria aún están en el mercado, o han sido vendidas con pérdidas. Más de 7 millones de familias estadounidenses han perdido sus hogares.

jueves, 1 de septiembre de 2011

El mundo onírico de Ben Bernanke

Por J. Bradford DeLong *




El Presidente de la Junta de la Reserva Federal, Ben Bernanke, no está considerado un oráculo, como ocurría con su predecesor, Alan Greenspan, antes de la crisis financiera, pero los mercados financieros estuvieron muy atentos al discurso que pronunció en Jackson Hole (Wyoming) el 26 de agosto. Lo que oyeron fue un poco lioso.
En primer lugar, Bernanke no propuso ninguna otra flexibilización de la política monetaria para apoyar la estancada –o, mejor dicho, inexistente– recuperación. En segundo lugar, aseguró a sus oyentes que “esperamos que continúe –y, de hecho, se intensifique– una recuperación moderada”, porque “las familias han logrado algunos avances en la reparación de sus balances ahorrando más, endeudándose menos y reduciendo sus cargas en forma de pago de intereses y de deuda”. Además, la bajada de los precios de los productos básicos “contribuye a aumentar el poder adquisitivo de las familias”.
Por último, Bernanke afirmó que “los factores fundamentales del crecimiento de los Estados Unidos no parec[ía]n haber resultado alterados permanentemente por las sacudidas de las cuatro últimos años”.
Francamente, no entiendo cómo puede hacer Bernanke cualquiera de esas afirmaciones en este momento. Si él y el resto del Comité para las Operaciones de Mercado Abierto de la Reserva Federal pensaban que el aumento proyectado del gasto nominal en los EE.UU. estaba en la senda apropiada de la recuperación hace dos meses, hoy no pueden creerlo. Dos meses de malas noticias económicas, junto con importantes revalorizaciones de los contratos de futuro, que también causan un aumento menor de sus contrataciones, pues las bajadas de los precios de los activos incitan a las empresas a reducir sus inversiones, hacen que una política que era apropiada hace sesenta días sea demasiado austera hoy.
Pero voy a centrarme en la cuarta afirmación de Bernanke. Aun cuando se prevea una recuperación económica relativamente rápida, cuando esta depresión menor haya acabado, los EE.UU. habrán experimentado una reducción de la inversión de al menos cuatro billones de dólares. Hasta que desaparezca esa reducción de la inversión, la falta de capital contribuirá a deprimir el nivel de PIB real en los EE.UU. en dos puntos porcentuales. La trayectoria del crecimiento de este país estará un dos por ciento por debajo de como habría estado, si se hubiera logrado superar la crisis financiera y se hubiese evitado la depresión menor.
Y no es eso todo: los recortes de los presupuestos estatales y locales han reducido el ritmo de inversión en capital humano e infraestructuras, lo que añade otro punto porcentual a la tendencia descendente de la trayectoria de crecimiento a largo plazo del país.
Después de la Gran Depresión del decenio de 1930, la enorme oleada de inversión en capacidad industrial durante la segunda guerra mundial compensó la reducción del decenio perdido. A consecuencia de ello, la Depresión no hizo sombra al crecimiento futuro... o, mejor dicho, la sombra fue arrollada por los cegadores reflectores de cinco años de movilización para la guerra total contra la Alemania nazi y el Japón imperial.
No se está desplegando un conjunto análogo de reflectores para acabar con la sombra que arroja actualmente la depresión menor. Al contrario, la sombra se está alargando cada día que pasa, por la falta de políticas eficaces para lograr que la corriente de gasto nominal a escala de la economía vuelva a su trayectoria anterior.
Además, hay otro factor que hace de lastre. Un factor potente que disminuyó la sensación de riesgo y fomentó la inversión y la iniciativa empresarial en el período posterior a la segunda guerra mundial fue el llamado “impulso de Roosevelt”. Países industriales de todo el mundo asignaron entonces la primera y máxima prioridad a la lucha contra la depresión, por lo que los ahorradores y las empresas no tenían motivo para preocuparse por que volvieran los tiempos difíciles que siguieron a 1873, 1884 o 1929.
Ya no se puede decir lo mismo de la actualidad. En el futuro, el mundo será un lugar más peligroso de lo que pensábamos, no porque el Estado ya no ofrezca garantías que, para empezar, no debería haber ofrecido, sino porque ha vuelto el riesgo real de que los clientes se esfumen en una depresión prolongada.
No sé hasta qué punto ese riesgo suplementario impedirá el crecimiento de las economías americana y mundial. Un rápido cálculo aproximado indica que una depresión menor que se prolongue durante cinco años cada cincuenta años y reduzca la economía otro diez por ciento por debajo de su potencial disminuiría los beneficios medios de la inversión y retrasaría la inversión privada lo suficiente para que se perdieran dos décimas de punto porcentual de crecimiento económico al año. A consecuencia de ello, los Estados Unidos no sólo estarían al final de ese episodio un tres por ciento mas pobres de lo que podrían haber sido, sino que, además, el desfase aumentaría: al siete por ciento en 2035 y al 11 por ciento en 2055.
Ésa será la situación futura, si no se adoptan ahora las medidas para lograr la recuperación rápidamente de este depresión menor y después para aplicar políticas que impulsen de nuevo el capital privado y la inversión en infraestructuras y educación hasta su nivel normal. Tal vez eso fuera suficiente para tranquilizar a todo el mundo, en el sentido de que la aquiescencia actual de las autoridades ante un recesión prolongada fue un error horrible que no se repetirá.


Ex secretario adjunto del Tesoro de los Estados Unidos, es profesor de Economía en la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas. *