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miércoles, 23 de enero de 2013

¿Está acabado el neoliberalismo? Pensémoslo de nuevo


 Por  George Montbiot


Como deben de sangrar por nosotros. En el año 2012, las cien personas más ricas del mundo se enriquecieron 241.000 millones de dólares más [1]. Su riqueza se estima ahora en 1,9 billones de dólares, sólo un poco menos que el PIB del Reino Unido.

Esto no es consecuencia del azar. El aumento de las fortunas de los super-ricos es resultado directo de medidas políticas. He aquí unas cuantas: la reducción de las tasas impositivas y de la aplicación de la fiscalidad; la negativa de los estados a recuperar una porción de los ingresos procedentes de los minerales y la tierra; la privatización de activos públicos y la creación de una economía de cabinas de peaje; la liberalización salarial y la destrucción de la negociación colectiva.

Las medidas políticas que hicieron tan ricos a los monarcas globales son aquellas medidas que nos están exprimiendo a todos los demás. No es esto lo que la preveía la teoría. Friedrich Hayek, Milton Friedman y sus discípulos – en mil escuelas de negocios, el FMI, el Banco Mundial, la OCDE y más o menos todos los gobiernos modernos – han argumentado que cuanto menos graven fiscalmente los estados a los ricos, menos defiendan a los trabajadores y redistribuyan la riqueza, más próspero será todo el mundo. Todo intento de reducir la desigualdad dañaría la eficiencia del mercado, impidiendo que la marea ascendente elevase a todos los barcos [2]. Sus apóstoles han llevado a cabo un experimento global durante 30 años y los resultados están hoy a la vista. Fracaso total.

Antes de seguir, debería señalar que no creo que el crecimiento económico perpetuo sea sostenible o deseable [3]. Pero si tu objetivo es el crecimiento – un objetivo que todo gobierno dice subscribir –, no se puede organizar mayor desaguisado en lo tocante a eso que liberando a los super-ricos de las restricciones establecidas por la democracia.

El informe anual del pasado año de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) debería haber supuesto una necrológica del modelo neoliberal desarrollado por Hayek y Friedman y sus discípulos [4]. Muestra inequívocamente que sus políticas han logrado resultados opuestos a los que preveían. A medida que las políticas (recortar impuestos a los ricos, privatizar activos del Estado, desregular el mercado de trabajo, reducir la seguridad social) comenzaban a dar dentelladas de los años 80 en adelante, comenzaron a caer las tasas de crecimiento y el desempleo a aumentar.

El notable crecimiento de los países ricos durante la década de los años 50, 60 y 70 se hizo posible gracias a la destrucción de la riqueza y el poder de la élite, como resultado de la Depresión y la II Guerra Mundial. Su bochorno otorgó al 99% restante una oportunidad sin precedentes de exigir redistribución, gasto público y seguridad social, todo lo cual estimuló.

El neoliberalismo fue un intento de invertir el sentido de estas reformas. Generosamente financiado por millonarios, sus defensores tuvieron un éxito asombroso: en lo político.  [5]. En lo económico, fracasaron.

A lo largo y ancho de los países de la OCDE, los impuestos se han vuelto más regresivos: los ricos pagan menos, los pobres pagan más [6]. El resultado, sostenían los neoliberales, sería que aumentarían la eficiencia económica y la inversión, enriqueciendo a todos. Sucedió lo contrario. Mientras disminuían los impuestos a los ricos y las empresas, cayó la capacidad de gasto, tanto del Estado como de la gente más pobre, y se contrajo la demanda. El resultado fue que descendieron las tasas de inversión, en consonancia con las expectativas de crecimiento de las empresas [7].

Los neoliberales insistieron también en que la desigualdad irrestricta en ingresos y los salaries flexibles reducirían el desempleo. Pero a lo largo y ancho del mundo rico, tanto la desigualdad como el desempleo se han disparado [8]. El reciente salto del desempleo en la mayoría de los países desarrollados – peor que el de cualquier recesión previa de las últimas tres décadas – se vio precedido de la cuota en proporción de los salarios en el PIB más baja desde la II Guerra Mundial [9]. Salta hecha trizas la teoría. Fracasó por la misma razón evidente: los bajos salarios deprimen la demanda, lo cual deprime el empleo.

Conforme se estancaban los salarios, la gente complementaba sus ingresos endeudándose. El aumento de la deuda alimentó a los bancos desregulados, con consecuencias de las que todos somos conscientes. Cuanto mayor se vuelve la desigualdad, descubre el informe de la Naciones Unidas, menos estable es la economía y más reducidas sus tasas de crecimiento. Las medidas políticas con las que los gobiernos neoliberales tratan de reducir su déficit y estimular su economía son contraproducentes.

La inminente reducción en el tramo superior del impuesto sobre la renta en el Reino Unido (del 50% al 45%) no supondrá un impulso para los ingresos del Estado o la empresa privada [10], pero enriquecerá a los especuladores que hicieron venirse abajo la economía: Goldman Sachs y otros bancos están ahora pensando en retrasar el pago de sus incentivos para aprovecharse de ello [11].

La ley de bienestar social aprobada por el Parlamento la semana pasada no ayudará a aclarar el déficit o estimular el empleo: reducirá la demanda, suprimiendo la recuperación económica. Lo mismo vale para el tope puesto a los sueldos del sector público. “Volver a aprender algunas antiguas lecciones sobre justicia y participación”, afirma la  ONU, “es la única forma de acabar superando la crisis y proseguir por una senda de desarrollo económico sostenible”. [12]

Como he dicho, no tengo favorito en esta carrera, salvo la creencia de que nadie, en este océano de riquezas, debiera ser pobre. Pero observando atónito las lecciones desaprendidas en Gran Bretaña, Europa y los Estados Unidos, me llama la atención que toda la estructura del pensamiento neoliberal sea un fraude. Las demandas de los ultrarricos se han vestido de teoría económica sofisticada y se han aplicado independientemente de su resultado. El completo fracaso de este experimento a escala mundial no es impedimento para que se repita. Esto no tiene nada que ver con la economía. Tiene absolutamente que ver con el poder.


Notas:


[2] Milton Friedman y Rose Friedman, 1980, Free to Choose, Secker & Warburg, Londres [Libertad de elegir, Grijalbo, Barcelona, 1992].

[3] Para una vision alternativa, véase Tim Jackson, 2009, Prosperity Without Growth [Prosperidad sin crecimiento, Icaria, Barcelona, 2011], Sustainable Development Commission, http://www.sd-commission.org.uk/data/files/publications/prosperity_without_growth_report.pdf

[4] UNCTAD, 2012, Trade and Development Report: Policies for Inclusive and Balanced Growth, http://unctad.org/en/PublicationsLibrary/tdr2012_en.pdf

[5] Véase David Harvey, 2005, A Brief History of Neoliberalism, Oxford University Press [Breve historia del neoliberalismo, Akal, Madrid, 2007].

[6] Informa la ONU: “El efecto conjunto de estos cambios en la estructura fiscal hizo más regresivos los impuestos. Desde luego, un examen de las reformas fiscales de los países de la OCDE no encontró un solo país en el que el sistema fiscal se volviera más progresivo (Steinmo, 2003: 223)”, UNCTAD, 2012, como supra.

[7] “La redistribución por medio de medidas fiscales puede por tanto darse en interés de la sociedad en su conjunto, especialmente allí donde la desigualdad es especialmente pronunciada como en muchos países en desarrollo. Apoya esto la experiencia de los países desarrollados, pues las tasas de inversión no eran más bajas – sino desde luego a menudo más altas – en las primeras tres décadas de la época de postguerra, aunque los impuestos sobre beneficios y los tramos superiores eran más elevados que después de las amplias reformas fiscales aplicadas posteriormente. Hay fuertes razones para creer que la disponibilidad de los empresarios a invertir en una nueva capacidad productiva no depende primordialmente de los beneficios netos en un determinado periodo temporal sino en sus expectativas respecto a la futura demanda de bienes y servicios que pueden producir con capacidad adicional. Esto resulta de especial importancia cuando se considera el efecto conjunto de un aumento de los impuestos empresariales. Siempre y cuando los ingresos fiscales más elevados se utilicen para gasto adicional del Estado, mejorarán las expectativas de las empresas de crecimiento de la demanda. Este efecto de demanda es independiente de si los gastos adicionales del Estado adoptan la forma de consumo del Estado, inversión pública o transferencias sociales. Cuando el nivel de la inversión fija se mantiene como resultado de expectativas de demanda favorable, subirán los beneficios brutos, y generalmente también los beneficios netos, no obstante el aumento inicial de impuestos. En ese proceso, se crearán ingresos y empleo adicionales para la economía en su conjunto”, UNCTAD, 2012, como supra.

[8] “La proposición de que una mayor flexibilidad del nivel salarial agregado y los salarios medios más bajos es necesaria para impulsar el empleo, pues conduce a la substitución de trabajo por capital en la economía en su conjunto, puede refutarse directamente, dada la fuerte correlación positiva entre inversión en la formación de capital fijo bruto (FCFB) y la creación de empleo que existe en los países desarrollados (gráfico 6.3). Esta correlación contradice el modelo neoclásico: en el mundo real, las empresas invierten y desinvierten en capital y trabajo a la vez, y el nivel de su inversión depende del estado conjunto de sus expectativas de demanda. Esto implica que, en el contexto macroeconómico, capital y trabajo se pueden considerar substitutos solo en una medida muy limitada”, UNCTAD, 2012, como supra.

[9] “Justo antes del último y enorme salto del desempleo en los países desarrollados – de menos del 6% en 2007 a cerca del 9% en 2010-2011? la proporción de los salarios en el conjunto del PIB había caído a su nivel más bajo registrado desde el final de la II Guerra Mundial (es decir, al 57%, de más de un 61% en 1980). Esto debería suponer una llamada de alerta. Si el desempleo asciende más que durante cualquier otra recesión ocurrida en las últimas tres décadas, aunque la parte de los salarios en el PIB haya descendido, debe haber algo fundamentalmente errado en una teoría económica que justifica el aumento de la igualdad principalmente en términos de la necesidad de atacar un desempleo persistente”, UNCTAD, 2012, como supra.

[10] Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Stefanie Stantcheva calculan que el nivel óptimo del tramo superior del impuesto sobre la renta (para maximizar ingresos) se encuentra entre el 57 y el 83%. Piketty, Saez y Stantcheva, 2011, Optimal taxation of top labor incomes: A tale of three elasticities, National Bureau of Economic Research, Cambridge, MA. http://www.nber.org/papers/w17616

[11] Patrick Jenkins, “Goldman Eyes Tax Delay on UK Bonuses”, Financial Times, 14 de enero de 2013.

[12] UNCTAD, 2012, como supra.



 George Monbiot es uno de los periodistas medioambientales británicos más consistentes, rigurosos y respetados, autor de libros muy difundidos como The Age of Consent: A Manifesto for a New World Order y Captive State: The Corporate Takeover of Britain, así como de volúmenes de investigación y viajes como Poisoned ArrowsAmazon Watershed y No Man's Land.

viernes, 18 de enero de 2013

Teorías económicas sobre la crisis

 Por Vicenç Navarro


Las dos grandes teorías existentes para explicar el porqué de la crisis actual son, una, la que la atribuye a una gran expansión del crédito bancario que ha causado un gran endeudamiento de las poblaciones a los dos lados del Atlántico Norte. Esta teoría está ampliamente extendida en los círculos conservadores y neoliberales europeos (aunque también se presenta entre opciones políticas de centroizquierda) y domina el pensamiento económico que gobierna la Unión Europea. La otra teoría es la que considera que tal endeudamiento se debe a la disminución de la capacidad adquisitiva de la población. Esta teoría es la que prevalece entre las izquierdas y entre los movimientos sociales como los sindicatos, tanto europeos como norteamericanos.

lunes, 18 de junio de 2012

Pongamos freno a las corporaciones: ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo?

 Por Susan George *










El capitalismo está en problemas. Seguramente no lo suficiente, pero tiene que lidiar con asuntos mucho más complejos que aquellos que enfrentaba hace una o dos décadas. No festejen – ni lloren – todavía. Un animal hambriento, acorralado, es más peligroso que uno bien alimentado, libre. El capitalismo se pregunta en cada momento, de dónde va a venir su próxima comida.
Desde que el neoliberalismo se volvió el modelo económico dominante a inicios de los años 80, y que el FMI ha impuesto los programas de ajuste estructural, primero en los países endeudados del Sur y ahora en Europa, los servicios públicos, en su mayoría, han sido privatizados. Pero esto no basta. Las corporaciones quieren que todos los servicios públicos se vuelvan una fuente de lucro, a la vez que no tienen inconvenientes en dejar las pérdidas al sector público. Las nuevas fronteras del asalto capitalista son la salud (a través de los seguros de salud u hospitales con fines de lucro), escuelas (con sistemas de bonos) y cárceles (con una cuota de ocupación garantizada…).
La mayoría de los recursos naturales ya se han convertido en commodities, pero no todos: gran parte de la tierra y del agua se mantienen fuera del control corporativo. Pero el contexto ha cambiado desde 2008, cuando los precios mundiales de los alimentos se elevaron exponencialmente. Ahora el acaparamiento de tierras está arrebatando decenas de millones de hectáreas a quienes tradicionalmente las han trabajado, poniéndolas para el uso corporativo, destinado a la exportación. El agua es vista como un producto capitalista perfecto – es indispensable, no puede ser sustituido y su mercado crece a medida que crece la población.

martes, 12 de junio de 2012

Las anteojeras económicas de Paul Krugman

 Por Michael Hudson *


Paul Krugman es objeto de gran aprecio por sus columnas del New York Times en las que critica las exigencias republicanas de austeridad fiscal. Con razón, argumenta que recortar el gasto público empeorará la depresión económica en la que estamos hundiéndonos. Y pese a su politiqueo partidista con los demócratas, avisó desde un principio en 2009 de que el modesto programa anticíclico del presidente Obama no era lo bastante audaz como para espolear la recuperación.

Estos son los temas de su nuevo libro, End This Depression Now. [Acabad ya con esta crisis, Crítica, Barcelona, 2012] Al viejo estilo keynesiano, cree que la solución a la insuficiente demanda del mercado es que el gobierno gestione mayores déficits presupuestarios. Debería empezar a conceder subvenciones, compartiendo ingresos, de 300.000 millones de dólares anuales a los estados y poblaciones cuyos presupuestos se han visto reducidos por la caída  de los impuestos sobre la propiedad y la ralentización económica general.

sábado, 29 de octubre de 2011

New Scientist revela la identidad de la plutocracia bancaria (1%) que controla al mundo (99%)

 Por Alfredo Jalife R.






Se consolida así el teorema de que la dupla anglosajona controla el mundo financiero, en su quintaesencia centralbanquista monetarista que hemos denominado la bancocracia global –que a su vez domina la economía real cuando la clase política está totalmente ausente, para no decir que ha sido excesivamente lubricada 

New Scientist revela la identidad de la plutocracia bancaria (uno por ciento ) que controla al mundo (99 por ciento).
Andy Coghlan y Debora MacKenzie, de la revista científica New Scientist (19/10/11) revelan la red capitalista que gobierna el mundo, basados en una investigación de tres teóricos de los sistemas complejos –Stefania Vitali, James B. Glattfelder y Stefano Battiston– del Instituto Federal de Tecnología Suizo, con sede en Zurich.
Coghlan y MacKenzie aducen que la ciencia ha confirmado los peores temores de los contestatarios indignados en todo el mundo (ver Bajo la Lupa, 16/10/11): Un análisis de las relaciones entre 43 mil trasnacionales ha identificado un relativamente reducido grupo de empresas, principalmente bancos (¡supersic!), con un poder desproporcionado sobre la economía global.
Se confirma también nuestro axioma añejo sobre el supremo poder que ejerce la bancocracia, quintaesencia de la parasitaria plutocracia global.
Los investigadores suizos extrajeron de ORBIS 2007 –base de datos que lista 37 millones de empresas e inversionistas en el mundo– los datos de 43 mil 60 trasnacionales y la participación propietaria que las vincula entre sí, con lo que construyeron un modelo que expone a las empresas que controlan a otras mediante redes de acciones en común, acoplado a los ingresos operativos de la empresa que revela el mapa de la estructura del poder económico.
El notable hallazgo, que será publicado de manera formal en PLoS ONE –publicación científica de Public Library of Science–, reveló un núcleo de mil 318 empresas con propiedad accionaria entrelazada; cada una estaba ligada en promedio con otras 20.
Coghlan y MacKenzie explayan que “aunque las mil 318 empresas representan 20 por ciento de los ingresos operativos globales, son dueñas en forma colectiva mediante sus acciones en la mayoría de las empresas estelares (bluechips) y manufactureras del mundo –es decir, la economía real– que representa 60 por ciento adicional de los ingresos globales”. ¡Son las dueñas invisibles del mundo gracias a la conectividad de redes financieras!
Cuando los investigadores profundizaron y desenmarañaron la red propietaria, encontraron que ésta llevaba a una superentidad de “147 empresas aún más estrechamente conectadas –cuya propiedad total está controlada por otros miembros de la superentidad– que controlan 40 por ciento de la riqueza total de la red”, es decir, menos de uno por ciento (¡extrasupersic!) de las empresas controlan 40 por ciento de la red entera, cuya mayoría son instituciones financieras.
Entre las 20 primeras destacan el banco británico Barclays, y los bancos estadunidenses JPMorgan Chase & Co, y el Grupo Goldman Sachs.
Los expertos suizos consideran que se trata de la primera investigación científica de la arquitectura de la red de propiedad internacional y la computación del control que detenta cada jugador global en la que encontraron que un diminuto número de instituciones financieras forma una superentidad. Una de las consecuencias de su asombroso hallazgo es que la estructura del control de la red de las trasnacionales afecta la competencia global de los mercados y la estabilidad financiera.
Para los autores suizos es fundamental entender el funcionamiento de la economía mundial y su implicación en la estabilidad financiera global cuando las instituciones financieras establecen entre sí vinculantes contratos financieros, como los empréstitos con los derivados, con varias otras instituciones lo cual les permite diversificar el riesgo pero al mismo tiempo les expone al contagio.
Debido a su transcendencia vale la pena señalar a las primeras 50 empresas de las 147 firmas superconectadas:
1) Barclays PLC; 2) Capital Group Companies Inc; 3) FMR Corporation; 4) AXA; 5) State Street Corporation; 6) JP Morgan Chase & Co; 7) Legal & General Group PLC; 8) Vanguard Group Inc; 9) UBS AG; 10) Merrill Lynch & Co Inc; 11) Wellington Management Co LLP; 12) Deutsche Bank AG; 13) Franklin Resources Inc; 14) Credit Suisse Group; 15) Walton Enterprises LLC; 16) Bank of New York Mellon Corp; 17) Natixis; 18) Goldman Sachs Group Inc; 19) T Rowe Price Group Inc; 20) Legg Mason Inc; 21) Morgan Stanley; 22) Mitsubishi UFJ Financial Group Inc; 23) Northern Trust Corporation; 24. Société Générale; 25) Bank of America Corporation; 26) Lloyds TSB Group PLC; 27) Invesco PLC; 28) Allianz SE; 29) TIAA; 30) Old Mutual Public Limited Company; 31) Aviva PLC; 32) Schroders PLC; 33) Dodge & Cox; 34) Lehman Brothers Holdings Inc; 35) Sun Life Financial Inc; 36) Standard Life PLC; 37) CNCE; 38) Nomura Holdings Inc; 39) The Depository Trust Company; 40) Massachusetts Mutual Life Insurance; 41) ING Groep NV; 42) Brandes Investment Partners LP; 43) Unicredito Italiano SPA; 44) Deposit Insurance Corporation of Japan; 45) Vereniging Aegon; 46) BNP Paribas; 47) Affiliated Managers Group Inc; 48) Resona Holdings Inc; 49) Capital Group International Inc, y 50) China Petrochemical Group Company.
De este núcleo supercompacto, 24 (¡supersic!) empresas pertenecen a EU, ocho a Gran Bretaña, cinco a Francia, cuatro a Japón, tres a Alemania, dos a Holanda, dos a Suiza, una a Italia, y una a China (la 50). De ellas, 44 son entidades financieras: ¡88 por ciento!
Se consolida así el teorema de que la dupla anglosajona controla el mundo financiero, en su quintaesencia centralbanquista monetarista que hemos denominado la bancocracia global –que a su vez domina la economía real cuando la clase política está totalmente ausente, para no decir que ha sido excesivamente lubricada–, al unísono de algunas entidades que sobreviven del G-7 (Francia, Japón y Alemania) –extensivo al G-10 (Suiza y Holanda)–, mientras apenas irrumpe China de parte de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), quienes exhiben su dramática vulnerabilidad, no se diga la patética miseria de Latinoamérica, África, el mundo islámico y el mundo árabe.
Por lo menos es saludable conocer cuál es la superentidad financierista que ha impuesto su dictadura global, la bancocracia, en su quintaesencia anglosajona.
Un enfoque zoom (literal) devela la circularidad superconectada de las principales 18 trasnacionales del sector financiero al momento del arranque del análisis (2007: un año antes al estallido de la grave crisis financiera global): Prudential Financial, Morgan Stanley, Citigroup, Bank of America Corp., State Street Corp., Goldman Sachs, Bear Stearns, Lehman Brothers, T Rowe Price, UBS AG, Deutsche Bank, Credit Swiss, Commerzbank, Franklin Resource, Barclays PLC, JP Morgan Chase &Co., Merril Lynch y Axa.
Cuatro años después algunas de estas entidades financieras, en su mayoría anglosajonas, han quebrado (Lehman Brothers) o se han fusionado (Bear Stearns, adquirida por el gigante de los derivados financieros JP Morgan Chase) o están al borde de la insolvencia (Bank of America y Citigroup) y, más que nada, han colocado al mundo al borde del precipicio debido a su maligna superconectividad totalmente desregulada.
El diagnóstico de la patología que asuela al mundo está hecho; falta la terapéutica liberadora.

sábado, 27 de agosto de 2011

El dilema Estado-Mercado

 Por Alberto Garzon Espinosa*




Probablemente el debate más recurrente en economía es el del dilema Estado-Mercado. Ese debate parte de la base de que existe un trade-off entre Estado y Mercado, es decir, de que existe una oposición entre ambas opciones y que elegir más de una de ellas es elegir menos de la otra. Aceptando esa hipótesis lo que suele seguir es una discusión sobre si a una economía le interesa disponer de más Estado y menos Mercado o al revés. Además, en función de las respuestas suelen asignarse valores políticos a los tertulianos de tal forma que aquellos que abogan por más Estado son más de izquierdas y aquellos que abogan por más mercado son más de derechas.
Este debate es complicado por los errores en las definiciones conceptuales (¿qué es el Estado? ¿cómo medir su peso y su acción?) y también falso desde su concepción. El problema más importante es que el supuesto de partida es erróneo: no existe un trade-off porque el mercado no se puede oponer nunca al Estado sino que, en realidad, es el Estado el que crea al mercado.
Creando mercados
Los pensadores liberales, y muy especialmente los ultraliberales, consideran que el mercado es libre por definición. Sin embargo, argumentan, la libertad del mercado está obstaculizada por distintas instituciones, siendo de entre ellas la más importante el Estado. Para ellos el mercado es previo a cualquier otra institución humana. El mercado ya estaba allí antes que cualquier cosa, y nosotros lo único que hacemos es coartar su libertad imponiendo normas y reglas que, como consecuencia, también recortan nuestra libertad (concepto reducido al simple ejercicio de comprar y vender productos y servicios).
Esa visión mitificada del mercado es una especie de anacronismo. En realidad todos los mercados (desde el simple mercado de bienes de consumo hasta el mercado de trabajo) han sido creados por la sociedad humana y, particularmente, por el poder político. Es este poder el que ha decidido discrecionalmente crear marcos jurídicos y regulatorios que permiten comprar y vender productos, es decir, crear mercados.
Karl Polanyi cuenta un ejemplo magnífico en su “La Gran Transformación”. Cuando los ingleses llegan a sus colonias en Asia y África se encontraron con muchos pueblos y tribus “salvajes” que se organizaban de acuerdo a principios no mercantiles, es decir, que decidían qué producir, cómo distribuir y cómo consumir de acuerdo a principios sociales. Estos pueblos tenían unas limitadas necesidades que lograban satisfacer gracias a los recursos del entorno. Cuando los ingleses les “invitaron” a trabajar a cambio de un salario éstos se negaron porque no lo veían necesario ni racional (ya tenían todo lo que necesitaban). En términos económicos puede decirse que en esa situación no existe mercado: las personas no se ofrecen en venta a cambio de un salario, es decir, no hay trabajadores. Para lograr quebrar la voluntad de estos pueblos los ingleses decidieron talar los árboles de pan, que eran el principal recurso nutritivo de esas tribus. Los ingleses lo que estaban haciendo era crear escasez de forma artificial. Además, junto con esas medidas impusieron tasas e impuestos sobre las chozas. Todo ello tenía un único objetivo: crear un mercado de trabajo empujando a las personas de las tribus a venderse como trabajadores para evitar la penuria y el hambre. Desde ese momento las personas de esas tribus comenzaron a ser “trabajadores libres” que formaban parte del sistema.
¡El mercado os hará libres!
… para comprar y vender, si es que se tiene dinero suficiente. El mercado no es un más que un espacio regulado en el que se desenvuelven las fuerzas económicas para hacer transacciones. Y el resultado final depende, cómo no, del punto de partida. El mercado es como una selva (y la regulación su ley), donde quien más preparado está antes de entrar más posibilidades tiene de sobrevivir.
Todo mercado está regulado desde su creación, lo que quiere decir que el mercado libre es una falacia o, con suerte, una utopía. Lo que interesa en realidad es saber en qué grado está regulado y a quién beneficia esa regulación. Volvamos al mercado de trabajo. El mercado de trabajo como tal es un abstracto que representa el espacio donde se compran y venden trabajadores, pero bajando a lo concreto podemos encontrar que un mercado de trabajo muy poco regulado permitiría, por ejemplo, trabajar 20 horas al día, en pésimas condiciones laborales y además permitiendo que los niños de 10 años puedan participar.
Para Polanyi cualquier avance en eso llamado “mercado-libre” es contraproducente porque genera distorsiones sociales y empuja  a la gente a protegerse sea como sea (la naturaleza del ser humano no es la de ser una mercancía). Sería motivo de otro artículo, pero para Polanyi la desregulación agresiva y los avances ultraliberales son la antesala del fascismo, ya que éste último nace como intento social de protegerse ante los excesos de extender el libre-mercado.
En cualquier caso, las luchas sociales han permitido que el mismo Estado que creaba el mercado de trabajo tuviera que regularlo continuamente para adaptarlo a las exigencias sociales. Se redujo la jornada laboral, se impusieron límites a la edad mínima de acceso y se establecieron una serie de condiciones laborales. Y es que cualquier reforma del mercado de trabajo no es sino la lucha entre los intereses de quienes entran a la selva en mejores condiciones (los empresarios, que quieren libertad para imponer condiciones a sus trabajadores) y los intereses de quienes desean entrar en la selva pero provistos de protección (los trabajadores, que saben que en soledad están a merced del empresario maximizador de beneficios y reductor de salarios).
El Estado y la globalización neoliberal
El Estado en realidad es una especie de terreno de juego en el que se manifiesta la relación de fuerzas sociales, siendo la facción más fuerte la que alcanza el poder. Y ese poder político es el que permite modificar la regulación de los distintos mercados en función de los intereses de quienes ostentan dicho poder.
Si en esa relación de fuerzas vencen los intereses de las clases dominantes (los capitalistas y empresarios) entonces el signo de las políticas serán de tipo liberal o desregulador, ya que buscarán crear un marco económico más adecuado para su desarrollo individual -como capitalistas o empresarios, por ejemplo-. Y si de ese combate salen victoriosos los intereses de las clases subordinadas (por ejemplo los trabajadores) entonces el signo de las políticas será mucho más regulacionista y protector.
En un nivel intermedio (no podemos reducir la “lucha de clases” a buenos y malos o a capitalistas contra trabajadores) podemos añadir el ejemplo de un Estado gobernado por élites empresariales poco competitivas. En ese caso a los empresarios les interesa crear un mercado de trabajo muy desregulado (porque salen ganando frente a los trabajadores), pero a la vez les interesa mantener protecciones estatales frente a los empresarios extranjeros (porque salen perdiendo de no hacerse así).
Pero de este razonamiento sacamos una enseñanza: sea cual sea la opción ganadora ninguna propondrá una disminución del poder del Estado. El Estado es usado como instrumento para orientar el marco económico, pero en ningún caso desaparece.
Cuando en los años ochenta alcanzan el poder partidos políticos de inspiración neoliberal (como en Reino Unido y Estados Unidos) lo que ocurre es que se hacen muchas reformas económicas destinadas a modificar el marco económico. Así, se quitan las normas financieras (se permiten prácticas y productos financieros nuevos y arriesgados), se desregula el mercado de trabajo (se permiten las empresas de trabajo temporal, se descentraliza la negociación laboral, etc.) y se privatizan las empresas públicas (para pasarlas a manos privadas), entre otras medidas. Pero en conjunto todo se hace desde el Estado y, más importante aún, su perdurabilidad en el tiempo depende asimismo del Estado.
Por eso el propósito de los neoliberales no es el de reducir el peso del Estado en la economía (aunque pueda suceder, medido vía gasto público como porcentaje del PIB) sino que es reorientar el marco económico y crear mejores condiciones para el desarrollo y beneficio de las clases dominantes que se encuentran detrás (y que hoy son las grandes empresas y las grandes fortunas). Por eso cuando llega una crisis económica que daña a las grandes fortunas y las grandes empresas no se duda en usar el poder del Estado para cubrir pérdidas (nacionalizaciones de empresas, rescates bancarios, etc.). De hecho, ni siquiera el gasto público se ha reducido en todos los países donde han gobernado partidos neoliberales.
En definitiva…
Por lo tanto, deberíamos redefinir los términos del debate cuando hablamos de este dilema. Un neoliberal o un ultraliberal pueden usar mucha retórica contra el Estado, pero lo único que pretenden es alcanzar el poder para reorientar el marco económico en su favor. No en vano siempre apoyan un “Estado mínimo” que garantice que ese marco, readaptado a sus intereses, se pueda salvaguardar. Eso reduce el peso de la intervención pública que redistribuye ingresos (desde los ricos hacia los pobres) pero mantiene o incluso aumenta el poder represor del Estado.
En la actual configuración económica de los Estado-Nación pudiera parecer que ya apenas tiene sentido el poder estatal frente a la globalización. Creo que es un error. Esa globalización neoliberal ha nacido con el Estado como padre y madre, y toda la delegación de funciones a entidades supranacionales antidemocráticas puede revertirse con objetivo de recuperar el control y la soberanía democrática.
Para las clases subordinadas es triple el interés de alcanzar el poder político. El primero, poder reorientar el marco económico y dotarse de protecciones en el mundo capitalista en el que vivimos. Se trata de evitar que sea la ley de la selva en la que quienes más tienen más ganan, porque eso no es parte del interés de los pobres. El segundo, intervenir en los mercados no sólo a través de la regulación sino también a través del establecimiento de mecanismos redistributivos (que reduzcan la brecha ricos-pobres). Y el tercero, intervenir en la actividad productiva para redirigir la producción hacia fines sociales y medioambientales y no únicamente a partir del criterio de rentabilidad propio de la ley “natural” del capitalismo.
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